Plaça Maragall, 21 agosto 2015. Foto JPQ. El Guinardó, una tarde de agosto… tras los fantasmas de Rodoreda y Marsé 10.
Imprescindibles para sobrevivir
Proceso cultural de considerable calado…
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Hace diez años, Mercè Ibarz recordó que Últimas tardes con Teresa, la novela de Juan Marsé, y El carrer de les Camèlies, de Mercè Rodoreda, se habían publicado cuarenta años antes, la primavera de 1966. Tras la coincidencia de fechas, Mercè Ibarz subrayaba paralelismos de fondo entre dos libros y dos obras que llegan a cruzarse de manera inextricable en la misma geografía de Barcelona… Pijoaparte i Cecília Ce, 40 anys.
Hoy, Jordi Amat subraya otro paralelismo de fondo: ese mismo año, 1966, se publicaron Moralidades, Arde el mar, Señas de identidad y Últimas tardes con Teresa, cuatro libros de escritores barceloneses, Jaime Gil de Biedma, Pedro Gimferrer, Juan Goytisolo y Juan Marsé (Escribo bien Pedro. Gimferrer solo comenzó a escribir en catalán pocos años más tarde. Els miralls se publicó en 1970… intercambié con Gimferrer varios correos al respecto y le pregunté “¿debo llamarte Pedro o Pere?”. “Pere», me respondió Gimferrer). Salvando las distancias, sin olvidar los aldabonazos de Luis Martín Santos y Ferlosio, Jordi estima que existe un cierto paralelismo -“un exorcismo”, dice él- entre la publicación de los libros de los grandes escritores emergentes, en Barcelona, en 1966, y la publicación, en 1902, de cuatro libros canónicos, de Azorín, Baroja, Unamuno y Valle Inclán: La voluntad, Camino de perfección, Amor y pedagogía y Sonata de otoño… Barcelona, 1966: Un exorcismo literario.
Ni Mercè Ibarz ni Jordi Amat insisten en un punto que yo estimo capital: su aparente revisión en curso de los cánones establecidos de las novelas catalanas y españolas, sufridas víctimas de la gendarmería profesional del ramo, que lleva años encasillando a Rodoreda y Marsé, los Goytisolo, Gil de Biedma y Gimferrer en categorías “patrióticas” mal adaptadas a la realidad compleja, plurilingüe y pluricultural de las literaturas catalanas y españolas, desde Boscán, cuando menos.
Murciano desterrado, intenté, en su día, establecer un paralelismo palmario, a mi modo de ver, entre las obras de Rosa Chacel, Mercè Rodoreda, Marguerite Yourcenar y Virginia Woolf. Pero esa es ya otra historia: Rodoreda, Mercè, Marguerite, Virginia, Rosa y yo.
El Guinardó, una tarde de agosto… tras los fantasmas de Rodoreda y Marsé 10.
Mercè Ibarz says
Hermoso comentario, Q, se agradece. Te leo en Madrid, ahora mismo en la cafetería del Prado. Advierto que algo que compartimos Jordi, tú y yo misma es el gusto por las cartografías culturales, por los dibujos que trazan y que nosotros amamos descubrir y recorrer.
JP Quiñonero says
Mercè,
«Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson..» dice Borges en algún lugar. En mi caso, sustituiría los relojes de arena por mestizajes y la tipografía del siglo XVIII por el champagne Roederer… dicho eso, Jordi y tu, tu y Jordi siempre me enseñáis cosas que me ayudan a comprender / amar mestizajes literarios francamente atractivos.
Avanti..!
Q.-