Mamá / araña gigante de LB [Louise Bourgeois. La madre, una araña. El padre, devorado…], 5 marzo 08. Foto JPQ.
Bram Stocker y Kafka, entre tantos otros, desde Ovidio, nos enseñaron que bastaba con mirarnos al espejo para descubrir los rostros del demonio o monstruosos animales.
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Guillermo López Lacomba ha tenido una inquietante pesadilla, apenas menos tranquilizante: su primera novela, Historia de Arcadio (Ed. Renacimiento / Escuela de Plata) es un tratado sobre el saber, usos y costumbres de gallos y gallinas.
Gallos y gallinas que, con frecuencia, sufren y sangran como seres humanos.
La suya es una misteriosa parábola que por momentos me recuerda Escuela de Mandarines de Miguel Espinosa: el narrador arrastra al lector por la tierra florida de un mundo nuevo, extraño, misterioso, donde los hombres, las mujeres, ¿convertidos en seres de pesadilla?, deambulan felices e infelices, camino de la desolación encantada.
Poeta y científico, entomólogo de seres de ilusión, López Lacomba habla con la finura estoica de la más alta retórica clásica: puesto que estamos condenados a vivir y sufrir, hagámoslo con la elegancia suprema de la prosodia más alta. Dejemos, siquiera, el rastro del arte de hablar de otros tiempos pasados, la huella de quienes sabían vivir y morir con gracia.
Obra mayor de un artista solitario, que es la especie más digna y amenazada.
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