“¡Paren máquinas!” “¡Detengan el funcionamiento del Estado!” “¡Llega Sánchez!”.
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A seis meses (¿?) de las próximas elecciones generales, con catorce o quince comunidades autónomas negociando volátiles gobiernos con muy diversas fórmulas de posible entendimiento (¿?), con varios millares de ayuntamientos en la misma y empantanada situación, el líder de un partido que tiene un 25 % de intenciones de voto y no se sabe si es el segundo o tercer partido de ámbito estatal pide “imperativamente” que deje de funcionar el Estado, a la espera de sus posibles pactos e hipotéticos resultados electorales…
Quizá se trate del ejemplo canónico ideal del galimatías en curso, con un costo económico y social previsiblemente grave: Cómo financiar un archipiélago de minifundios inestables con deuda y políticos garrapatas. España, puzzle inestable. Las nubes tóxicas de la corrupción y la ideología cubren la geografía de una España balcanizada.
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