Siècle du jazz / El siglo del jazz (Museo Quai Branly) recuerda algunos de los jalones de una gran historia por escribir: las relaciones entre el jazz, el arte, la fotografía y el cine del siglo XX. Historia que se confunde con el hundimiento de un mundo antiguo y la floración de nuevos mundos que apenas comenzamos a explorar.
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BillieHoliday,enunlegendarioretrato de Carl Van Vechten, 1949.
DEL ARTE NEGRO A LOS ISMOS
Los orígenes del jazz se pierden a primeros y mediados del siglo XIX, en los EE.UU. Pero, quiere la leyenda que la palabra jazz se utilizase por vez primera, en 1913, en un artículo publicado en California, en el San Francisco Chronicle, titulado: “A Futurist World”… Ese “mundo futurista” anunciado por el cronista californiano es indisociable de uno de los primeros aldabonazos subversivos del siglo XX: el Futurismo artístico italiano / europeo.
Ese primer vínculo semántico, nada accidental, se estaba ramificando de manera vertiginosa. El “arte negro”, que irrumpe en el arte occidental contemporáneo a través de Picasso y André Breton, entre tantos otros, establece una hondísima relación original.
HARLEM SEDUCE A EUROPA
Con una brizna de hipocresía cínica, Picasso le contaba a Senghor, uno de los dos patriarcas fundadores del concepto poético y cultural de la Negritud, que el arte moderno estaba llamado a dinamitar el mundo antiguo, para beber en los pozos de agua virginal (Joan Maragall dixit) del “arte negro”.
“Arte negro”, justamente, el jazz, irrumpía musical, cultural y socialmente en un Harlem neoyorquino en cuyo renacimiento participaron grandes artistas de la época. “Arte negro” que fecunda todas las artes de nuestra civilización y abre una formidable ruta trasatlántica. El jazz irrumpe en los cabarets de Berlín, Londres y París, al mismo tiempo que estalla el fabuloso castillo de juegos artificiales de unos “ismos” historiados como nadie por Ramón Gómez de la Serna, a caballo entre París, Madrid y Buenos Aires.
BroadwayBoggie-Woogie,dePM.
Un cuadro legendario de Mondrian, Broadway Boggie-Woogie, sellaría de manera emblemática la fecundación mutua del jazz y las artes plásticas del siglo XX. Warhol estuvo fascinado por Salvador Dalí. Jean-Michel Basquiat adoraba a Charlie Parker, una de cuyas biografías canónicas (la de Ross Russell) relababa sistemáticamente a sus mejores amigos. Los surrealistas, Picasso, Van Dongen, Picabia, Kupka, Matisse, Pollock, Tapies, entre muchísimo otros grandes maestros, tuvieron un diálogo íntimo con el jazz. Movimientos importantes, musicales y artísticos, como el pop crítico y el free jazz, se enriquecieron mútuamente.
Las relaciones entre el jazz y el cine también tienen algo de “concubinato” original. Baste recordar The Jazz Singer, de Alan Crosland (1927), que un puesto tan capital tiene en la historia del cine sonoro. La magna historia de la comedia musical americana ocupa por sí sola grandes capítulos de esa historia de amor, inconclusa.
NEGROS HOMBRES INVISIBLES
De Astaire y Louis Armstrong a Clint Eastwood, de Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Billie Holiday, Charlie Parker o Coltrane a Warhol (cineasta) a Paris Blues (Martin Ritt), o Round Midnight (Bertrand Tavernier), buena parte de la historia del cine pasa por ese hondísimo diálogo entre el jazz y grandes creadores cinematográficos.
Un capítulo aparte, por sí solo, también lo merecen las relaciones entre jazz y fotografía. La obra y retratos de Carl van Vechten (albacea testamentario de Gertrude Stein), entre los que figuran varias obras maestras consagradas a Billie Holiday y Ella Fitzgerald, ocupan un puesto eminente. Se trata de un capítulo vastísimo y por explorar, en bastante medida. Toda la gran fotografía en blanco y negro estadounidense está “tocada”, en cierta medida, por la “negritud” de una presencia visible o invisible (El hombre invisible fue el título de una novela legendaria de Ralph Ellison) del jazz y su “arte negro”.
LA MÚSICA DE LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS
JosephineBaker,París,Revista Negra, jazzbandismo.
¿Cómo pudieron influirse mutuamente el jazz, las artes plásticas, la fotografía y el cine? Parece palmario el diálogo entre músicos y artistas, creadores. Quizá sea evidente que la eclosión del jazz coincide en la historia de las artes del siglo XX con un gigantesco proceso de hundimiento de todos los valores del arte florecido con el Renacimiento. ¿Cuál es la relación íntima, si es que existe, entre tales procesos? Siècle du jazz / El siglo del jazz, comisariaza por Daniel Soutif, ayuda a fijar algunos jalones esenciales.
Por el contrario, Siècle du jazz / El siglo del jazz insiste poco en otro gigantesco océano por explorar: las relaciones entre jazz y literatura… Solo recordaré, en castellano, la obra magna de Ramón Gómez de la Serna, que confería al jazz una dimensión de música profética, sacra, a la altura de las profecías del Nuevo Testamento: “El jazzbandismo cambia la ilusión del fin del mundo y habréis de saber que cuando llegue su último día no serán trompetas lo que suenen, sino más el enorme jazz, el jazz triturante y resurrectante, a cuyo son caerán las ciudades y se despertarán los muertos…” Nadie como Ramón ha hecho en la literatura universal una apología literaria tan honda, esperanzadora y mesiánica del jazz.
Lauro says
Fotografía, literatura, jazz y, además, París se aunarán tantas veces y con tanta belleza en la obra y en la vida del gran Julio Cortazar. La literatura inglesa, por su parte, tiene a uno de sus mayores poetas como uno de sus mayores conocedores, críticos y amantes del jazz que puedan conocerse: Philip Larkin. Sugiero que lean un artículo de Enrique Martín Ferrera titulado >
JP Quiñonero says
Lauro,
Oye, pues llevas razón. Cortazar, El Perseguidor, In Memoria, ChP, entre otros cronopios y cronopias (sic) tienen un puesto glorioso en esas historias. Sin olvidar, en efecto, al fenomenal Philip Larkin, claro,
Q.-
José Julio Perlado says
Me ha encantado, Juan Pedro, tu texto sobre el jazz. Tan lleno de información y de evocación, abierto a tantas ramificaciones, autores, corrientes y lecturas.
Como siempre, un abrazo madrileño.
JJP
JP Quiñonero says
José Julio,
También a mí me encanta tu finura a la hora de recordar hasta qué punto Escribir en Madrid es llorar, si.
Abrazos parisinos, pues,
Q.-
Vicente Carreño Carlos says
Estoy en casa leyendo el blog de Juan Pedro Qiñonero; en la Rambla de la Santa, al otro lado de la Plaza de la Balsa Vieja, llaman a la puerta… es la señora que reparte paquetería, me trae un libro: Retrato del artista en el destierro. Por fin me lo entregan. Con emoción comienzo a mirar en la última página y ahí en las cuatro lineas finales aparecen sus nombres,- Juan y Luz-…en mi cara se dibuja una sonrisa. Despues veo la foto de la contraportada y la dedicatoria.
Un abrazo.
maty says
Tiempo ha -incluso lo llevé a la mesa electoral del referéndum de l’Estatut de Catalunya, donde era presidente de mesa- leí Retrato del artista en el destierro. Una gran lectura, muy recomendable. Y, sobre todo, excelentemente escrito, aunque abusaba intencionadamente de párrafos largos emulando a Proust creo, por lo que solía releerlo y volvía a disfrutar de la sintaxis y el léxico.
Algún día, espero que antes de pasar a mejor vida, el autor recibirá el reconocimiento que merece en la Literatura española. Si no lo creyese firmemente no lo diría.
Cambiando de tercio, hoy estoy escuchando vía Spotify a la gran vocalista de jazz Dianne Reeves, que recomiendo también.
JP Quiñonero says
Vicente, Maty…
Madre del Señor…
… Vicente,
El libro empieza casi allí mismo, en La Tercena, claro está. Te deseo lo mejor, para ti y los tuyos, con un amistoso abrazo.
… Maty,
Ayayay… me meto debajo de la pesa, sin saber qué decir, oye. Anda, anda…
Q.-
Nina says
Habra que venir a Paris, sin duda…
Enrique M.F. says
Gran artículo, señor Q.
¿Y qué me dice del parisino BORIS VIAN y su literatura fecundada por el jazz?
Lástima no poder ir al Quai Branly esta primavera.
JP Quiñonero says
Enrique,
Oye, gracias.
Llevas razón en lo de Boris Vian. En realidad, la expo. intenta valorar las influencias negras en el arte, el cine, la fotografía… pero concede poco espacio a la literatura, que merecería un capítulo entero, claro,
Q.-
PS. Si pudieras suprimir lo de «señor» y dejarme en Q. o Quiño, a secas, te lo agradecería.