Hay algo de shakesperiano (tropical) en esta historia de sexo, ambición, política y tragedia, acelerada por un hombre joven que decidió pegarse fuego, donar su vida en sacrificio por los suyos, que también somos nosotros.
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LaTribune / The Economist, 22 enero 2011. Clanes familiares que “explotaban” Túnez en beneficio propio.
BELLEZA Y LITERATURA BUROCRÁTICA
Gracias a su ambición, belleza, artes de la seducción, sucesivos amantes y esposos, con escrúpulos a geometría variable, Leila Trabelsi (Túnez, 1957) dejó de ser una modesta peluquera de barrio para convertirse en primera dama de su patria y una de las mujeres más influyentes del mundo árabe, cuya fortuna, amontonada gracias a la corrupción mafiosa de toda su familia y dispersa en Europa, América del Sur y los países del Golfo, se evalúa oficiosamente en unos 5.000 millones de euros.
Según varios biógrafos oficiosos, sus padres, Saïda y Mohamed Trabelsi, fueron modestos comerciantes. Y Leila creció en un barrio pobre de Túnez, donde sus once hermanos (y alguna hermana, quizá) apenas pudieron cursar estudios de primera enseñanza. Con los años, los biógrafos a sueldo de su segundo esposo y presidente, le atribuirían estudios de bachillerato, una licencia en derecho, incluso un diploma en “literaturas contemporáneas”. Literatura burocrática de la derrocada tiranía tunecina.
ASESINATO POLÍTICO
Otros biógrafos le han atribuido un título de bachiller y una licencia en Derecho, conseguidos por “correspondencia”, ya pasados los cuarenta años y convertida en influyente presidenta consorte.
Mucho mejor confirmada está su condición profesional de peluquera, “con salón propio”, en un barrio de su ciudad natal. Fue en su peluquería donde conoció muy joven a su primer esposo, del que se divorciaría a los tres años cortos. No está claro si hubo o no hubo hijos de ese primer matrimonio fallido.
Apenas divorciada, Leila encontró muy pronto un nuevo amor, de cierta relevancia, un industrial con una sólida situación económica, Farid Mokhtar, cuñado de un personaje que ocupa un oscuro puesto en su biografía íntima, Mohamed Mzali, desaparecido en “misteriosas” condiciones que sugieren un asesinato político.
DE LA PELUQUERÍA AL GOLPE DE ESTADO
Peluquera, joven, bella, ambiciosa, Leila Trabelsi era ya una mujer con mucha experiencia con poco más de 20 años. A su primer matrimonio fallido siguió una época de viajes, descubrimientos, tráficos y amoríos diversos. Circulan varias historias sobre el momento y circunstancias en que la joven peluquera conoció a su futuro esposo, Zine El Abidine Ben Ali (21 años mayor que ella), militar formado en Francia y los EE.UU., que había comenzado su carrera como Director general de la Seguridad de Burguiba y ya había trabajado en las embajadas de Túnez en España y Polonia.
No está claro como Leila y Ben Ali se convirtieron en amantes. Pero la cronología de sus relaciones amorosas coincide con las ambiciones políticas del antiguo burócrata policial. El amor, el lecho, la carne mortal también despertaron en Ben Ali las más irrefrenables ambiciones políticas, sin miedo al recurso del golpe de Estado.
EL CALABOZO Y LA SEDUCCIÓN
Los mejores especialistas de la historia íntima de la pareja estiman que se conocieron en un calabozo, o una dependencia policial, donde Leila había sido encerrada tras su detención en una aduana, cuando intentaba pasar productos de belleza y artículos de lujo. Según esa versión, la joven peluquera descubrió muy joven su pasión por las joyas. Y comenzó a ganar dinero con pequeños tráficos ilegales, con viajes en avión entre Túnez y París. Hasta que fue detenida.
En un calabozo o dependencia policial, Leila llegó a conseguir ser recibida por las más altas jerarquías, hasta llegar a Ben Ali, el hombre fuerte de la seguridad tunecina, que ya estaba casado desde hacía mucho tiempo y debía ser abuelo muy pronto.
AMBICIÓN Y SEXO
La joven divorciada y aspirante a autócrata se convirtieron en amantes. Y Leila, que ya había estado casada y había tenido otros amantes, sin descendencia, hasta entonces, se quedó muy pronto embarazada. Nesrine, la primera hija de la pareja, nació en 1986. Su padre dio un golpe de estado el año siguiente. Y, ya presidente, en 1987, se divorció de su primera esposa, para contraer matrimonio con Leila inmediatamente. La pasión amorosa desenterró o aceleró de manera vertiginosa la ambición política sin freno de Ben Ali, que había sido un burócrata fiel hasta conocer a la joven peluquera descarriada en oscuros tráficos aduaneros.
¿Fue Leila Trabelsi quien susurró a su amante, en el lecho, el deseo de conquistar juntos el poder absoluto..? En cualquier caso, juntos corrieron esa aventura. El golpe de estado que les dió el poder supremo. Y la “explotación” familiar de Túnez, desde entonces, durante más de 20 años.
ATRACOS Y BIOGRAFÍAS
En su día, un embajador de los EE.UU. escribió al Departamento de Estado, según reveló Wikileaks, que Túnez estaba en manos de una “casi mafia”, integrada por dos clanes, en competencia o asociados, el clan Ben Ali (integrado por los familiares y allegados del presidente, los esposos de sus hijas, entre otros) y el clan Trabelsi (integrado por los once hermanos de la primera dama, que todos los servicios de seguridad franceses e italianos han calificado como personajes groseros, mafiosos, capaces de orquestar atracos y robos a mano armada, cuando algún obstáculo se cruzaba ante ellos).
Antes de conquistar el poder, Leila Trabelsi fue una mujer libre, ambiciosa, casada, divorciada, con algunos amantes. Convertida en primera dama del Estado, la antigua peluquera se hizo escribir una biografía mucho más académica, consagrada con nuevos títulos y honores diversos, que no le impedían acumular propiedades, riquezas, empresas, joyas, dinero, en su patria, en Francia, en las Américas, en los Emiratos árabes.
LA VIUDA DE ARAFAT
Todos los empresarios europeos que han intentado hacer negocios en Túnez lo sabían bien: era necesario “tratar” (sobornar, comprar, compartir el negocio) con el clan Ben Ali o con el clan Trabelsi. Ambos clanes se repartían buena parte de la riqueza nacional, a través de empresas, concesiones, bancos, periódicos, cadenas de radio, grupos aeronáuticos. Sin olvidar las “inversiones” en el extranjero.
En ocasiones, ese tráfico de influencias ha precipitado oscuros conflictos de intereses íntimos, donde no es fácil discernir las fronteras del nepotismo, la avaricia, la envidia y las rivalidades entre mujeres ambiciosas… un caso bien conocido es el de Souha Arafat, la viuda de Yasir Arafat, el patriarca de la OLP, a quien la primera dama de Túnez permitió la apertura de una escuela privada internacional, la International School of Carthage. Durante unos años, las dos mujeres trabajaron de manera amistosa y cómplice. Hasta que Leila Ben Alí se sintió “traicionada” y rompió de la noche a la mañana con su antigua amiga, obligándola a huir precipitadamente de Túnez, para instalarse en Malta.
DESTIERRO, ORO, MILLONES Y GUARDAESPALDAS
Forbes ha evaluado en unos 5.000 millones de dólares la fortuna de la pareja Ben Ali / Leila Trabelsi, oculta de una maraña de propiedades, depósitos bancarios e “inversiones” con los más diversos nombres. El gobierno francés afirma que controlará los haberes financieros e inmobiliarios de la pareja en Francia, residencias, pisos, hoteles, cuentas bancarias. Nadie duda de la existencia de cuentas numeradas en Suiza y otros paraísos fiscales. Se habla de propiedades en Brasil y Argentina. Parece confirmada la existencia de un tesoro de proporciones mal conocidas en Dubaï y otros países del Golfo.
Según los servicios de seguridad franceses, horas antes de huir, fue ella, la primera dama, quién se dirigió al Banco de Tunez, acompañada de varios guardaespaldas de su clan personal, exigiendo al director de la máxima autoridad financiera del Estado, la entrega de 1.5 toneladas de oro (unos 45 millones de euros). La antigua peluquera ambiciosa también es una mujer de un temple marcial, incluso en el trágico instante de la huida, camino del imprevisible destierro. [ABC, 22 enero 2011. JPQ, La larga mano de madame Ben Alí].
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- Magreb en este Infierno.
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