Cuando las tormentas financieras ya azotaban de mala manera la escena mundial, desde hacía meses, el presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), un actor de primera envergadura, vivía una íntima tormenta pasional, en el lecho de una amante no sabemos si ocasional…
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GLORIA Y CALVARIO DE UN SEDUCTOR BAJITO
La gestión, el dinero, las mujeres y la seducción catapultaron a Dominique Strauss-Kahn (1949, DSK) a la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero también han sido la cruz de un dorado calvario personal sembrado de escándalos y huellas de incontables batallas de amor, ambición, sexo y política.
Nacido en el seno de una acomodada familia judía, crecido en Marruecos, antes de estudiar en París en las mejores escuelas de negocios, economía y leyes, DSK comenzó siendo un niño prodigio que se casó a los 18 años y fue rapidísimo padre de tres hijos.
“Era un profesor encantador, que seducía a sus alumnas hablándonos de economía política”, diría de él Nicole Notat, ex dirigente del segundo sindicato más influyente de Francia (la CFDT), recordando los primeros años del joven profesor que comenzaba una carrera política a paso de carga.
Educado entre Marruecos, Francia y el Reino Unido, hablando con fluidez francés, inglés, alemán, español y judío, decidió estudiar árabe coloquial cuando su carrera política lo condujo a la periferia de París, años más tarde. Esa fluidez encantadora, en varias lenguas, precipitó su primera crisis matrimonial, en un lustro corto. El jovencísimo padre de tres hijos encontró un nuevo y apasionado amor en brazos de una gran “comunicadora” parisina, madre de su cuarto hijo.
JÓVENES Y BELLAS PERIODISTAS
La vida matrimonial más intensa corría pareja a una vida política vertiginosa. En apenas quince años, DSK pasó por todas las familias del PS, sin “casarse” con ninguna, pero poniéndose al frente de la gestión de una cooperativa estudiantil que terminó estallando con gran escándalo. Ya ministro de economía y finanzas (1995), se vio forzado a dimitir, víctima del escándalo de aquella cooperativa, de la que cobraban sueldos ilegales muchas de sus amistades masculinas y femeninas.
Convertido en figura emergente del socialismo francés, a mediados de los años noventa del siglo pasado, DSK se ganó una justa fama de hombre “galante”, “casanova”, que terminaría arruinando su segundo matrimonio, tras conquistar a una de las periodistas más famosas y ricas de Francia, Anne Sinclair, heredera de un legendario marchante de arte neoyorquino, Paul Rosenberg, divorciada de otro periodista célebre, Yvan Levaï, que la traicionaba con las más jóvenes colegas radiofónicas.
La pareja DSK – Anne Sainclair fue durante varios años una pareja casi ideal. “Dominique -confiesa uno de sus íntimos- era feliz, con una mujer rica, famosa. Pero tenía el gusanillo de la política. Se le metió en la cabeza ser presidente de la República”.
LECHOS DE PLUMAS
Entre su primer y tercer matrimonio, con cuatro hijos de los dos primeros, DSK no solo podía aspirar a conquistar el PS y la presidencia de la República. Era amigo de la más selecta elite del poder financiero. Pasaba por ser un socialista “reformista”. Sabía hablar a banqueros y señoras, para horror de sindicalistas y de su propia esposa.
La carrera de DSK hacia el Elíseo fue un fracaso. Pero Nicolas Sarkozy apreciaba a su rival. Y lo propuso como candidato de Francia a la presidencia del FMI. El gran seductor parisino desembarcó rápidamente en Washington, acompañado de una esposa que instaló en sus salones familiares varios monets (sic) de su propiedad. A los pocos meses de llegar a Washington, DSK comenzó a intercambiar correos con una economista de buen ver. Correos que terminaron en un lecho de plumas.
“Tuve un incidente familiar a primeros de año”, admite DSK, cuando se sospecha que esa aventura con una economista de origen húngaro, Piroska Nagy, casada con un economista argentino, Mario Blejer, pudo terminar con la concesión de favores económicos. Hay quienes sospechan que DSK pudo exigir el despido de su última amante, para intentar salvar su matrimonio.Vaya usted a saber.
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