Quizá no sea imprescindible ser experto en “comunicología” para advertir el alcance planetario de la elección de un(a) presidente(a) de los EE.UU. mujer, negro o mormón…
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La elección de un presidente mormón parece descartada. Pero, ¿cómo dudar que la llegada de un presidente de la República imperial (Aron dixit) a una cumbre del G8, acompañado de seis o siete señoras, robaría el estrellato a la previsible pareja Sarkozy-Carla Bruni..?
La nostalgia de Mrs. Theatcher, o la influencia de Frau Merkel, no nos impedirán apreciar la importancia simbólica de Mrs. Clinton poniendo una corona de flores en la tumba del soldado Ira Hayes en el cementerio de Arlington. Con un pequeño matiz: Mrs. Clinton pertenece al dorado establishment que lanzó la guerra del Vietnam y apoyó calurosamente la guerra de Irak…
En el caso de Barack Obama, pura y sencillamente: no hay una sociedad ni cultura europea capaz de facilitar la forja de un destino nacional, quizá mundial, con unas raíces étnicas, religiosas, culturales, tan diversas, complejas y mestizas. Y una fibra patriótica tan ejemplar, hasta hoy, al menos.
La sociedad norteamericana consiguió saldar la herencia de Vietnam y sacar frutos culturales muy hondos. La misma sociedad conseguirá saldar la herencia de Irak, bebiendo en las fuentes bautismales de una sólida arquitectura moral, que bien refleja la miríada de candidaturas presidenciales, cuando nosotros vivimos perseguidos por la sombra de nuestros fratricidios.
A la luz de nuestra actualidad, un gran escritor catalán se pregunta irónicamente si no debiera España pedir a Washington el ingreso en la Unión. Viejo proyecto carpetovetónico… los comuneros del Cantón de Cartagena (1873 / 74) ya escribieron al presidente de los EE.UU. anunciándole que una “asamblea popular” había decidido romper con el Estado centralista español, solicitando el ingreso de la ciudad murciana en la federación norteamericana. En esas estamos.
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