Roy Lichtenstein, Drowning Girl (1963).
Basta con abrir un periódico para advertir como se utiliza la navaja trapera de la difamación para destruir o intentar destruir hombres, mujeres y familias, con fines políticos filantrópicos.
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Los historiadores de las pasiones (que los hay, recuerdo los cinco monumentales volúmenes de la History of French Passions (Ambition and Love; Intellect and Pride; Taste and Corruption; Politics and Anger; Anxiety and Hypocrisy, de Theodore Zeldin), los historiadores de la pasiones, digo, han sentido hasta ahora muy poco interés por reconstruir la importancia del odio y la difamación, como instrumentos para morder, amedrentar y destruir seres humanos, en Caína, con castiza ferocidad cuartelaria, propia y bien actual.
Me tomo la libertad de aportar algunos elementos de trabajo:
[ .. ] semanarios como Pubis Popular fueron vehículos ideales para promover la compraventa de almas muertas, traficando la carnaza de escándalos de culo y cama; ofreciendo fotografías en color de variopintas obscenidades, para mejor ilustrar historias de eterna guerra civil; desenterrando cadáveres amortajados en papel de periódico, utilizados como despojos descuartizados, con el único fin de poder vender, a la puerta de los cines, cucuruchos con pipas, menudillos y sobras humanas. Las primerísimas entrevistas de Lucía Luengo con personajes de presumida humanidad, repescados en el río revuelto del exilio interior y los destierros parisino y americano, daban a Pubis Popular su aura de morgue filantrópica, usando mucha melaza verbal para maquillar sus fantasmas cainitas, utilizados como títeres sin cabeza con los que engañar y seducir de manera endemoniada al desmemoriado público sordomudo.
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Pero bastaba con que un joven periodista pretendiera ser honesto e intentase hacer preguntas indiscretas, en una rueda de prensa (deseando esclarecer los tenebrosos misterios que se sucedían de manera atropellada e incomprensible ante las pantallas de televisión), para despertar terribles sospechas intolerables. Y los más altos responsables de la seguridad del Estado, comenzando por Julián Barroso y Rodolfo Vara, se lanzaban automáticamente contra aquel intruso, para morderlo, amedrentarlo, difamarlo y destruirlo, por todos los medios, con la más grosera ferocidad cuartelaria, echando carnaza lúbrica a las fieras, dando pábulo a odiosas insinuaciones sobre sus licenciosos hábitos nocturnos, acusándolo de chorrear aceite por la culata. [Una primavera atroz. ANDANTE SOSTENUTO PARA UNA NOCHE DE INVIERNO, 2. Tumbas de cal y rosas. [ .. ] PRESTO MORTAL. 6. Ventrílocuos, arquitectos y diablos.]
¿Pubis Popular? Creo que la tuya, Juan Pedro, es una roman á clé… Vas a tener que publicar un glosario con las equivalencias (algo parecido hizo Umberto Eco, con El nombre de la rosa).
Saludos.
J.
…¿¿¿????… ¡¡¡!!!!… Mr Q., usted…
Joaquín, MmeMarie,
… Joaquín,
Bueno… un poco de eso hay, por momentos. Pero creo que todo se entiende, sin necesidad de muchas claves. En ese caso concreto, sin duda. En otros -nombres de personajes-, la cosa quizá sea mucho más vidriosa.
… MmeMarie,
… pero, espero que no me diga que se escandaliza por un pubis popular de más o de menos…
Q.-