Avenue des Champs-Élysées, 13 mayo 2016. Foto JPQ.
«Soy una refugiada siria».
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El Ángel de la Historia contempla el futuro del nuevo vientre de París, Les Halles.
Metamorfosis de París: Los Campos Elíseos, cuando llega la primavera… 13.
Los Campos Elíseos y la mendicidad.
Esos contrastes penosos anonadan, se repiten ahora en Occidente; muchos quieren mirar hacia otro lado, reconocerse incluso que se trata de espejismos pronto desaparecidos; pocos son quienes empatizan intentando ponerse en la piel del desgraciado; a veces, la limosna es una manera de aplacar a Némesis, la deidad vengadora. Porque la muestra de ese enorme problema universal que acabas de reflejar aquí, se duplica, se centuplica, se expande por miríadas. ¿Solución? Debo dejarla (y no quisiera) en puntos suspensivos.
Ricardo,
Mirar, hablar y escribir con piedad quizá transmita algo esencial e indispensable…
Q.-
Si la palabra no acompaña a la imagen, a medias queda la transmisión; al menos difundes, alguien lo recogerá; podrá verse la semilla convertida en fruto.
Ricardo,
Palabras e imágenes pueden dialogar, sin duda. Dicho eso… una imagen que «necesita» explicación (como una palabra que «necesita» de la imagen) quizá esté falta de algo… tema un poco vidrioso que necesita de muchos matices, sin duda,
Q.-
Sí, aunque me parece que la mayoría de esos matices va a aportarlos la intuición, el «acierto». En tu caso, las imágenes que ofreces activan la imaginación, traen con ellas más de una historia.
Me ilusiona tu lectura, Ricardo… con frecuencia, muchas fotografías son autorretratos: fotografiando cualquier cosa, el fotógrafo está desvelando si no su propio rostro si algo muy parecido a su visión del mundo, o algo así. En ocasiones, el fotógrafo deja al descubierto su propia insignificacia… no tiene nada que ver, y lo que ve es una burda visión de una realidad que se le escapa, poniendo énfasis en trivialidades agravadas por los editores y el maquillaje más o menos desafortunado de las imágenes…
Perdón por el tostonazo,
Q.-
Esas estampas quedan «estampadas», persisten, van a formar los enlaces entre un presente convertido ya en pasado y lo que atraiga el porvenir. Tú lo buscas, lo recreas, lo reflejas. Acabo de llegar a casa, mi lugar de trabajo como sabes. Tuve que madrugar. El recorrido, de ida y vuelta, lo hice en el metro. Transporte seguro, tranquilo, iba medio vacío, no lo habitaban ninguno de esos personajes que suelen llamar la atención. Pude sentarme cómodamente. Me fui leyendo hasta la última estación -allí me bajo-, «Años y leguas»; concentrado en ese Sigüenza omnipresente, más Miró que ninguno, adunando el recuerdo de aquella ciudad episcopal que vio -creo- en 1904, una Oleza de la meseta dura, más levítica aún, más secarral y más roquedo; también más bello el caserío y el paisaje que ese de la perla huertana, de salvaje y salobre calorina cuando el estío agobia y los turistas no llegaban (que, al venir, trajeron a esas hermosas playeras, objeto de morbosa ensoñación, de imposible deseo, rayo de luz en la oquedad del pobre). Un abrazo; y ya… esperando la próxima foto y su sabroso pie
Ricardo,
Bello recuerdo de un libro muy bello, si.
Por mi parte, perro solitario, vagabundeando por la gran ciudad que fue y es ya otra, claro,
Q.-
¿Sabes? A medida que paso las páginas de Años y Leguas me acomete una pena de sentir que termina; Y es la tristeza porque Miró se acaba, también muere, ignora que ese Huerto de Cruces lo tiene ya muy próximo, no sabe que concluye el proceso de hacer más descripciones, que se va la belleza, que fenecen los personajes, que no podrá redimir esas facetas de su misma personalidad, oscilando del rico al pobre, del docto al iletrado. Queda ya a la distancia de ochenta años, y aunque Benet me duele, le acomodo más cerca, supongo que me quedan sus palabras, que lo voy a encontrar de paseo por Aldeadávila, por el Esla o por algún bar de ese viejo Madrid que entonces era aún más antiguo, quedaban más cercanos los tranvías, la posta, el pregonero, los pasados Diarios y Gacetas de Madrid, casi a trasmano de Quevedo y Calderón, de daifas y susonas. ¿Saborea Gabriel el agraz delicioso del limón, la pulpa crujiente del almendro, los terredos de Polop y Guadalest en la cuesta que lleva al camposanto? Muy tímido y recoleto que le veo, es Sigüenza persona y Sigüenza ciudad. P.S: Mientras yo reflexiono, me escondo en la memoria, Europa… bueno… dudo de ella, ¿es o no es lo que será el mundo? Saludos, estimado.
Ricardo,
… a título personal, yo hago algunas diferencias:
-Hay algo de «sonámbulo» en Gabriel Miró: un talento puro y «crudo», ensimismado en su propia historia, su pueblo, su melancolía, sin atreverse a osar (como el San Juan en los primeros versos del Cántico) que sus palabras serán inmortales.
-Juan (Benet) es otra cosa: él si tiene conciencia de su valor. Pero tiene una visión pesimista de la historia. Siempre recuerdo la cita de Faulkner que me espetó en su casa el día que nos conocimos: «El conocimiento, y no el dolor, es el que discurre por mil caminos solitarios y salvajes». He buscado sin encontrar de donde se sacó esa frase faulkneriana. No se atrevió a osar la redención de la tierra a través de la prosa que fragua Región.
-Entrar en Quevedo & Calderón me llevaría demasiado lejos. A título personal, he rendido homenaje a Juan & Cela en alguno de mis libros, con Gabriel Miró al fondo. Algunas estimaciones de mi Caína conducen directamente a Región, en dos de mis novelas. Y, ahora que no nos oye nadie: yo si creo en mi prosa. ¿Me perdonarás la soberbia de quien habla con sinceridad..?
Avanti..!
Q.-
Es una gran ventaja, estimado: tu caso equivaldría al «credo in unum deum» de la obra personal, cuanto sobrevive a uno mismo, lo que prolonga ese instante «final» que las nuevas ciencias parecen hacer más llevadero. Y si crees, te gusta, lo disfrutas, superas esa aceptación de los otros que siempre se supone detrás de todo ego. Ahí me entra una envidia que es pelusa y también cansera: yo no creo en mi prosa (tampoco debo comparar; mis palabras escritas pertenecen a lo pedestre, al divertimento, a la aventurilla de las letras), la tomé poco en serio, era un paisaje personal, grato, sí, al estilo de las tierras rojales de Castilla, algo que se destaca de la greda, sobresale del cárcavo, pretende no acogerse a la horizontal reposada del polvo; pero yo sigo, bien sea el empeño de orate o de quijote (en minúscula, claro, que sólo tengo de él la triste figura, el varal cenceño). ¡Voy a por tu foto, pío, pío, como los pájaros!
Ricardo,
Ayayay… Tu prosa es buena, rica, preciosa, poética, con una riqueza de vocabulario excepcional y gran talento de análisis. Debes enterrar esa manía íntima por la cosa melancólica, para tocar todas las cosas que tocas con la claridad meridiana de las cosas sencillas y luminosas… lo tienes en el bote, oye; y déjate de culturalismo, goza de las cosas limpias, sencillas, bellas y luminosas, que están ahí…
Q.-
Herrumbrosas mis lanzas serían, estimado, en ese arduo velar contra el genotipo y el fenotipo; pero también es cierto que con enmohecidas armas, si es diestro el brazo del guerrero puede tornar el combate en victoria. Volviendo a nuestros amigos de ultratumba, JB y CJC, les debemos reconocer un tratamiento macrocósmico de la literatura: es la esencia del ser por lo que pugnan; sin embargo, Miró se afana en el microcosmos de las letras: describe la huella vagarosa, el libar del insecto, los cendales que huyen tras las cortadas, el paso que dejaron el pastor y el santero, las escuetas voces del mendigo y del niño enfermo… Pero, sí, debo de hacerte caso: ¡va a venir Paco con las rebajas y a la compañía de Pateta se me lleva!, por malo, por vago, por no escribir las crónicas de un pasado que para muchos fue y es aún presente. Abrazos desde este finde comenzado hoy, ¡mazo de guay!, lo definen algunos.
Ricardo,
Anda, anda… ¡ponte al curro… de la escritura..!
Q.-
Estoy en ello, estimado. Seguiré los intentos, buscando un agente o una editorial. No tiraré la toalla, a menos que surja una enorme ventolera, me arrastre al báratro, quede (como dirían los redichos obsoletos) en la cárcava esotérica y se confundan mis restos con la greda castellana, se haga humus del paisaje mi antiguo yo fisiológico, rastro sobre el que pisan los animales.
Ricardo,
Anda, anda, sal de la tal «cárcava esotérica», que me da una miqueta de miedo. Y tírate a la calle a comerte al mundo, ya.
Avanti..!
Q.-
No te preocupes, estimado, si eso es hacer el bu, algo así como los Títeres de Cachiporra o el «¡que viene el coco, mamá!»; y todo queda en que el Gordo y el Flaco son perseguidos por un Frankenstein y un Hombre Lobo de cartón piedra y caras de golem. Al final, sales del cine de las «patatas fritas, chicle americano, helados de tres gustos», y te vas a casa en el último tranvía. Soñarás esa noche, te despierta la realidad; como bien has recordado, deberemos aprovecharla que el tiempo es, más que nunca, oro. Saludos
Ricardo,
Parafraseando a L., una vez más: El mundo es de quienes sueñan despiertos y hacen realidad sus sueños,
Q.-
Así se hicieron todas las revoluciones, particulares y universales; no existe otro trayecto. Esa dramática evolución se produce desde un ocio creativo: allí bulle y decantamos el alimento de la mente.
Abrazos.
Ricardo,
Claro… de ahí que todo comience con una suerte de revolución / determinación íntima: vivir como hombres, hombres libres…
Q.-
Y así será una existencia regalada, el trofeo que te haces a ti mismo: al menos tu fuiste el juez y el jurado: tu propio ego premia tu libertad, la apuesta definitiva…¡no es moco de pavo, estimado J.P!