Dejé de creer los horóscopos de los periódicos porque me los creía.
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Sin duda, algo hay de cierto en la astrología. Jünger era un creyente razonable. A título personal, me cuesta creer que la astrología, la meteorología y otras ciencias inexactas puedan cifrar sus previsiones en materia de reducción del déficit público de un Estado, en veinte días cortos, cuando ese Estado ha cambiado de política y se desconocen el alcance y los resultados de esos y otros cambios por venir.
Es el caso de la presentación periodística de las previsiones del FMI sobre España.
Las previsiones económicas -del FMI, de la OCDE, de la UE y de muchas otras instituciones económicas- reposan en los datos que ofrecen los Estados, y en los cálculos más o menos matemáticos que pueden hacerse sobre la realidad conocida y las políticas gubernamentales, conocidas a través de los presupuestos del Estado.
En el caso de las últimas previsiones del FMI sobre España, la mayoría de los datos básicos son falsos, por desconocidos.
Las primeras decisiones económicas del nuevo gobierno de España datan del 30 de diciembre. El gobierno ha seguido y seguirá tomando las medidas que considere oportunas, que podrán tener buenos o malos resultados: pequeño detalle que no podrá conocerse hasta dentro de unos meses.
Las cifras sobre crecimiento económico reposan en evidencias, en las que todo el mundo coincide y tienen pocas variables: toda Europa es víctima de un crecimiento raquítico y amenazante, desde hace años. Lo que haga o deje de hacer el gobierno de España no modificará sustancialmente esa realidad inquietante.
Las cifras sobre déficit y endeudamiento, por el contrario, son muy aleatorias.
Puede discutirse el montante real de las deudas: pero es imposible saber cómo crecerán o disminuirán, en función de unos recortes que están comenzando ahora mismo y deberán crecer los próximos meses -esto es muy previsible.
Déficit del Estado y déficit de ayuntamientos y comunidades autónomas están sujetos a la misma y cambiante meteorología: puede discutirse el montante real; pero es imposible saber si serán o no eficaces unos recortes del gasto que apenas han comenzado a llevarse a la práctica y deberán continuar creciendo, con resultados -presupuestarios y sociales- imprevisibles.
Decir que España tendrá mañana un déficit del 6.8 % (FMI) o del 4.4 % (Rajoy) son cosas sencillamente peregrinas: el FMI no ha tenido tiempo de evaluar el resultado de unos recortes que todavía no son realidad; y mucho menos puede calcular la eficacia de los recortes por venir. Rajoy, por su parte, puede afirmar que hará todo lo que esté en su mano para conseguir ese objetivo: creer o no creer en su palabra es cosa de libre albedrío. Pero tampoco él puede conocer la eficacia real de sus recortes. En el mejor de los casos, puede esperarse que el recorte del gasto sea real. En el peor de los casos, son de temer nuevas facturas por pagar (consecuencia del costo de la energía, el costo del incremento del paro, el costo del endeudamiento por venir, etcétera).
Esa realidad es confusa, ambigua, inquietante. La desinformación y la astrología precipitan una lluvia tóxica (datos falsos, realidades fantasmales) que solo complica la visibilidad de lo real.
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PS. A la lluvia tóxica es necesario añadir la manipulación, a través de la basura verbal.
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OCDE, rue André Pascal, 28 noviembre 2011. Foto JPQ. Europa, por el sendero de la decadencia.
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