Keaton, Dante, el amor y la redención de los desterrados.
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Entre todas las obras maestras de la historia del cine –Ciudadano Kane, el Potemkin, Metrópolis, etcétera- The Cameraman de Keaton quizá sea una de las más perfectas, diáfanas y definitivas.
Su perfección canónica confiere a todos sus temas -el amor, la fotografía, el cine, la soledad del hombre luchando contra la pesadilla saturnal de la Técnica- una perspectiva clásica y universal.
El amor es la fuerza motriz de todas las cosas de la creación y la vida: de la fecundación a la obra de arte.
La fotografía es una técnica, una profesión y un maleficio: permite combatir la maldad, iluminando otros mundos, que están en este.
El cine es una industria, un negocio: y un arte diabólico; incluso permite descubrir, revelar, las mentiras más crueles e injustas.
El hombre moderno… no solo debe combatir contra los elementos y el orden injusto de las cosas dominantes; también debe combatir contra la pesadilla de los objetos inanimados convertidos en instrumentos de tortura sonámbula.
The Cameraman declina todos esos temas, y otros, con una fuerza poética magistral.
La virginidad auroral de la obra de Keaton confiere a sus variaciones sobre esos temas el carácter intemporal de los clásicos absolutos: iluminando la crisis, nuestras crisis, con la luz más pura, su fábula nos purifica, lava nuestro rostro agrietado por la incertidumbre, invitándonos a ponernos en pie contra el infortunio, como su fotógrafo.
- Metrópolis, Fritz Lang, forever.
- City Girl, Murnau, Néstor Almendros y la creación de un mundo nuevo.
- Un Hitchcock desconocido.
- Clint Eastwood, Hoover y la destrucción de los EE.UU. (y España).
- Méliès, Hugo, Scorsese y el niño de Quiñonero.
- La crisis y el musical americano.
- Godard. 80 años, nuevos mundos…
- Berlanga, ángel de nuestra historia.
- Tatarak, Wajda y la resurrección de los muertos.
- Cine en este Infierno.
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Una gozada, vamos, esta manera suya de ver estas cosas.
Teresa,
Cosa tan de agradecer, oye,
Q.-