Navarra nos recuerda la importancia abismal de los “hechos diferenciales”.
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En Euskadi, el PNV y las derechas madrileñistas podían formar una coalición católica, poco o nada republicana, en 1931. Cinco años más tarde, en 1936, el PNV prefería aliarse con las izquierdas, para formar una mayoría nacional republicana.
Setenta y ocho años después, el PNV sigue teniendo una fuerza semejante, en Euskadi, cuyo gobierno oscila siempre entre las mismas alternativas: mayoría nacionalista absoluta, o mayoría relativa que permite gobernar a los nacionalistas en coalición con el PSOE o el PP.
Navarra, tan próxima a Euskadi, tiene su propio “hecho diferencial”: (Comunidad foral de Navarra, un respeto, 272 municipios y 644.477 habitantes, en 2013). La alternancia política parece llamada a oscilar entre modelos muy semejantes, que cada cual dramatiza o abandera en nombre de su visión íntima de la “diferencialidad” (sic).
Impensable una coalición gubernamental (¡en un “país” de menos de un millón de personas!) entre fuerzas “españolas” (imposible, ya que los “grandes” partidos tienen visiones antagónicas de España), queda la realidad antropológica del “hecho biológico”, el “hecho diferencial”, navarro, oiga.
Temas de trabajo de mi serie España, una temporada en el Infierno…
… “Hecho biológico catalán” (o vasco, o murciano, o extremeño). “España nos roba”. “Primero, los de casa”. “De Lorca, ni el polvo”, me decía mi abuela Encarna, siendo yo muy niño, para ponerme en guardia contra las seculares manías expansionistas de un pueblo vecino, de donde ella era originaria, a once kilómetros de distancia de mi ciudad natal.
Mucho antes, el Baroja de Vitrina pintoresca (1935) había compilado muy diversos refranes y sentencias que confieren temible eternidad -en la tierra siempre virgen de la palabra y la cultura- a las semillas podridas de incontables odios locales, cuyos orígenes se pierden en la noche oscura del tiempo, iluminada con rayos y centellas cainitas:
“Navarro, ni de barro”. “Vizcaínos, burros, vice-Caínes”. “El montañés, por defender una necedad dice tres”. “Los enemigos del alma son tres: gallego, asturiano y montañés”. “El asturiano es loco y vano, poco fiel y mal cristiano”. “Ni perro, ni negro, ni mozo gallego”. “Aragonés –burgalés, alavés o leonés-, falso y cortés”. “El catalá, si no lo ha fet, lo fará” (de los valencianos). “Valenciá i hom de be no pot ser” (de los catalanes). “Catalán con botas, gallego con mando y andaluz con dinero, para matarlos”. “Castellano viejo, ajo, pescado y abadejo” (que indica que come miserablemente). “Castellano rabudo”. “El manchego vende la olla y después come de ella”. “Fariseo y extremeño es lo mesmo”. “El aire de Madrid es tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil”. “Albacete, caga y vete”. “Loja, la que no es puta es coja”. “Mata al rey y vete a Murcia”. “Lerín, peñas altas y gente ruín”…
La filología puede ayudarnos a comprender los orígenes de conflictos, contenciosos y enfrentamientos que bien ilustran sentencias tan rotundas como estas: “Valenciá i hom de be no pot ser”. “Vizcaínos, burros, vice-Caínes”. “Catalán con botas, gallego con mando y andaluz con dinero, para matarlos”. Tras el humor (¿?), se trata de endemoniadas reliquias verbales que tienen lejanas pero bien históricas raíces, que es posible intentar comprender a través de la filología. El modelo económico del Estado autonómico fundado con la Constitución de 1978 -versión actualizada del Estado “integral” de la República disuelta con la guerra civil de 1936 – 39- nos permite comprender cómo otro tipo de reliquias, institucionales, de origen medieval y renacentista, decimonónico, influyen de manera determinante en el funcionamiento imperfecto, digámoslo así, de un Estado providencia contemporáneo de la mundialización definitiva de los intercambios económicos y comerciales, cuando la producción y distribución de riqueza se ve afectada de manera muy sensible, para bien y para mal, valga la paradoja, solo aparente, por la deslocalización acelerada de las industrias y sectores de producción que aseguran la pobreza o riqueza de los pueblos, según sean o no capaces de conquistar un puesto propio en la nueva geografía mundial de la influencia y la prosperidad… Odio sembrado con semillas de Estado.
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