St.Germain-des-Prés, 28 marzo 08. Foto JPQ
Anales de Caína
¿Puede combatirse la desertización espiritual? ¿Cuándo comenzó en Caína tan desigual combate contra las riadas de basura corriendo por las calles y la inquietante proliferación de cementerios de mercancías averiadas..?
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[ .. ] En su nueva vida, Jorge Manrique solo tuvo algún comercio continuado con seres de fábula e ilusión. Y su trabajo de traductor emérito de algunos memorables pasajes de la Recherche proustiana lo convertiría, con el tiempo, en explorador y descubridor de inmensos territorios y tesoros submarinos; embarcado en la tarea sin fin de intentar salvar, rescatar, repoblar y hacer habitable el océano sin fronteras de todos los seres y las cosas convertidos en basura y cementerios de mercancías averiadas.
Imposible su instalación material en Toulouse, como hubiera sido su deseo, para estar más próximo de algunos amigos, cuando llegara la hora final, para todos ellos, Jorge Manrique terminó por encontrar una modestísima morada no muy lejos del diminuto pueblo de Born, la patria del legendario Bertrand, el señor de Autafort, en la ruta perigordina de unos antiguos caballeros de leyenda, en las afueras de una encrespada aldea donde unos labriegos huidos a la ciudad le alquilaron, a un precio irrisorio, una casa sin confort con unos palmos de huerta, que pronto hubiera desaparecido, víctima del abandono y las malas hierbas, si él no hubiera asegurado el entretenimiento y continuación de los trabajos de la tierra, a pesar de sus magros frutos. En aquel remoto refugio de una antigua y difunta cortesía, Manrique estaba provisionalmente a salvo de las catástrofes que se avecinaban. Pero también hasta allí llegaron los primeros ecos de las campañas victoriosas que dieron a César Arrigo el poder supremo.
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En Caína, la agonía del dictador tocaba a su fin. [ALLEGRO SUICIDA. 1. Variaciones sobre La Cruzada de los albigenses. Una primavera atroz].
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