¿Cómo dudar que el gran arte nos habla del incierto destino de nuestra civilización..?
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Jünger pensaba que ese destino se juega en la eterna batalla entre los Inmortales (las viejas divinidades que nombran todas las cosas del espíritu y el alma) y los Titanes (viejas fuerzas saturnales devoradoras de seres humanos), Jünger, Titanes, Inmortales, Circe y el destino de nuestra civilización.
Jean Clair ya nos advirtió hace años del melancólico ocaso de la vieja Europa, a través de una magna exposición que planteaba el problema en sus amenazadas fuentes bautismales: Melancolía, eclipse de Europa, destierro del artista y comunión de los hombres libres.
Prosiguiendo su ambiciosa tarea de reescribir la historia del arte contemporáneo, Clair va hoy más lejos. A su modo de ver, los Titanes estarían ganando en nuestro tiempo su inmemorial batalla contra los amenazados Inmortales, imponiendo su ley tiránica y liberticida contra todas las cosas del alma y del espíritu.
Quizá sea la tesis central de su nueva e indispensable colección de ensayos, Hubris. La fabrique du monstre dans l’art moderne (Gallimard).
André Malraux pensaba que el arte contemporáneo nace con el Coloso goyesco. Clair piensa que la inquietante profecía goyesca fue confirmada por Hitler, Stalin, Mao: monstruosos colosos devoradores de carne humana.
Tras la estela de Goya, muchos otros grandes maestros del arte moderno y contemporáneo, Grosz (Caín o Hitler en los infiernos), Kubin (La guerra), Schlichter (La fuerza ciega), Zeller (El Estado Total), Max Ernst (El Ángel..), entre muchos otros, prolongaron e iluminaron ese calvario sembrado de cadáveres pisoteados, degollados, decapitados, guillotinados, fusilados, gaseados, convertidos los seres humanos en fría cenizas profanadas, en la tumba o el supermercado.
El posible triunfo de los Titanes quizá sea el tema central de los Disparates goyescos, iluminaciones proféticas de la victoria marcial de las fuerzas de la tiranía, la Ley del Más Fuerte, la Selva y el Desorden triunfantes, destruyendo las amenazadas semillas donde en otro tiempo se fundaba lo bello y lo justo. A juicio de Clair, el inquietante triunfo de los Titanes confirma la crisis de la conciencia de nuestra civilización, de la que tenemos noticia desde finales del siglo XIX.
Sabemos desde Nietzsche (El origen de la tragedia) que los Inmortales (los Olímpicos, dice Clair) encarnaban las fuerzas apolíneas de la mesura y la razón donde se fundaron las nociones de lo bello y lo justo en nuestra civilización. El posible triunfo de los Titanes, los Gigantes de los grandes relatos homéricos, nos amenaza con el triunfo de la desmesura, el desorden, la tiranía de lo arbitrario manipulado por la fuerza ciega de los Titanes, la Técnica sonámbula.
El coloso goyesco anuncia el exterminio caníbal de seres humanos que contempla aterrado el Ángel de la historia de Klee. Max Ernst pinta la metamorfosis del ángel en demonio:
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- Arte en este Infierno.
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Quizá sea vanidad; pero también es otra cosa: gratitud y viejas complicidades.
De ahí que me tome la libertad de repesar un comentario de Javier Ruiz, en Facebook:
Creo que éste es un escrito de Quiñonero en el que se manifiesta como el ¿único? autor español capaz de entender e integrar en nuestro tiempo el idioma expresionista encendido del milenarismo. Siempre ha ofrecido testimonios como el del Coloso. Le leo desde 1970, desde antes, tal vez, y algunos de sus libros: Proust y la revolución, Baroja y la revolución, Memorial de un fracaso… Fueron obras claves en su tiempo, y siguen siendo un testimonio claro de aquél tiempo en éste. Nos ofrece un camino que sigue estando presente en el pensamiento francés, y una libertad que no niega la desdicha ni la desgracia ni otro pensamiento ni la libertad.
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Gratitudes incontables, Javier.
Dejo aquí un párrafo del artículo de Federico Utrera sobre el libro Ateismo Estético, arte del siglo XX, de la modernidad al modernismo. Ed. Landucci. Autor Antonio García-Trevijano Forte.
Un abrazo para todos, y en especial para J.P. Quiñonero, desde su Totana natal.
«No me guían en mi caso afinidades ideológicas, ni siquiera estéticas. Si acaso, me consideraría más cercano a las teorías y ensayos de Simón Marchán Fiz, José Luis Brea, Valeriano Bozal o Jaime Brihuega en su reconocimiento de las vanguardias artísticas y las innovaciones plásticas. Pero es precisamente en eso en lo que radica el tino del libro: remueve conciencias, sacude clichés, zarandea tópicos y cimenta sus ideas con una frescura y una agilidad literaria y argumental con la que no es difícil vaticinar que “Ateísmo Estético” será un volumen que en los años venideros va a hacer temblar primero y socavar después los cimientos mismos del arte contemporáneo».
Federico Utrera
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