Las llamaradas de nacionalismo futbolístico español, el debate catalán sobre Jaume el Conqueridor, me recuerdan sus diferencias con el nacionalismo francés y otros nacionalismos.
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ARTES NACIONALISTAS FRANCESAS
El nacionalismo francés, estatal, político, cultural, social, tiene raíces conservadoras, revolucionarias, culturales, cuya herencia está muy presente en las instituciones, la administración del Estado, los partidos políticos, las corporaciones culturales, el comercio nacional e internacional con el lujo, la gastronomía, las competiciones deportivas, la música ligera, las artes, el turismo, etc, etc, etc.
Desde hace décadas, ¿o siglos?, ningún partido o dirigente político francés ha considerado oportuno ceder a la reivindicaciones de un departamento vasco. Cuando Ségolène Royal (socialista) da una conferencia o mitin en el País vasco francés termina el acto con un sonoro “¡Viva Francia, Viva la República..!” con el que invita a ponerse en pie para cantar La Marsellesa.
Cuando la selección nacional de fútbol gana un partido, quienes se tiran a la calle, en particular, con banderas francesas, provocando atascos, son muy mayoritariamente los adolescentes y jóvenes negros y magrebíes de los suburbios.
La “moda francesa”, la “gastronomía francesa”, los “vinos franceses”, el “arte de vivir a la francesa”, etc., con algo más que marcas de promoción de productos nacionales. Los grandes cocineros franceses fueron los primeros en reclamar que la gastronomía francesa sea declarada patrimonio de la humanidad. Cuando una gran estrella francesa que triunfó en Hollywood se retira (Leslie Caron, inmortalizada en las grandes comedias musicales), lo más natural es montar un negocio de hostelería francesa, en su tierra.
LOS TROVADORES Y UN ATRACO GENIAL
En el terreno diplomático, el Quai d’Orsay tiene desde hace décadas el presupuesto financiero más grande, entre las grandes potencias, consagrado a la promoción de la cultura, al margen de la acción de las más diversas instituciones.
La industria francesa del cine se funda desde la inmediata posguerra (1945/46) con una legislación proteccionista que permite financiar el cine nacional imponiendo fiscalmente a las películas extranjeras que triunfan en Francia. “Es un atraco genial, contra Hollywood”, me confiaba, riendo, hace años, Claude Chabrol.
En el terreno estrictamente cultural, la Academia considera impensable que las “lenguas regionales” sean “reconocidas” en la Constitución. Con la excepción de Nicolas Sarkozy (partidario del reconocimiento institucional del corso, el vasco, el catalán, etc. Sarkozy y las lenguas regionales), ningún líder político de estatura nacional ha defendido nunca otra cultura que la “nacional, francesa”. Frédéric Mistral, patriarca de la cultura occitana, premio Nobel (en 1904, recibido al alimón con José Echegaray), todavía espera una edición de sus obras completas. Jean d’Ormesson, editor de una famosa antología de poesía francesa, nunca ha considerado oportuno incluir a los trovadores, y me comentaba, en su día: “Quiñonero, los trovadores no escribían en francés”.
El antiamericanismo representa un papel integral en la cultura francesa que no parece representar en la cultura de la España. Cervantes fue de carácter fuerte y escritó una comedia classica de gran calidad. Victor Hugo fue pomposo y creyó cada palabra que escritó…
Robert,
Bueno, buenooo…
Q.-