Europa y España necesitan más inmigrantes. Pero la crisis, el racismo, la xenofobia pudren y maquillan tal realidad con las carátula del odio, cuando la inmigración emerge como uno de los grandes debates que hipotecan el futuro mismo de Europa.
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Las elecciones al Parlamento europeo atizan sus flecos más inflamables en Italia, Francia, Holanda, Reino Unido, cuando demógrafos, economistas y políticos perciben el problema desde posiciones enfrentadas.
Para los demógrafos, no hay duda: Europa envejece peligrosamente para su prosperidad. Los economistas sacan una consecuencia inmediata: Europa necesita mano de obra inmigrante para poder producir más riqueza. Los políticos perciben una realidad muy distinta: las poblaciones europeas viven con inquietud y hostilidad la “invasión” de inmigrantes de distinta raza, religión, cultura, dejándose arrastrar por las sirenas del racismo, la xenofobia, el odio.
El Programa de La Haya (2004) fijó diez grandes prioridades, para intentar echar los cimientos de una posible política europea de la inmigración. Pero los flujos migratorios, las nuevas formas del tráfico de seres humanos, la crisis, atizan tensiones de nuevo tipo. La Comisión vuelve a proponer la gestión común de la inmigración, dentro del espacio policial de Schengen: las políticas policiales de los 23 miembros de ese espacio europeo de la seguridad interior son ya manifiestamente insuficientes. Y la tentación es grande, aquí o allá, de tomar medidas nacionales “más expeditivas” contra la inmigración ilegal.
Los dos políticos más populares de Europa, conservadores, Silvio Berlusconi y Nicolas Sarkozy, conocedores eméritos de los tejidos electorales italiano y francés, han desenterrado el tema inflamable de la inmigración como arma electoral. Intentando armonizar las necesidades demográficas y económicas (más inmigrantes) y los reflejos populistas (hostilidad contra la inmigración), Sarkozy avanzó el concepto de “inmigración controlada”: mano dura contra la inmigración ilegal, y puertas abiertas a una cierta inmigración “de élite”. La crisis, el paro y la angustia social, de europeos e inmigrantes, quizá esté socavando ese concepto político.
- Inmigración en este Infierno.
- Démographie de l’Union européenne.
- Politique de l’immigration de l’Union européenne.
- Bruxelles propose un système commun pour gérer l’immigration aux frontières Schengen.
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Lauro says
Distinguido Q.,
Me permito la siguiente pregunta:
¿Y si la riqueza, tal como nos hacen concebir y hacia la que orientan y pretenden consagrar como el horizonte al que llaman con esta palabra, significara, finalmente y sin posibilidad de manipulación, auténtica pobreza? ¿Y si pobreza significara riqueza? Creo que los abordajes de los problemas del mundo no deberían ejecutarse desde el barco pirata «Economía» sino desde los conocimientos aportados al mundo por los grandes sabios de la Lingüística, que es la denominación de debería haberse decidido para lo que hoy llamamos Sociología o Psicología, etc.
JP Quiñonero says
Lauro,
Menudo embolado… Georges Bataille soñaba con escribir algo así como una economía política de lo sagrado, basada en el concepto de potlatch, que tomaba a unos indios de no recuerdo que hemisferio. A juicio de tales indios… el más rico no era el que más amontonaba, si no el que era capaz de ser más generoso… poniendo en práctica tan generosa visión del mundo, se hundieron en un abismo de pobreza, o algo así.
Lo “sensato” sería -me digo, sin hacerme ilusiones- que lo bueno, lo justo y lo bello fuesen “rentables”. La historia del arte contemporáneo prueba lo contrario.
Dicho todo eso, vaya usted a saber. Hay economistas honrados y hasta geniales. Y lingüistas insoportables. Borges temía que no estuviésemos maduros para alguna forma de anarquía vagamente sensata. En todo eso de la política y la economía… lo único que me atrevo a desear es algo vagamente honrado y razonable, dentro de un orden. Sin ninguna ilusión, hélas,
Q.-