El dinero prometido a los palestinos de la ANP (en ensangrentada guerra civil con otras familias palestinas) permite fingir el lavado de conciencias, alentar la ilusión hipócrita de un Estado palestino, entre otras miserias dramáticas.
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Tapándonos el rostro de piedra sucia con el silencioso velo hipócrita de nuestra cobardía e impotencia, ante las guerras civiles y religiosas que se superponen a las puertas del pulmón energético de nuestra vieja Europa, olvidamos voluntariamente, en definitiva, que El dinero no permitirá comprar la paz en Oriente Medio.
Luis Rivera says
Y sin embargo, Q, soy escépticamente optimista, cuando la ayuda al Estado que viene representado por Al Fatah se enfrente en vías de estabilidad con el que representa Hamás. Territorios versus Franja.
Hay, en el Estado de Israel, personas y no pocas, que después de despotricar (como es de curso legal) contra los palestinos, admiten que los pasitos son necesarios. Ese es el tono, creo yo, de la realpolitik. Leo un par de días a la semana Haaretz y por ahí va el reflejo de los deseos.
No hay que cerrar ese camino.
El tema de la impotencia europea, me lleva a pensar si no habremos estado (yo, por lo menos) demasiado tiempo ausentes de la conciencia de fracaso en la política del siglo XX de Europa, como conjunto, y de su aparente imposibilidad de construir un escenario nuevo, supongo que porque no existe un ideario ilusionante. No es una nación nueva sino un conjunto de viejos resabiados.
JP Quiñonero says
Luis,
Te comprendo perfectamente.
Por mi parte, soy de un escepticismo pesimista absoluto. En todas partes hay gente potable, claro. Y mucha gente espera algo. Pero esas fuerzas del bien (en las que incluiré al alimón a judíos, israelitas y palestinos de distinta obediencia) me temo que tienen menos fuerza que las fuerzas del Mal, que no nombraré, para no atizar ninguna polémica. En el gráfico de Le Monde al que remite esta anotación se reflejan con precisión esas guerras enzarzadas de tan mala manera. En fin, que te voy a contar…
Q.-
Luis Rivera says
Claro, Q, pero solo nos queda esperar un milagro, aunque según la Nora de Ibsen, ella ya no cree en ellos, y nosotros tampoco. Pero verás, Ana, mi mujer, siempre tiende al pesimismo y yo al optimismo. Soy como el alacrán del cuento, ¡no lo puedo remediar, es mi naturaleza!
JP Quiñonero says
Luis,
En esas estamos. En mi caso, el pesimistas sin orillas soy yo. Y Carmen la optimista frenética. Cada tema con su loco,
Q.-