«Decíamos ayer…» 19 marzo 2005.
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MarinaTsvetaeva, Marina Tsvetáyeva.
Hace siglos… H* me habló por vez primera de Marina Tsvétaïéva paseando por la perspectiva Nevski, en un San Petesburgo de otra época.
Desde entonces, vuelvo a ella con irregularidad secreta. Siempre me ilumina y me siembra con cosas siempre nuevas.
J. Brodsky decía que la Tsvétaïéva es una de las voces más singulares de la poesía rusa contemporánea. De ella y de Anna Akhmatova también me atrae la belleza serena, melancólica y fugitiva de algunas de sus fotos.
Durante el último semestre, cada noche leo una página de Faulkner, para mantener intacta una llama que me es muy útil a la hora de escribir cosas personales, cada mañana, entre las 4 y las 7.
Hoy lo dejé todo para releer a salto de mata viejos poemas de Tsvétaïéva. Espoleado por Emma B., abro al azar la antología que tengo más a la mano y leo en voz alta un poema de juventud, de 1915. Y ahí está, intacta, la luz de una casa encendida, que no es la mía ni la de Luís Rosales -a quién tanto le debo, por otras razones-. Una casa de la que no sé nada. Ni siquiera donde se encuentra. Aunque entro en ella y todo está iluminado. Allí me espera una mesa con el mantel puesto, donde alguien a quien desconozco me ofrece el pan y el vino del poema de Tralk comentado por Heidegger. Amén. Marina Tsvetáyeva y La casa encendida.
- Luis Rosales y el árbol de su casa encendida.
- Imprescindibles para sobrevivir y Personal en este Infierno.
José Julio Perlado says
Grandes lecturas, Juan Pedro, muy de mañana y de noche.
Para tí, que has hablado tan fervientemente de la palabra, este apunte sobre imágenes y palabras.
Un abrazo.
JJP
JP Quiñonero says
José Julio,
Graciasssssssssssssssss
Q.-