Capricho número 40.
Cosas de Ramón Jiménez Madrid, a quien tanto le debo.
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ESPAÑA, UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO. ¿DE QUÉ MAL MORIRÁ?
Ramón Jiménez Madrid
Juan Pedro Quiñonero, aunque poca gente lo sabe, nació en Totana, tal como hemos indicado otras veces, pero hubo de marcharse a Madrid muy pronto para batallar en aquellas jornadas ilustres del tardofranquismo al periódico Informaciones, en donde, en medio de un alud de ilusiones y desgarros, vivió una etapa tan frenética -él ya de por sí va impulsada por una fuerza tremenda-como literaria.
Allí aprendió a vivir el día a día como el pasado de una nación -la española- que ha atravesado cien crisis sin que nunca sepamos con certeza si hemos salido alguna vez de ellas. Y Juan Pedro, que es novelista, generalmente experimental desde hace tiempo, también le dio a la tecla del periódico y acabó como corresponsal del diario ABC en París, ciudad desde la que divisa la actualidad española.
Y esté donde esté, siempre le echará un ojo a esa realidad que le acecha y le brilla en cualquier texto que escriba porque, si yo tuviera que indicar su primera inclinación, indicaría que los nuevos ensayos de Juan Pedro Quiñonero (España, una temporada en el infierno, 1 – ¿De qué mal morirá?, Editorial Confluencias) se propone interpretar ese misterio de las Españas, ese nudo gordiano que algunos creen que proviene de la crisis del 98, de los Baroja o de los Machados, de todos aquellos que, llevados por la emoción y la rabia, tipificaron las dos Españas, la del esperpento (y entonces nos vamos hacia Valle Inclán) o la de la «escuela y la despensa» como decía Joaquín Costa. O la de los males de la patria de Lucas Mallada por no acercarnos al gigantón Ortega y Gasset en esa España invertebrada que se nos echa encima cada vez que cerramos los ojos y leemos parte de la amarga historia. Pero Juan Pedro Quiñonero, que no desdeña a los nuevos, se acerca al Renacimiento y al Barroco español para calar en un Gracián que, tan pesimista como realista, ya afirmaba aquello de que España es una republica de países mal encajados y otros aforismos de esos que nos preocupan como nos denigran.
Juan Pedro, y debía haber empezado por ahí, es bloguero y da noticia cotidiana de su agitada actividad intelectual en París en Una temporada en el infierno y allí va dejando su mirada que ahora es recogida en pequeñas gotas en donde nos desmenuza ese paso desde la euroforia de Octavio Paz por España (el tiempo en el que España disfrutaba del bienestar gracias a lo que nos llegaba de Europa) hasta los tiempos actuales del desencanto goyesco en el que vivimos, la línea que viene desde el entusiasmo antiguo, cuando vendíamos pisos al momento cercano, cuando nos desmantelamos y despojamos de nuestras escasas posesiones.
Juan Pedro Quiñoñero dispone de tiempo, pese a su brevedad, para darse un tenso paseo por los acontecimientos de los últimos treinta años, se ha abrigado en estadísticas y cifras, le ha injertado su escritura florida y literaria, ha reparado en la historia pasada, se ha comportado como un periodista de amplio horizonte, y nos ha ido recordando que, aparte de nuestra legendaria incultura, hemos hecho mal las cosas, no hemos dispuesto de los mecanismos apropiados para enderezar el rumbo y seguimos contando con muchos ingredientes para seguir atizándonos fuerte a los costillares, tal como hacían aquellas figuras de Goya, especialista éste en salir a relucir las numerosas lacras de una patria que desde siempre se ha movido en los parámetros negativos, en la frivolidad de sus políticos, en el incierto rumbo.
Juan Pedro Quiñonero, como tantos ilustres, se preocupa por su país, nos remite a los lugares de la desertización moral y cultural de un pueblo -eje de algunas otras obras suyas- que lleva, pese a su alejamiento, muy dentro. No podemos aproximar estos artículos que nos propone la editorial a los de Larra, pero tampoco debemos pensar que distan a muchos kilómetros de distancia. Puede que los separe la naturaleza de los dos artistas, pero ambos llevan el mismo clima de pesimismo, desencanto y preocupación por el futuro de la patria… La Opinión, 8 de marzo 2013, La biblioteca sin fin.
Irene says
Muy bien visto. He leído el primer volumen y estoy del todo de acuerdo en el paralelismo Larra- Quiñonero. Mis felicidades entusiastas. Voy a por el segundo volumen !
JP Quiñonero says
Irene,
Agradecimientos incontables, una miqueta ruborizados, o así,
Q.-