Le Monde titula su editorial de primera página: “El caos del presidente Hollande”.
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Horas, antes yo utilizaba otro lenguaje…
Tras el seísmo, el vía crucis en un campo de ruinas políticas. Analizando el alcance de la histórica victoria del FN (extrema derecha), Francia se despertó el lunes 26 de mayo atónita, angustiada, replegada en el laberinto de sus demonios nacionales, consciente que se está aislando y pierde influencia en Europa, caída de hinojos en la tierra de nadie de sus fantasmas “patrióticos”.
“Un triunfo devastador para el paisaje político nacional”, sentencia a toda página Le Monde.
Con el 25,41 % de los votos y 24 eurodiputados, el FN de Jean-Marie y Marine Le Pen se ha convertido en el primer partido de Francia, hasta las próximas elecciones, regionales y presidenciales (2015 y 2017).
La familia Le Pen ha pedido la disolución de la Asamblea Nacional y aspira a federar los partidos y grupúsculos de euro escépticos y de extrema derecha en el nuevo Parlamento Europeo (PE). Un tercio de los eurodiputados franceses serán de extrema derecha: realidad aritmética que refleja con precisión la ascensión de una Francia ultra nacionalista, que tiene muchos otros rostros, no menos tumefactos.
Con el 20,77 % de los votos y 19 eurodiputados, la UMP (derecha tradicional) de Nicolas Sarkozy sufre una humillación palmaria, víctima de la ascensión del FN y de sus propias divisiones.
La UMP está dividida entre partidarios de una “derecha dura” y los partidarios de una alianza con el centro. Tres primeros ex primeros ministros conservadores, François Fillon, Alain Juppé y Jean-Pierre Raffarin, han pedido la “refundación” del partido. Los partidarios de Nicolas Sarkozy temen que la UMP tome un rumbo incompatible con las aspiraciones del ex presidente.
Con el 13,97 % de los votos y 13 eurodiputados, el PS sufre el peor resultado electoral de su historia. Un desastre sin paliativos para François Hollande, para Manuel Valls y para el gobierno socialista. Le cabe a Hollande la incerta gloria de haber acelerado todas las tentaciones nacionalistas y ultra nacionalistas de Francia, favoreciendo, con sus políticas, la ascensión vertiginosa de la extrema derecha… Así se convirtió la extrema derecha de Le Pen en el primer partido obrero de Francia.
Con el 9,81 % de los votos y 8 eurodiputados, la UDI (centro) se queda reducida a un pañuelo político que roza lo insignificante, si no se une con la UMP. La familia política del presidente más europeista de la historia de Francia, Valéry Giscard d’Estaing, vive una lenta y melancólica erosión.
Con el 8,89 % de los votos y 6 eurodiputados, los ecologistas de EELV se quedan empantanados en su propia tradición grupuscular, dividida en capillas que oscilan entre muy diversas tentaciones.
Con el 6,25 % de los votos y 5 eurodiputados, el FdG (izquierda radical) no sale del hoyo de los grupúsculos y el populismo de izquierdas.
Tras conocerse los resultados, Manuel Valls hizo el comentario más devastador: “No vivimos un choque político. Se trata de un seísmo”.
Seísmo, terremoto político, que tiene dimensiones nacionales y europeas.
En la escena nacional, Marine Le Pen espera continuar creciendo, tras haber conseguido convertirse en el partido más votado por los obreros franceses. En la escena europea, el FN espera fraguar alianza con otros partidos extremistas en el nuevo Parlamento Europeo (PE). Francia pierde influencia en Europa, replegada en el infierno “soft” de sus demonios nacionalistas y “patrióticos”.
- Francia en este Infierno.
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