Techno Parade, 5. Chica más o menos solitaria.
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La suya fue una historia trágica, envuelta en sedas cosmopolitas, trabada con los lazos del vagabundeo sexual, la caída en los paraísos artificiales del alcohol y las drogas, la resurrección de la fotografía intimista y el tedio abismal que no se cura con los ansiolíticos y termina con una defenestración, en soledad.
Kate Barry nació en Londres (8 abril 1967). Su padre, John Barry, era un compositor famoso que sería muy famoso y millonario, como autor de las musiquillas de varios James Bond. Su madre, Jane Birkin, sería muy pronto una cantante famosa, pero en otros brazos y otra ciudad.
Sus padres se separaron al año de su nacimiento. Jane Birkin se instaló en París, donde Serge Gainsbourg la hizo célebre antes siquiera que ella comenzase su carrera como cantante intimista, presentándola con un legendario vestido de seda negra transparente en un club nocturno famoso en su tiempo, Chez Castel.
Serge Gainsbourg ejerció como padre mientras pudo, durante una década corta. Jacques Doillon, realizador, guionista, actor y productor fue el segundo padre adoptivo de Kate, entre 1980 y 1992, los años que duró su aventura amorosa con Jane Birkin.
El vagabundeo sexual de sus familiares no facilitó la educación sentimental de Kate, que conoció jovencísima el infierno de la droga y el alcoholismo. Esa caída en el dédalo pantanoso de una dependencia endemoniada tuvo una virtud: Kate descubrió su verdadera vocación, la fotografía, y decidió hacer posibles, en París, algunos centros de lucha activa contra la droga y el alcoholismo adolescente y juvenil.
Tras una primera juventud descarriada, Kate comenzó a los 28 años una brillante carrera como fotógrafa. Trabajó a salto de mata para Vogue, Elle, Paris Match, Le Figaro Madame, Sunday Times Magazine. Y comenzó a crear una obra. Su última exposición, hace semanas, presentaba una colección de retratos entre familiares, glamour y anónimos.
Kate Barry fotografió a su madre, Jane Birkin, a sus hermanas (Charlotte Gainsbourg y Lou Doillon) y a muchos desconocidos. Y ese trabajo coincidía con una angustiosa búsqueda solitaria. Su primera pasión amorosa con el escritor Jean Rollin no tuvo futuro. Pascal de Kermadec le dio un hijo, Roman.
A su manera, continuaba sola, muy sola, desde su niñez. Hasta la noche del miércoles día 11, cuando un transeúnte la encontró muerta a la puerta de su casa. La policía cuenta la historia con cierto pudor. Murió a causa de una “defenestración”. Su casa, su piso, estaba ordenado, la puerta cerrada. En la mesilla de noche de su dormitorio había dosis considerables de ansiolíticos, tranquilizantes. Quizá se tiró por el balcón para poner fin a una vida que le parecía absurda.
Pudo ser un personaje de Dark Lady.
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