A las tantas, con el pie en el estribo, de nuevo, a la espera de nueve o diez horas de coche / carretera, B* me sugiere que me deje de elecciones vasco / gallegas y guerras estadounidenses, para darle una “perspectiva parisina” sobre las desventuras de Ingrid Betancourt. Y me sale algo pasablemente ácido.
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ALTANERÍA SELECTÍSIMA
Las sirenas más tentadoras de la vida cosmopolita, en París, dieron a Ingrid Betancourt unas armas y encantos indudables, pero quizá la privaron del realismo imprescindible para hacer carrera política en su patria, acentuando la altanería de ciertas elites filantrópicas, siempre coquetas con las novedades más inflamables.
Hija de político y diplomático, beneficiándose del destierro dorado de una embajada en la Unesco, Ingrid se educó con las más selectas elites, entre quienes conoció a su primer marido y mejores amigos (Dominique de Villepin, formado en la misma escuela, víctima de la misma y negra soberbia).
En Sciences Po. se trató con los jóvenes llamados a gobernar Francia, a la izquierda o la derecha, tanto da, maquillada su cultura política con el barniz snob del izquierdismo de salón, el ecologismo de revistas de lujo y el bonapartismo de quienes se creen llamados a redimir al pueblo, gracias a su carisma, sus ideas filantrópicas, su vocación redentora, cultivada en los más selectos salones.
Víctima de tan selectísima formación, Ingrid volvió a su patria para meterse en la boca de sucesivos desastres, con la ligereza propia de las estudiantes parisinas de ciencias políticas, totalmente convencidas de que los obreros, los asesinos, los traficantes de drogas y hasta la realidad se confunden con las fotos a todo color de las revistas ilustradas que ellas leen desde la infancia.
Secuestrada, como consecuencia inevitable de su comportamiento irresponsable, nada más natural que la joven temeraria “sedujese” (¿?), con mano de hierro y guante de seda, a una banda de criminales siempre atentos a las modas filantrópicas. Para terminar sin entenderse con unos colegas de atroz secuestro, menos cosmopolitas, menos encantadores, menos atraídos por la gloria audiovisual.
Cómo dudar que el lenguaje político de cierta prensa filantrópica parisina, muy radical chic, pudo “seducir” a una tropa de asesinos y secuestradores, educados en una literatura tan semejante… Cómo dudar que esa literatura está muy alejada del sufrimiento de hombres y mujeres insensibles a las sirenas del egoísmo filantrópico.
- Américas y Personajes, en este Infierno.
Excelente perfil. Enhorabuena.
Cada vez que oiga le nombre de señora Betancourt, recuerdo cuando Uribe hizo esa brillante operación de rescate. Cada vez que oiga el nombre de Dominique de Villepin, recuerdo su discurso lleno de demagogia en el Consejo de Seguridad.
Juan Luis, Robert,
… Juan Luis,
Hombre, gracias.
… Robert,
Algo parecido me ocurre a mi, oye,
Q.-