Montserrat, desde la E9, 4 agosto 08. Foto JPQ
Como el asesino perdido en el laberinto de sus pesadillas, vuelvo a la geografía de mis fábulas.
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Decíamos ayer…
[ .. ] Emboscado tras el seudónimo de C. Berges, Jorge Manrique tradujo una selecta antología de poemillas de Berceo y preparó con limpia pulcritud una edición muy parcial de la Cruzada de los albigenses que encantó a algunos ilustres romanistas por la riqueza verbal de su texto y, sobre todo, tuvo un éxito soterrado y muy vivo por las tierras donde perduraba, mal que bien, la leyenda de la herejía cátara, y mucho más allá, hasta las últimas estribaciones de la vertiente sur de los Pirineos orientales (siguiendo las rutas abiertas, siglos atrás, entre San Pere de Roda, el castillo de Berguedá y el monasterio de Ripoll), a través de un piélago de modestas librerías frecuentadas por un público muy joven y harto insatisfecho con la basura al uso y costumbre de la época.
La amenazada existencia volátil de ese inquieto público adolescente permitía albergar algunas esperanzas. O así lo creían aquel hombre solo y el joven editor que le dio trabajo, dispuesto a empeñar un modesto peculio familiar en la publicación de libros cuyo carácter perfectamente intemporal era una prueba de honesta confianza en la amenazada supervivencia de los negocios de la palabra escrita. Pero datan de aquellos años los primeros actos de sabotaje que preludiaban la inexorable marcha triunfante de personajes como César Arrigo, predadores sin escrúpulos, mancillando todas las palabras, envenenando todos los pozos de agua limpia, arrancando de cuajo todas las raíces de los hombres y los pueblos, pudriendo todas las semillas, prestos a imponer la aciaga tiranía de una horda desalmada, obedeciendo a los caprichos sonámbulos de un mono gramático. [ALLEGRO SUICIDA. 1. Variaciones sobre La cruzada de los albigenses. Una primavera atroz].
Marie says
Desde Salses, besos, Mr Q., que sus historias terminan con mis nervios, de puro cariño.
JP Quiñonero says
Mme. Marie,
¡Qué ilusión me hace su recuerdo..! Mis insurrectos mueren camino de Tolosa / Toulouse, como aquellos otros albigenses, si usted recuerda,
Q.-