Caldetes, 20 agosto 2010. Foto JPQ.
Los protagonistas de la evasión fiscal, el soborno, el dinero sucio… también tienen una genealogía, que se pierde en las letrinas que alimentaron con agua podrida la economía del pelotazo y la corrupción.
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Reconstruir esas genealogías quizá sea una tarea que se me antoja indispensable:
… En La Arboleja, el Pocero comenzó por oficiar de mozo de la esportilla, en el primer escalón de la carrera hampesca, presto a realizar nocturnas faenas de la más baja estofa, por cuenta de Basilio padre.
Su tosca brutalidad analfabeta de hombre de pocas luces, pero puño de piedra berroqueña, le permitía utilizar el lenguaje más prosaico, comprensible y eficaz entre los personajes sometidos a la bota de su amo: funcionarios municipales a quienes se pedía que acelerasen unas equívocas diligencias; camioneros de quienes se esperaba la vista gorda sobre el estado de las agusanadas mercancías que debían transportar sin saber de qué tráfico eran cómplices; obreros de pico y pala que debían cavar una fosa, preparar cal viva o mortero de hormigón, armar un encofrado del tamaño de un hombre de mediana estatura.
Su experiencia en la limpieza de letrinas, pozos de aguas fecales y otros depósitos de inmundicias, en su Poncia natal –nacido por azar en un cobertizo de uralita de dos habitaciones, sin baño ni cocina, donde vivieron en promiscuidad su padre cojo, su madre vendedora de restos de churrería, una hermana y dos hermanos menores–, sería muy útil a Basilio padre cuando necesitase comenzar a cavar las zanjas de las futuras alcantarillas que debían ofrecer los primeros servicios a unos solitarios edificios de nueva planta, construidos a crédito en los secarrales próximos a la costa sin urbanizar del sur de La Arboleja, donde la ausencia de agua potable y los pedregosos accesos permitirían especular con las promesas de milagrosos servicios futuros, caídos del cielo donde ya lucía el maligno fulgor de las estrellas del soborno, el dinero sucio y la corrupción… La dama del lago.
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