“La crisis se agrava: ponga Ideales en su vida”.
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No sin cierta piedad peligrosa, la prensa solo ha deseado ver los disturbios de una noche de botellón y concierto.
Las imágenes quizán pudieran hablarnos de otras cosas: de la violencia suburbana en tiempos de angustia social.
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ABC, 23 septiembre, 2012. Sesenta heridos y once detenidos por los incidentes durante el festival en Madrid Río.
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El País, 23 septiembre 2012. Un botellón, a botellazos.
Quiñonero: me temo que superpones a la realidad lo que quieres o necesitas ver. A la mañana siguiente de ese concierto, tuve clase con chavales de distintos colegios e institutos, que habían asistido al concierto. Todos me contaron la misma historia: que aquello era una locura, que volaban las botellas y que chicos como ellos se dedicaban a atacar a la policía para divertirse, chicos con todo pagado (transporte público excelente, sanidad de primera calidad, universidad para los que estudian y los que no, ropa de marca, vacaciones, gimnasio, móvil multimedia, carnet de conducir, beca Erasmus para buenos y malos estudiantes…), que «se habían metido de todo», o que disfrutan así. Que los jóvenes busquen peleas, que pierdan la cabeza, que les atraiga la violencia… no sé si se debe a la manida «crisis de valores» (a varios de mis alumnos les habían caído algunos golpes de la policía y me dijeron: «si yo lo entiendo, la policía no podía hacer otra cosa, los chavales estaban pirados…», de modo que valores sí tienen); o a los contravalores que difunde la propia MTV, patrocinadora del concierto (trata, Quiñonero, de seguir la programación que dan tan sólo durante un día, y quizá tengas que revisar tus planteamientos…); o si los adolescentes y jóvenes son, en parte, así y desde siempre (mira como riñen y se matan Montescos y Capuletos) y faltó previsión y policía aquella noche. Hace dos o tres años, en las fiestas de Pozuelo, los chicos de clase media-alta se dedicaron a atacar la comisaría de policía…
El hecho de que, por ejemplo, a una chica que intente bailar en una pista de cualquier discoteca de Madrid, sistemáticamente la agredan, acosen y casi violen aunque esté con su novio, ¿también lo vas a explicar por «la violencia suburbana en tiempos de angustia social»?
En uno y otro caso son chicos a mesa puesta. Unos van justos de dinero pero sus padres les dan todo lo que pueden sin pedir nada a cambio; otros disponen de mucho, mucho dinero. A casi ninguno se le pide cuentas de nada.
Otro «enigma» que pone a prueba las teorías manidas del materialismo sesentero y que puede que tenga relación. Se decía que los varones jóvenes se iban de putas por la represión sexual, la religión… Hoy la prostitución la frecuentan los jóvenes más que nunca: la mayoría son guapos, atléticos, con novia que no tiene inhibición sexual alguna, y posibilidad de conseguir una o varias citas cada noche, individuales o en grupo, con chicas y chicos que lo hacen por afición. Bueno, pues se van masivamente de putas. ¿Dejaremos de una vez de pasar por alto la realidad, cegados por teorías que ya en su día no explicaban nada?
Ay, las beaterías…, en este caso la beatería de la juventud, y la de la angustia social. Y ay, el quedarse congelado en una foto-fija de otros tiempos.
Aprovecho para recomendarte el artículo de Juan Velarde de hoy, sobre el independentismo catalán y vasco y sus implicaciones económicas.
Un saludo.
Interesante reflexión, Antonio, y más aún, muy buenas referencias del comportamiento entre los géneros, entre hombres y mujeres jóvenes. Con todo, no advierto grandes diferencias con los asuntos del post de Quiñonero. El post y su comentario me parecen del todo complementarios.
Antonio, Irene…
Antonio,
Quizá lleves razón. Y te agradezco mucho el comentario. Cuentas cosas que también son cosas de fondo, claro. Dicho eso… sigo pensando que el botellón y esos desbordamientos -que tienen una larga historia, en la historia de los conciertos musicales, claro está- también son manifestaciones de angustia social. Quizá sea estimulante advertir, como tu haces, que hay otra juventud menos o nada angustiada. ¡Tanto mejor..!!
Irene,
Creo que ves muy bien la cosa. Lo que cuenta Antonio y lo que yo intento subrayar son cosas complementarias, efectivamente. Se agradece, oye,
Q.-
Un apunte más sobre los temas que los dos tratáis: a mi modo de ver, las relaciones entre muchachas y muchachos jóvenes como las expone Antonio contienen asimismo buenas dosis de «angustia social», no me parece que ni unas ni otros queden satisfechos de estas sus noches…
Irene,
Sospecho que llevas razón, si: hay angustia social a lo «bestia»; y angustia social contenida y púdica,
Q.-
Irene, Quiñonero: creo que no estamos ante angustia social (y desde luego, no de naturaleza económica), sino ante la más grave de todas: angustia personal. Pero no es por eso por lo que destrozan, y los angustiados no son el núcleo duro y violento. Sin entender el afán destructivo sin razón, la maldad y la locura no se explica nada.
Respecto a las noches insatisfechas: precisamente las teorías de género y demás bazofia les han hecho perder el sentido, la dignidad (el orgullo a las mujeres, que nunca han tenido menos poder que ahora…), el norte. Se trata de eso, que nos llevaría muy lejos.
Sólo una pista: muchos se encargan de que ni la religión, ni el arte ni la filosofía estén en las vidas de estos muchachos; o peor: si se las dan es falseadas hasta dejarlas irreconocibles. Pero precisamente son las tres formas que tenemos de explicar la realidad en su conjunto.
Y el ministro de educación (pobre hombre: dice «input», «output» presentando una reforma educativa…) dice que «menos teoría y más práctica». Pero, claro, «theoria» es «ver»… Así que se trata de que vayan a ciegas… Pura superstición.
Saludos.
Antonio,
Creo que tus argumentos ganarían quitándoles adjetivos que rozan el insulto. Pero, bueno.
Creo comprenderte razonablemente bien. Pero tu argumentación roza lo que yo mismo llamo angustia social. Y que tiene muuuchos rostros. La angustia social no es de nadie: y tiene muchos rostros, incluso sanotes y pacíficos. Los más grandes místicos castellanos fueron en su día la expresión más alta de la angustia social («vivo sin vivir en mi..»).
La ignorancia puede ser otro índice espectacular de angustia social: como adoración de la nada o como expresión de un dislate,
Q.-
Quiñonero: si todo es «social», nada lo es. Y ambas cosas se pierden de vista: lo social y lo personal; ambas dimensiones esenciales de la vida.
(Apunte: hombre, ¿también los arranques místicos de Santa Teresa son «angustia social»??? Dime que son neoplatónicos si quieres, pero angustia social…).
No insulto, Quiñonero. Soy duro con quien tiene poder o responsabilidad. Pero no insulto.
Un saludo