FM y Anne Pingeot, enero 1981. Foto ¿?
Las cartas íntimas de François Mitterrand (1916 – 1996) a Anne Pingeot (1943), el gran amor de su vida, son una venganza y el triunfo definitivo de la amante sobre la esposa y otras amantes del más mujeriego, con mucho, de los jefes de Estado franceses del último siglo.
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Las Lettres à Anne, 1962 – 1995 (Gallimard) reagrupan más de un millar de cartas íntimas, escritas durante treinta y tres años, entre 30 y 40 cartas por año. Mitterrand tenía 46 años, estaba casado y era padre de tres hijos, cuando conoció a una joven de 19, Anne Pingeot, hija de un amigo con el que jugaba al golf en una playa del país vasco francés más burgués y acomodado.
Mitterrand había contraído matrimonio años antes, en 1944, con una joven igualmente católica, burguesa y tradicionalista, Danielle Gouze, la madre de sus hijos y esposa.
Seducida Anne, Mitterrand no pensó jamás en “romper” su matrimonio, con el pretexto más o menos vago de “preservar” su carrera política. Con los años, Anne sugirió en muchas ocasiones “oficializar” sus relaciones, “hacerlas públicas”, al menos. Pero Mitterrand consiguió convencer a su joven amante, con una pericia de Don Juan ducho en muchas artes, entre el cinismo, la perfidia y la “seducción”, sobre la que han insistido con precisión clínica todos sus biógrafos.
Roland Dumas, el más íntimo de los íntimos, abogado de los herederos de Picasso y futuro ministro de Asuntos exteriores, ha resumido de este modo la “posición” básica de Mitterrand sobre las mujeres: “Es imposible seducirlas a todas. Pero nada cuesta intentarlo”. Michèle Cotta, la periodista que mejor conoció y trató a Mitterrand, durante más de veinte años, comenta: “Mitterrand no concebía una reunión del PS sin terminar la velada del brazo de una chica joven, para pasar la noche. En ocasiones, era capaz de invitar a cenar a varias mujeres, en la misma mesa, sin que ninguna supiese, de entrada, cual de ellas sería la favorita al final de la cena”.
Todos los biógrafos de Mitterrand han enumerado una larga relación de señoras y señoritas que compartieron su lecho amoroso de manera “regular” o “accidental”, o “irregular”. Son célebres las aventuras del difunto presidente con una famosa locutora de tv y con una periodista sueca, madre de un hijo de Mitterrand, que aprovechaba incluso los viajes de prensa para entablar relaciones más que amistosas con algunas periodistas. En cierta ocasión, durante un viaje de prensa, entre París y una capital de provincias, Mitterrand se dirigió a los enviados especiales de dos periódicos españoles, El País (Feliciano Fidalgo) y ABC (JPQ), en un tono de una cordialidad inusitada, al fondo de un avión oficial. Entre ellos se encontraba una llamativa periodista sueca… que era el verdadero motivo de interés de Mitterrand por la “canallesca” española.
Años más tarde, Anne Pingeot ha decidido publicar más de mil cartas de amor. Difunta la esposa, la amante ha contado con el “OK” de la Fundación Mitterrand, presidida por su hija, Mazarine, y su antiguo ministro de Asuntos exteriores, Michel Vauzelle, para publicar una correspondencia íntima sin parejo. Se trata, en cierta medida, del triunfo, victoria e inconfesable venganza de la amante sobre la esposa y otras amantes menos afortunadas.
Cuando Mitterrand fue elegido presidente de la República, el mes de mayo de 1981, instaló a su esposa e hijos en el Elíseo y a su amante e hija en un palacio contiguo. Gran artista en todas las artes de la esquiva, el engaño y la seducción, Mitterrand pasaba de un palacio al otro, atravesando una simple avenida, sin que ninguna de las familias llegase a encontrarse nunca, hasta el día del entierro, donde se cruzaron por vez primera, en público, la esposa y la amante.
Sin duda, las Cartas a Anne no son, solo, un “triunfo” y una “venganza”. Parece bien evidente que, en verdad, Mitterrand amó a su amante como a ninguna otra mujer. Pero no aceptó jamás que ella “viviese su vida” ni hiciese públicas sus relaciones. Danielle Mitterrand (Danielle Gouze, de soltera) si pudo “vivir su vida”, incluso llevando a alguno de sus amantes al domicilio conyugal. André Rousselet, amigo íntimo de Mitterrand, el empresario fundador de Canal Plus, llegó a “sorprenderse” de la asidua presencia en el domicilio de los Mitterrand de un “apuesto monitor deportivo”. Ante tal “sorpresa”, el presidente le comentaría a Rousselet, no sin elegante cinismo: “¡Qué quieres! No puede pedirse a una mujer más de lo que se le da”.
Anne Pingeot tampoco desconocía las aventuras más o menos ocasionales de Mitterrand con un largo rosario de señoras y señoritas. Pero ha preferido enterrar el calvario íntimo publicando las cartas de amor que le dirigió Mitterrand durante más de treinta años. Pueden leerse como una novela. Quizá sean, así mismo, un documento muy fuera de lo común: el apasionamiento, el amor, ligerezas y mentiras de un Don Juan que no desdeñó la carrera del mujeriego libertino, pero prefirió, muy por encima de todo, la carrera sin escrúpulos conocidos del hombre de Estado, inmolando a quienes lo amaban en la hoguera de su pasión política, incompatible con pasiones de otra naturaleza.
Sexo y política en la cúspide del poder político francés.
Giscard, Chirac, Sarkozy, Ségolène, DSK… sexo y guerra política en Francia.
Hollande / Trierweiler: el sexo es un asunto muy político, en el Elíseo.
Ségolène Royal, sex symbol del gobierno Hollande / Valls.
Ségolène, socialismo(s), sexo y odio(s).
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