JCOnetti y JLBorges, dos genios frente a frente. Años 70 del siglo XX.
Cuando Juan Carlos Onetti llegó a Madrid, desterrado ya para siempre de su patria natal, solo estábamos esperándolo en Barajas, aquella mañana, tres personas, Francisca Aguirre, Félix Grande y el modesto reporter Tribulete que yo era…
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Han pasado algunos años.
¿Debo recordar que Onetti es uno de los más grandes novelistas de todos los tiempos, en lengua castellana? Un grande entre los grandes: Borges, Cortazar, Rulfo, Paz, Lezama. Pocos más. Los Vargas Llosa y García Marquez ya son gente bien, de otra estatura.
Cuando vuelvo a Onetti (y Juan Benet, por las mismas razones íntimas), Raúl Maícas Pallarés, que dirige la revista Turia con tanto brío, desde hace tantos años, me anuncia la publicación de un relato inédito en un número de su revista consagrado a Onetti, coordinado por Fernando Ainsa, que ha contado con la colaboración de colegas como María Angélica Petit, Víctor Bravo, Néstor Ponce, Antonella Cancellier, Ana Gallego, Fernando Curiel, Hugo J. Verani, Pablo Silva, Paco Tovar, Eduardo Becerra, Milton Fornaro, Hugo Burel, Hortensia Campanella, Ignacio Echevarría, Javier Goñi, Félix Grande, Fernando Iwasaki, Pablo Pérez Rubio, Cristina Peri Rossi, Angel Rodríguez Abad, Julio María Sanguinetti y Oscar Sipán
Ese relato inédito no figura todavía en las obras completas y fue entregado a la Biblioteca Nacional de Montevideo por su hija Isabel María, el pasado 20 de marzo en un acto solemne presidido por la Ministra de Cultura del Uruguay. Sus siete páginas amenazadas de deterioro han sido digitalizadas de inmediato y están a disposición de los investigadores del Archivo Onetti del Uruguay donde ya se conservan 3.687 documentos donados por su viuda, Dolly Muhr, en mayo de 2007.
Es para mí un grandísimo honor poder publicar las primeras líneas de ese relato inédito, gracias a la generosidad de Raúl Maícas Pallarés, que ha tenido la amabilidad de autorizarme.
El último viernes
Juan Carlos Onetti
EN cuanto lo hicieron pasar, Carner comprendió que aquel viernes iba a ser distinto. Creyó recordar tímidas premoniciones, trató de protegerse despidiéndose de la larga sala de espera que acababa de dejar, de la noche o el día eternos que imponían los tubos fluorescentes, de la humanidad pobre y silenciosa que se rozaba los hombros en los bancos sin respaldo, conservando rígidos los cuerpos durante horas, temiendo que su abandono significara la renuncia a su esperanza. Se despidió de tantas semejantes, confundibles tardes de viernes que había elegido para visitar a Miller o ya, desinteresadamente, para visitar la Jefatura, atravesar el saludo de policías de uniforme; y perder la noción del tiempo entre los hombres y mujeres que llenaban la sala de espera, sin rostros, sustituibles, tal vez diferenciados en secreto por anécdotas de la desgracia. Había elegido los viernes porque era su día franco en el diario y porque Hilda lo usaba para ir a la iglesia. Había olvidado la probabilidad de un gran empleo en provincias, y gastaba en paz los viernes oyendo fanfarronear a Miller, fumándole los cigarrillos, midiéndole la miseria, haciéndolo feliz con su atención y aceptándole los billetes doblados que le ponía en la mano al despedirlo. Comprendió que aquel viernes iba a ser distinto, y acaso el último, porque Miller modificó de manera absoluta la farsa de la recepción y también el papel que le había asignado. No lo esperaba sonriente en el medio de la habitación, pequeño, cordial, gordo, juvenil, alargando los brazos para tomarle una mano y… [ .. ] [Turia, junio 2009. Juan Carlos Onetti, El último viernes].
Juan Carlos Onetti, Página oficial, Wikipedia, Padrino oculto e inquietante de la literatura latinoamericana.
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El lobo estepario says
Bianco, Donoso
JP Quiñonero says
Lobo…
Si, claro. Sábato, Bioy Casares…
Q.-