Sant Andreu de Llavaneres, 17 agosto 2016. Foto JPQ.
Escritos del joven Quiño
¿Cuál / cuáles son las lenguas de los catalanes?
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Con sus pregones de la Mercè 2016, Javier Pérez Andújar y Toni Albà han vuelto a plantear, a su manera, un problema que tiene siglos de historia.
“La poesía catalana es la poesía escrita en catalán. Poesía española puede escribirse en varias lenguas…”, me dijo Josep Maria Castellet intentando ser pedagógico, para salir al paso de mis reservas de su antología bilingüe Ocho siglos de poesía catalana (1969), realizada con Joaquim Molas. (A título anecdótico, los autores de la entrada JMC en la Viquipedia olvidan -23 septiembre 2016- otra antología, Veinte años de poesía española (1962-63), donde Castellet no deseó incluir a Juan Ramón Jiménez).
Mi tesis era esta: la pareja Castellet – Molas no citaba en ningún momento el caso a mi modo crucial de Boscán, Juan Boscán Almogávar (en catalán Joan Boscà i Almogàver) (Barcelona, 1492 – Perpiñán, 21 de septiembre de 1542). Que Boscán figurase o dejase de figurar en una antología de poesía catalana no me parecía ni esencial ni indispensable. Me parecía y parece esencial e indispensable abordar el origen último, cultural, de un problema político sensible: un poeta catalán de Barcelona, Boscán, decidió escribir en castellano… Tal decisión individual plantea evidentes cuestiones filológicas, históricas y políticas.
El puesto de Boscán en la historia de la renovación de la poesía castellana y las poesías españolas me parecía y sigue pareciendo capital: su decisión personal de escribir en castellano -siglo o siglo y medio antes, Ausiàs March había elegido el catalán para escribir su obra poética- plantea en su origen último la cuestión siempre actual de la naturaleza cultural del problema de los problemas de España. Eludir y callar las “lecturas” políticas de tal decisión íntima, individual, me parece una manera como otra de ocultar la raíz cultural primera de un inconcluso debate, enigma y problema territorial, político, institucional.
Hablando con Castellet de tal cuestión -en el antiguo palacete de la madrileña plaza del Marqués de Salamanca, donde se encontraba entonces la editorial Taurus, dirigida por Jesús Aguirre, mi primer editor-, su respuesta a mis reservas me pareció que eludía el problema político que yo deseaba plantear, limitándose a darme una repuesta filológica. Siglos más tarde, volvimos a cruzarnos en Edicions 62. “Sigo dándole vueltas a tus reservas”, me dijo Castellet con una sonrisa paternal, dejando atrás un diálogo que nunca fue tal.
Magdalena Sánchez Jiménez, la nueva secretaria de Cuadernos Hispanoamericanos, ha conseguido rescatar mi viejo artículo, publicado en el número 256 de la revista, correspondiente al mes de abril de 1971. Me apresuro a publicar en Scribd una copia forzosamente fragmentada en 14 pdfs, a la espera de conseguir un pdf único del mismo texto: CH 133 – CH 134 – CH 135 – CH 136 – CH 137 – CH 138 – CH 139 – CH 140 – CH 141 – CH 142 – CH 143 – CH 144 – CH 145 – CH Portada.
Andando el tiempo, de aquellos lodos -la naturaleza cultural del problema de los problemas de España- vinieron…
Josep Pla y la construcción mítica de Cataluña 2.
Ricardo Lanza says
Muy interesante tu comentario y lo que traías de atrás, de tus tiempos de Quiño. Mucho, pero que mucho es cuanto se puede hablar de la literatura y la lencua catalana; sí, son ocho siglos, desde las Homilías de Organyá hasta ahora, de nuevo en cuarto creciente. Lástima que yo no lo hable y a medio diente lo lea. Cartegena y el Cantón no sale de mi memoria; prima tu antepasado Antoñete, que muy ilustre y mentado debió de ser en aquellas revueltas, casi acracia divina, desde luego, gran tono social, solidaridad ilustre. Menos mal que remozan Cartagena, destacan su patrimonio, lo limpian, lo enaltecen, lo visitan. Lejos se va quedando (como el Cante de las Minas, el Rojo, el alpargatero, el tranvía de la Unión) aquella ciudad que, hasta poco, entristecía, daba la impresión de ser una especie de «Baile de las Viudas» en que callaba enseguida la música, eran los parroquianos menestrales y menegildas, guindillas y soldadotes, decrépito el mobiliario, parvos los enseres, rancia la comida, el vino de frasca de moscas y cigarras. Lugarón que era difícil bautizar como señero, urbe de raigambre histórica. Me queda por verlo ahora, no sé si voy a acercarme, apenas salgo del alfoz de Madrid. Voy, estimado, a la «gatera» ahora mismo, he decidido llamar así a mi retiro esporádico. Imagino que dejo el automóvil, cruzo la puerta, y una Alicia gatuna me conduce a través del espejo de los deseos para que Bastet, diosa felina, me reciba como a afectuoso huésped, y dé la orden al conde Gatón para que me pasee a lomos de su caballo y me presente a los destacados Micifuz y Zapirón de aquella celestial cohorte.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Cool… a cuidarse y cuidar a tu prole. «Celestial cohorte»… «acracia divina»… «Alicia gatuna»… que maravilla tus fórmulas.
En el fondo, también tu tienes algo de «Alicia gatuna», dicho sea con cariño y respeto, claro.
Avanti..!
Q.-
Antonio Castillo Algarra says
Justo estos días estaba manejando esa antología, al tiempo que leía Los Españoles en la literatura, del bastante más confiable y abierto don Ramón Menéndez Pidal, que habla constantemente de las tres literaturas peninsulares: la castellana, la catalana y la galaicoportuguesa y sus caracteres comunes y peculiaridades.
Un saludo, Quiñonero.
JP Quiñonero says
Antonio,
Palabras mayores, don Ramón, claro. Añadiría una gotas de euskera, sin ánimo polémico de ningún tipo,
Q.-