Cavanna fue…
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… el autor de ocho novelas que los críticos más entusiastas han comparado con Rabelais, el autor de unos sesenta libros sobre Francia y la sociedad francesa donde se confunden la más alta divulgación histórica con las crónicas más desgarradas de su tiempo, el poeta que puso textos y prólogos a media docena de libros sobre París y su periferia.
Hijo de un italiano inmigrante, albañil, y una madre francesa, sin profesión, Cavanna rompió muy pronto con los estudios. Tras unas rocambolescas aventuras en la Alemania nazi (al borde de la tragedia, con muchos flecos amorosos pasionales), donde estuvo condenado a trabajos más o menos forzados, Cavanna volvió al París de la inmediata posguerra con unas ganas locas de dar mucha guerra.
Al azar de varios trabajos poco afortunados (cartero, vendedor de casa en casa, empleado en editoriales y revistas), terminó encontrando al más viejo de sus amigos, Georges Bernier (alias profesor Choron). Juntos fundaron y animaron, hasta la defunción, dos revistas excepcionales, Hara-Kiri (mensual, primero; semanal, más tarde) y Charlie Hebdo.
Fueron, en su día, revistas herederas de la subversión dadaista. Publicaciones libertarias, contra todo y contra todos: contra el Estado, contra el Poder, contra el Ejército, contra la Iglesia, contra el comunismo, contra el orden, contra las buenas costumbres, contra el arte. Sus armas de trabajo fueron la obscenidad, el mal gusto, la herejía, la procacidad y una rarísima violencia verbal. Hara-Kiri dio la noticia de la muerte del general de Gaulle con una portada que decía: “Baile trágico en Colombey: un muerto”. La revista fue secuestrada, prohibida y condenada a una severa multa.
Secuestros y prohibiciones fueron el “pan nuestro de cada día” de la historia de Hara-Kiri y Charlie Hebdo. El día de la muerte de Jean-Monnet (uno de los patriarcas fundadores de la CEE), Charlie Hebdo abría su primera página con este titular: “El padre de Europa se acostaba con su hija”.
Sexo, cinismo y obscenidad “solo” fueron herramientas de trabajo “periodístico” contra todo y contra todos. En verdad, tras esa brutalidad, que venía de Dada (el gran movimiento de las históricas vanguardias artísticas), Cavanna y sus revistas también eran otra cosa: ecologistas radicales, antimilitaristas y fabulosos defensores de la lengua francesa.
Enterradas forzosamente las aventuras de Hara-Kiri y Charlie-Hebdo, Cavanna se consagró a la escritura. La muerte de una nieta, víctima de una dosis de heroína, lo convirtió en un militante radical contra las drogas. Su obra literaria está muy alejada de su “humorismo” libertario. Cavanna escribe una prosa poética y canalla, consagrada a reconstruir sin nostalgia el pasado mítico de una vida que fue feliz, muy a pesar de las catástrofes y tragedias de la historia, revocada a través de la fe en la palabra y la lengua. Como redactor jefe, Cavanna, hubiese tachado por falsamente poética mi última sentencia. Hubiese preferido algo más truculento. Era su forma de ser púdico: ocultando su pudor infantil tras la máscara del ogro libertario.
ABC,3febrero 2014.
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