Quizá se trate de la mejor introducción a la obra de Patrick Modiano, en castellano…
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“Entre los elementos esenciales de la poética del nuevo Nobel se encuentra su infancia, recreada –modianescamente, que no proustianamente– y recuperada en algunas obras. [ .. ] Junto a ello se encuentra como elemento esencial de la obra de Modiano la memoria, la búsqueda de la identidad mediante la indagación, la aproximación mediante la construcción personal del entorno histórico en el que se mueven sus padres, unos personajes tan modianescos como su relación con el escritor. [ .. ] En este ejercicio de autoficción está presente una geografía modianesca que encabeza París, un París recreado, construido a medida de quien considera a la ciudad territorio propio, moldeando al tiempo la historia y la topografía, que no siempre coincide con la realidad, aunque muchas veces sea posible seguir alguna pista. [ .. ] Es París una ciudad que está contemplada desde la perspectiva del flâneur avisado, del investigador curioso, del profundo conocedor de la urbe que en sus obras más parisinas mueve a sus personajes en todos los sentidos, al igual que sus líneas de metro. Un París de hoteles –decenas, como ese l’Unic, de L’herbe des nuits, o el Sègur, de Un circo pasa–, de cines, de garajes, de neones, de estaciones ferroviarias –Lyon, du Nord…– y de metro, como la estación de Saint Lazare, tan grande que se diría capaz de absorber una vida…” Fernando Castillo, Patrick Modiano, un Nobel para la memoria y la indagación.
Los Modiano, Dominique y Patrick.
Modiano, entre el calvario de la historia y las ambigüedades de la memoria.
Azorín, Baroja y Patrick Modiano, en el mismo barco.
Baroja, Azorín, Pla, Modiano y la Torre Montparnasse, desde Saint-Sulpice.
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En otro plano, muy distinto, Fernando Castillo acaba de publicar otro libro monumental, Un torneo interminable. La guerra en Castilla en el siglo XV (Sílex Ediciones), con prólogo de Luis Alberto de Cuenta. Se trata de una obra impresionante, imprescindible para quienes se interesan -nos interesamos- por el estudio de la guerra y la importancia de la guerra en la evolución de nuestras culturas, pueblos, Estados, incluso paisajes y geografías; ya que, en definitiva -en el caso español- la evolución de la guerra y los conflictos armados, entre el siglo X y el siglo XX -en nuestro caso-, “construyeron” un paisaje que también tiene algo de vía crucis, calvario condenado a la desertización, no solo geográfica, en muchos casos, víctima siempre de ancestrales disputas cainitas.
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