La ideología mancha con afeites el rostro humano, sometido en nuestro tiempo a la cirugía estética audiovisual, maquillando la figura de un hombre o una mujer con las luces artificiales de la guerra publicitaria sin cuartel. Hay otras realidades humanas, incluso judiciales.
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LA SEÑORA PERSEGUÍA JUDICIALMENTE A LAS ASISTENTAS QUE NO PAGABA
Ségolène Royal, candidata derrotada a la presidencia de la República, aspirante al liderazgo de las izquierdas socialistas francesas, ha sido condenada por la justicia por “despido abusivo y arbitrario”, improcedente, de dos asistentas parlamentarias a las que pagaba parcialmente con dinero negro, siendo ministra delegada para la Enseñanza.
La condena definitiva del Tribunal de Rennes pone fin a una penosa historia de procedimientos jurídicos de la líder socialista contra sus asistentas, acosadas durante muchos años por reclamar sus salarios, que Ségolène se hacía rembolsar, parcialmente, en beneficio propio, cuando se compró una lujosa villa familiar, en Mougins, declarada al fisco por un montante muy inferior al precio del mercado en un lugar privilegiado de la Costa Azul.
Entre 1995 y 1997, Evelyne Pathout y una colega eran las asistentas parlamentarias de Ségolène Royal, ministra en funciones, compañera por entonces de François Hollande, padre de sus tres hijos, con quien había comprado en favorables condiciones fiscales una casa residencial en Mougins.
Ségolène pagaba a sus asistentas con dos sobres. Un sobre oficial. Y un sobre oficioso, en dinero negro, pagado por una asociación próxima al PS. Cuando Jacques Chirac disolvió la Asamblea Nacional, el 97, Ségolène despidió sin aviso ni indemnización a sus asistentas parlamentarias. “Madame Royal, se trata de una tragedia. Perder un sueldo de la noche a la mañana, embarazada, es un problema grave para mi familia”, suplicó Evelyne Pathout.
ACOSO MILITANTE
En vano. Ségolène se desinteresó de la situación precaria de sus empleadas. Y amenazó con perseguirlas judicialmente si protestaban. Comenzó entonces una dolorosa guerra de procedimientos. Las asistentas despedidas acusaban a la líder socialista de pagarlas con dinero negro. Ségolène las perseguía judicialmente por difamación. Las asistentas despedidas reclamaban varios meses de salarios no cobrados. Ségolène las perseguía por calumnias.
Las asistentas tuvieron que pasar varios meses en el paro, acosadas telefónicamente por audaces militantes anónimos. Las despedidas también tuvieron problemas para encontrar modestos laboralistas prestos a enfrentarse al influyente gabinete de abogados de una presidenta de Región y posible presidenta de la República, que había terminado rompiendo con el padre de sus hijos, amenazándolo con un navajazo íntimo: “Si pones en mi camino a otro candidato a la presidencia, no volverás a ver nunca a tus hijos”.
Ségolène todavía tiene como primer rival político al padre de sus hijos. Pero el Tribunal de Rennes la ha condenado sin apelación a pagar las indemnizaciones debidas a dos asistentas despedidas abusivamente, pagadas parcialmente con dinero negro, cuando la fortuna familiar le permitía a ella comprar su casa de recreo en Mougins.
Jorge Martín says
Estimado señor Quiñonero:
En una ocasión hace unos pocos años, como un conocido me preguntó si conocía a alguna persona que pudiera cuidar a su hijo por las tardes le pregunté a una mujer que cuidaba a mis dos hijas por la mañana si le interesaba la propuesta de mi conocido. Éste y su mujer, sobre todo su mujer, eran personas digamos de una ideología digamos «progre», no declaradamente izquierdista, más bien neohippy (perdón por la categoría). Bien, ese «progresismo informal antisistema» no impidió que la pobre empleada doméstica no tuviera horarios. Como sus nuevos patrones se dedicaban al teatro y no tenían horario su empleada tampoco lo tendría. La cosa duró muchas semanas. La empleada necesitaba el dinero. Cuando el 11 de septiembre de 2001, Al Quaeda derribó las Torres Gemelas la señora de la casa quitó hierro al desagradable asunto: todos los muertos eran yuppies, no había nada por lo que lamentarse.
Creo yo que sobran los comentarios.