“En los EE.UU., yo sería demócrata. En el Reino Unido soy laborista. En Francia… yo estaría en el Gobierno…” [ .. ] “La izquierda y la derecha son conceptos de hace dos siglos.”
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Algo quizá significativo ocurre en la vida política europea (inglesa y francesa, al menos), cuando el más influyente de los políticos laboristas del último medio siglo, forjador del New Labour, figura eminente de la Internacional Socialista, Tony Blair, dice en el congreso de un partido conservador francés, la UMP, organizado por Nicolas Sarkozy: “En los EE.UU., yo sería demócrata. En el Reino Unido soy laborista. En Francia… yo estaría en el Gobierno…” Blair matizó la frase, añadiendo: “No. Estaría en el PS, con los socialistas que quieren cambiar su partido”. Sarkozy le respondería: “Socialistas así, siempre tendrán un puesto en el gobierno de Francia”. Gobierno conservador, se entiende, en un mitin de guerra política municipal.
Más allá de la polución ideológica y los intereses personales del dúo Blair / Sarkozy, se trata, para mi sensibilidad, de metamorfosis profundas de personalidades que han transformado el laborismo inglés y el conservadurismo francés.
Alérgico / asmático a la polución ideológica, agnóstico en certidumbres políticas, cuando leo (El País, 14 ene. 08) “… la izquierda y la derecha son conceptos de hace dos siglos…”, en boca de Álvaro de Marichalar y Sáenz de Tejada, candidato UPD por Ávila, me pregunto si se trata de un indicador “meteorológico” de metamorfosis semejantes, o del gesto individual que precede a un suicidio o linchamiento callejero.
● Complicidad Sarkozy – Blair.
● Víctimas del Terror ideológico.
Jose Luis González says
A mí entender, las corrientes ideológicas pueden parecerse o porque todo es gestión y no hay distintas alternativas de pensamiento político, y entonces no hay sobre lo que diferenciarse, o porque se es, desde una tradición cargada de pensamiento, tolerante y abierto a distintas influencias. Lamentablemente, lo segundo sólo sucede en el caso de unas escasas elites intelectuales. Lo que sucede hoy, a mí entender, es lo primero. ¿Qué sentido tiene reflejar que en Francia o Alemania los conservadores incorporan a socialistas a sus gobiernos, o que un socialista británico puede ser próximo a algunos conservadores, si ni unos son conservadores, ni los otros socialistas?
En todo caso, ser conservador o socialista, es una simplificación, y quizás la diferencia a hacer sería entre la modernidad heredada de la Revolución, prometeica, con una cierta blandura disolvente, sin personas dispuestas a afirmarse, y una anti-modernidad, no en un sentido reaccionario, pero si en un sentido entre Compagnon (que en su libro no vino más que a dar una interpretación interesante de un concepto manejado desde hace tiempo) y un no sé qué entre tradicional (tradición como libertad, veáse intrahistoria) y lo trágico (por ejemplo, de Nietzsche a Jünger) más que entre izquierdas y derechas, que vienen a formar -entiendo yo- un cierto bloque hegemónico.
JP Quiñonero says
Jose Luis,
… el linaje Nietzsche – Jünger – Compagnon, me parece una idea exacta y feliz…
Q.-
PS. Pero vete tu a hablarle de todo eso a Rajoy o ZP…
Luis Rivera says
Q, José Luis: ¿que sentido tiene hoy definirse por adjetivos? Cuando toda la derecha de 1939, en Euiropa, acepta una sociedad socialdemócrata y todo el socialismo ha abandonado sus corrientes de control del aparato del estado, ¿como podemos definirnos por adjetivaciones que corresponden a una realidad dinámica, ya perdida?
En este mundo occidenteal, no estoy seguro de si en África o en algún país asiático, las diferencias entre un adjetivo u otro tienen que ver, a lo sumo, con el modelo de distriobujción de la riqueza en orden a invertir en obra pública, en desarrollo tecnológico y en subvenci´´on. Y las diferencias existen: autovías versus autopistas, por ejemplo. Se dan en España y observo que la población no es sensible a ello, no lo perciben.
Hoy, la tragedia, es casi com siempre, la del individuo (Nietzsche y Jünger) frente a la sociedad. Pero el modelo de sociedad afecta poco a ese enfrentamiento interno, o externo.
En trazos gruesos, el tema nancional en Europa, no comporta que derecha e izquierda piense de manera diferente (centrífuga o jacobina) sino es por una cuestión de establecer diferencias entre unos y otros. ¿Es que el socialismo español no es jacobino, centrista? LO ha sido y es, salvo que trata de dar una forma más moderada a la respuesta, en busca de una solución transaccional donde lo histórico no venga a romperse.
¿Comulgaría yo con el PP en España? ¿Y con el PSOE? En ambos casos hay dificultades que son insalvables en la forma en que ambos se aferran a cuestiones de ideología (maquillaje al fin) para establecer diferencias. Los últimos hechos en el PP, (apartamniento de Gallardón) muestran que el PP se niega a abandonar sus posiciones, que son, en término de votos, la suma de su poder.
Clñaro que yo en Francia estaría (hoy por hoy) con Sarkozy. Y él me agradecería el voto con una sonrisa, pues creo que al final de cuentas el amigo S… piensa en una plataforma nacional de centro; moderna, del tiempo de hoy.
¿Sería yo votante demócrata en USA? Tammbién, aunque no niego que en la política de Bush veo cosas que mañana o pasado, serán reconocidas como gestos (torpes con seguridad) de firmeza y liderazgo.
Al final, y en los tiempos en que estamos, el individuo es la base sustancial del conflicto. Los partidos (las oligarquías aristocráticas, desde el punto de vista clásico) viven la hora del poder.
JP Quiñonero says
Luis,
Mi madre hubiese dicho algo parecido a «.. llevas más razón que un santo…» Pero sospecho que lo de «santo» queda políticamente incorrecto. Con lo cual… a título personal, lo de izda. y dcha. me erotiza menos que un pingüino. Incluso temo que esa terminología sea algo así como el más bajo opio del pueblo. Pero Carpetovetonia vive de lo que vive, comerciando con esas basurillas de andar por casa…
Q.-
Jose Luis González says
(antes que nada, perdón por la longitud)
No niego, de hecho eso afirmaba en mi comentario, lo pasado de la distinción izquierda/derecha. La distinción izquierda/derecha es una distinción propiamente moderna, y la modernidad hace tiempo que entró en crisis. Pero, al contrario de celebrarlo, como hacéis vosotros, lamento lo que tiene de desaparición de conflicto político. Lo conflictivo es una manifestación fundamental de la creatividad humana. A partir de ahora, se aceptará, se viene a decir, un determinado social, relativista, laico, liberal en lo económico, con alguna intervención económica, y la derecha y la izquierda serán en todo máscaras, o formas de captar a electorados distintos -subjetivamente, esto es cierto, se sienten distintos- para el modelo que se ha elegido.
Y lo que falla es precisamente ese modelo, que creo que es el heredero del espíritu de la modernidad, en su fracaso. Es decir, tradicionalmente había una izquierda que movía la sociedad en tres vectores de progreso -el progreso económico, político y social- y una derecha que se resistía a ello, bien una derecha que se movía meramente por sus intereses -de la que son herederos los liberales- bien una derecha a la que le importaban mucho menos sus intereses que su idea del mundo -como Quiñonero es francófilo, dígamos una derecha en la línea Péguy, Lamennais o Bernanos- que, no obstante, en cuanto esos intereses -eso es algo inevitable en cualquier sociedad- estaban en confluencia con esa idea del mundo, actúaban muchas veces de modo convergente.
Hoy, la derecha -hablo de derecha y de izquierda actual porque, como quiera que sea, sigue habiendo una derecha y una izquierda sociológicas- ha aceptado la idea, muy discutible, del progreso. Pero ese progreso, sin haber llegado a realizar sus promesas, se ha convertido en algo muy distinto.
El progreso social, tras disolver -aquí de forma acertada- la sociedad del Antiguo Régimen, es la que trae la idea de las nuevas luchas de minorías supuestamente oprimidas, de la banalización de la vida, al perder una dimensión trascendente, etc.
El progreso económico, tras haber logrado -de forma acertada- hacer salir a una parte muy grande de la población de la inanición y haber dotado a la población de una situación de bienestar, ha dejado, no obstante, a mucha parte de la misma en situación precaria, y ha llevado a una cierta obsesión por el crecimiento económico. Sé, y ahí doy la razón al discurso sobre lo mismo que habitualmente se sostiene en este blog, que, en términos pragmáticos, es muy difícil renunciar a esto, si se quiere mantener una cierta influencia mundial como Estado, pero el acabar con esa obsesión creo que es algo que las sociedades occidentales deberían plantearse, de forma global, como objetivo.
Hoy no sólo hay el bienestar propio de una vida digna sino que siempre se quieren más y más bienes, en un consumismo promovido por el mercado. Vemos que se habla, por ejemplo, de fragmentar las negociaciones colectivas, para crear una economía más competitiva, siendo que las grandes empresas, y las no tan grandes, obtienen anualmente incrementos muy importantes de ingresos, y los salarios cada vez representan una parte más pequeña de la renta nacional de los distintos países de nuestro entorno. Vemos, también, por poner otro ejemplo, que no somos capaces de luchar contra la deslocalización, que si en ocasiones se hace por necesidad, porque si no es imposible competir, muchas veces es simplemente por obtener más dinero.
No quisiera -centrándome tanto en este vector del progreso- dar una idea de ser comunista o estar en contra del empresariado. El comunismo es peor que el capitalismo, ya que es lo mismo, en cuanto es también un uso del hombre por el capital, pero encima en un régimen políticamente autoritario. Respecto a lo otro, mi padre es empresario, y, aunque ha tenido más o menos suerte, sé, y les admiro por ello, cuánto y cuán duro trabajan, y que responsabilidades y dolores de cabeza tienen. Pero creo que, sin cambiar sustancialmente de régimen económico, sí se debe reformar este de una manera importante.
En este vector está también la cuestión ecológica. No sólo en cuanto cambio climático, sino en relación del hombre con la naturaleza. En primer lugar, creo que, para lograr un desarrollo sostenible, habría que cambiar mucho nuestros hábitos de consumo lo cual, indudablemente, tiene una influencia en el modelo económico. En segundo lugar, creo en una ecología que vaya mucho más allá. En la de la relación del hombre con la naturaleza. El hombre está hecho para la vida social, pero tampoco puede olvidar los bosques, los campos, los ríos, los mares…Aún logrando que se mitigase el cambio climático, y no siendo de este modo éste ya un problema, ¿se puede continuar con un modelo económico que parece llevar al hombre a vivir en ciudades cada vez más grandes, a arruinar la vida de los pueblos, a producir una importante escisión pueblo-ciudad?
Luego queda el progreso político. Se habla cada vez más de democracia. Muchos vínculos tradicionales de socialidad se han disuelto en su nombre. Pero, ¿realmente, en términos de ciencia política, hay una cultura política de ciudadano, o pervive una cultura política más bien de súbdito? Sabéis cuánto y qué bien toman el pelo los políticos a los ciudadanos, y de la escasa calidad de las clases políticas, y de la escasa participación, e incluso de la poca importancia de la voz de la ciudadanía…Por ejemplo, lo que me ha parecido últimamente pornográfico es que se proponga que no se apruebe el nuevo Tratado de Lisboa (la semi-constitución) por referéndum, porque si no la ciudadanía podría dar una respuesta negativa. ¿Qué forma es esa de tratar a los ciudadanos como menores de edad, de construir Estados y uniones de Estados sólo para los políticos y los burócratas? Frente a ello, recuerdo a Unamuno, y su idea de la tradición no como algo reaccionario, sino como la libertad a partir de la idea de intrahistoria. Algo donde también confluye creo, Menéndez Pidal. Y que podría retomarse a partir de una filósofa que nos gusta a los tres, la Arendt (por cierto, respecto a lo dicho antes sobre el progreso económico, recordad la distinción que hace entre propiedad y riqueza).
Así pues hay una modernidad acaba y una postrimería de la modernidad que es una máscara. Sólo cabe ser postmoderno, y la única forma de ser postmoderno sin caer en el relativismo es ser anti-moderno, en una antigua tradición, tan separada del progresismo como de la reacción. ¿Qué es un anti-moderno, según mi idea? Es un heredero directo de los tres autores franceses mencionados antes, y de muchos otros. Es un hijo de la modernidad, que sólo puede existir a partir de la modernidad, pero que, aún sabiendo que no hay un antes al que volver, sabe que esta ha acabado con valores muy importantes. Es una figura trágica. El revolucionario puede estar frustrado, y el reaccionario resentido, pero el anti-moderno sabe que no se puede volver atrás, pero tampoco le gusta como ha evolucionado el presente, de ahí un cierto descreimiento, un cierto escepticismo, respecto a la vida y el mundo, respecto a las verdades aceptadas por unas partes u otras. Una actitud muy -para mencionar a otro anti-moderno- a lo Chateaubriand.
(P.D.: Españoles, después de mencionar tantos franceses, que de algún modo entren en mi idea de lo anti-moderno: Ortega, Unamuno, Azorín, D’Ors, Salaverría…)