Cataluña no es Crimea.
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Washington y las capitales europeas, sin embargo, perciben con claridad que ambas crisis van mucho más de las fronteras locales:
Más allá de la retórica diplomática, Angela Merkel: “Presencia de Rusia en Crimea equivale a una anexión», quizá nadie pueda ni desee comprometerse directamente en unas crisis y conflictos cuya extensión pudiera agravar los incendios.
Putin espera beneficiarse de la relativa pasividad eurotrasatlántica.
Artur Mas y Mariano Rajoy parecen esperar que la pudrición precipite una situación de nuevo cuño, de la que esperan beneficiarse.
En esa espera, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) propone crear un “Estado nuevo”, a través de un “proceso constituyente”. Mientras que el PP espera que una reforma del modelo en crisis de la financiación del Estado autonómico permita recortar competencias fiscales autonómicas.
En Crimen, el sable ruso tiene una palmaria capacidad de influencia en el destino de una “nueva” Crimen “independiente”.
En Barcelona y Madrid, el duelo a garrotazos goyesco viene de muy lejos y puede prolongarse indefinidamente.
Temas de trabajo de mi serie España, una temporada en el Infierno.
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