Las Américas discuten de sus problemas y futuro en Puerto España. Pero España está ausente en cuerpo y alma de esa cita estratégica.
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España no puede participar en la V Cumbre de las Américas, en la capital de Trinidad y Tobago -donde se reúnen los 34 jefes de Estado y gobierno de la OEA-, al no pertenecer a una organización donde el español es la lengua de la inmensa mayoría de sus miembros.
Pero hubo un tiempo, cuyo rastro se pierde con los sucesivos gobiernos de Felipe González y José María Aznar, en que la palabra y la influencia de España eran mensurables políticamente en las Américas. González es consejero de uno de los hombres más ricos del mundo, mexicano de nacimiento. Y Aznar da concurridas conferencias en Washington.
La diplomacia ideológica del presidente Zapatero dilapidó esa herencia, con sus primeras aproximaciones diplomáticas hacia Evo Morales y Hugo Chávez. El indigenismo de Morales atizó la más vieja y atroz hostilidad contra España. El bonapartismo petrolífero y las relaciones de Chávez con Moscú, Teherán y Pekín socavaron los cimientos de varios procesos de integración política suramericana, provocando sucesivos esperpentos diplomáticos. La estéril ambigüedad hacia la Cuba de Castro recordó la más palmaria insignificancia…
Así las cosas, el peso e influencia de España en las Américas decreció significativamente durante el último quinquenio. Cuando la V Cumbre de las Américas echará los cimientos de un nuevo diálogo con Washington, el declive americano de España, ensimismada en sus castizos problemas internos, coincide con la emergencia de nuevas potencias regionales. La historia, la cultura, la lengua permitían a González y Aznar soñar para España con un puesto de “intermediaria” entre las Américas y Europa. Hoy, es Sarkozy quien intercede por Zapatero en Washington, cuando Lula y Calderón sostienen con Obama un diálogo diplomático global, en Puerto España.
- Diplomacia, Américas y España en este Infierno.
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