“Temo que no hemos tenido una clase política tan inútil o sin falta de escrúpulos en mucho tiempo”, me comenta S*, catedrático de filología hispánica.
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Afirmación que, en verdad, nada me cuesta compartir y abunda en el desencanto cívico, la desilusión, la furia contenida de todas las amistades con quienes me cruzo aquí y allá, dejando en suspenso las cuestiones esenciales…
-¿Puede una clase política inútil y falta de escrúpulos acometer los problemas de fondo donde está hipotecada la vida de las gentes más frágiles y peor pertrechadas para salir adelante…?
-¿Hacia donde nos lleva el galimatías de estacazos, matarratas e ideas muertas que domina la escuálida y arcaica “vida política”…?
Las últimas bombas de ETA hacen más visible, si cabe, la patética consternación precipitada por una minúscula banda de criminales, envalentonados por el ensangrentado caos que son capaces de precipitar.
Muchas cesiones y mucho hacerse el bueno y poner la otra mejilla nos ha llevado a que, aunque son poquitos y cobardes, siempre tengan la última palabra, o mejor dicho, la última bomba.
Así es. Lo de ceder el paso a la juventud no siempre es aconsejable.
Concha, Ángel…
Concha,
Penúltima palabra, penúltima bomba…
Ángel,
«Leer algún libro alguna vez no hace daño«, dicen que le dijo Margaret Thatcher a uno de nuestros más grandes políticos,
Q.-
«…en el desencanto cívico, la desilusión, la furia contenida de todas las amistades con quienes me cruzo aquí y allá,…»
Lo que más me preocupa es que no puedo evitar un cierto sentimiento de lejana superioridad sobre ellos, como si la distancia se hiciera ya tan grende que fuera imposible acortarla en esta vida.
Luis,
Creo comprenderte y compartir lo esencial. Tú / nuestra tragedia… somos especies en vía de desaparición, cuando la proliferación de alimañas se me antoja temible, inquietante…
Q.-