Cathédrale Notre-Dame de Paris, 6 octubre 2014. Foto JPQ.
La alcaldía y el ministerio del interior contemplan la misma realidad desde un ángulo mucho más prosaico.
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Cathédrale Notre-Dame de Paris, 6 octubre 2014. Foto JPQ.
¿Cómo mejorar la calidad de la recepción en los alrededores de los grandes monumentos y sitios turísticos?
A juicio de las autoridades competentes -alcaldía, ministerio del interior- los artistas callejeros que pululan por las inmediaciones de Montmatre, la catedral de Notre Dame, la iglesia de Saint-Germain-des-Prés (San Germán de los Prados, decía Azorín) el Louvre, el Centro Pompidou, etcétera, pueden favorecer o perjudicar la imagen turística del lugar.
Una pareja de jubilatas búlgaros, pidiendo limosna con un violín en la plaza Igor-Stravinsky, delante de la fuente diseñada por Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle, da una dolorosa imagen de miseria ambulante. Un acordeonista rumano, tocando superventas de los años 50 del siglo pasado, en Saint-Germain, acompañado de una señora embarazada y cuatro hijos pidiendo limosna, encojen el corazón del turista más aguerrido.
¿Qué hacer?
Discreta solución de las autoridades policiales. Pedir todo tipo de papeles a los artistas que piden limosna, en el metro o ante históricos monumentos, complicándoles la vida de mala manera. Y, a cambio, dar algún tipo de velada subvención o apoyo discreto a los artistas que dan o pudieran dar una imagen más “moderna”. En Saint-Germain, por ejemplo, son bienvenidos grupos de jazz (New Orleans, claro está, nada de locuras subversivas). En Saint-Michel, los más apuestos gimnastas mestizos cuentan con la mirada benevolente de la policía. Ante Notre-Dame, nada de violinadas rumanas o acordeones búlgaros. Se prefieren las señoritas que montan numeritos de ballet clásico, que siempre es de buen gusto y buen ver, con delicadas piruetas sexy dedicadas a un público cosmopolita siempre dispuesto a dejarse seducir por una parisina disfrazada de parisina, interpretando numeritos que ya encantaban a mi abuela fascinada por el París de Fred Astaire o Gene Kelly, en un Montmartre de cartón piedra montado en un estudio de la periferia de Los Ángeles, California.
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