Desde la terraza de casa, tarda en alejarse la niebla de la aurora, dando al horizonte una blancura inmaculada. A lo lejos, la silueta de una vela latina separa el manto de armiño de la bóveda celeste del blanco azuloso y calino del mar.
El teléfono interrumpe de manera muy brusca mis soliloquios sobre la oceanografía del tedio. A mis espaldas, el bramido sordo de la guerra política…