Mataró, 2 noviembre 2017. Foto JPQ.
Ante la pregunta “¿cuál de las siguientes frases expresa mejor sus sentimientos?” los catalanes responden de este modo:
[ .. ]
Me siento…
… únicamente español, 4,9 %.
… más español que catalán, 5,1 %.
… tan español como catalán, 42, 6 %.
… más catalán que español, 21,1 %.
… únicamente catalán, 20,2 %.
NO saben o NO contestan, 6,1 %. La Vanguardia, 6 noviembre 2017. Una mayoría cree que el proceso acabará sin avances tras los comicios.
Según ese estudio sociológico -confirmando todos los estudios que han planteando esa pregunta, desde siempre-, un 52,6 % de los catalanes se sienten razonablemente españoles, un 41,3 % no se sienten nada o nada de nada españoles, mientras que un 6,1 % no responden o no saben qué responder ante esa primera seña de identidad.
Quizá se trate de señas de identidad seculares. Basta recordar los casos de Juan Boscán y Juan Marsé, Ausiàs March y Ana María Matute, entre un largo etcétera que se confunde con la historia de las culturas catalanas y españolas, “separadas” por razones ¿políticas? ¿filológicas? en todos los manuales de la historia de la literatura, por los siglos de los siglos.
Cuando Puigdemont abre la campaña electoral del 21-D con ataques a España y la UE, acusando al Gobierno español de “fascista” que ha dado un “golpe de “Estado”, tras violar el Estatuto catalán, la Constitución e instituciones españolas -que han recibido el apoyo expreso del Vaticano, Washington, Moscú, el Parlamento Europeo, la UE y todos los actores grandes y pequeños de la comunidad mundial- el ex presidente depuesto no solo delira políticamente: ilumina de manera esperpéntica la patética división de los catalanes, enfrentados en algunas de sus señas de identidad esenciales.
Los catalanes que no se reconocen en España, en ninguna medida, dan a palabras esenciales, como “pueblo, “libertad”, “democracia”, entre otras, un sentido diametralmente opuesto al que esas mismas palabras tienen para muchos otros catalanes / españoles y para el conjunto masivo de la comunidad internacional, alejándose vertiginosamente de la realidad cultural y política.
Mario Ríos comenta de este modo la nueva realidad emergente: “… El darrer baròmetre del CEO mostra com comencen a conformarse dues comunitats amb identitats nacionals diferenciades, partits propis, mitjans de comunicació específics i models d’encaix territorial diferenciats…” Contra la Catalunya belga.
Antoni Puigverd insiste: “… Una cultura política integradora se desmorona: la del PSUC y el PSC, la de Candel, Raimon y Serrat, Benet o Fernández Jurado, la de CC.OO. y la Asamblea de Cataluna. La polvareda del independentismo ha eclipsado una verdad histórica: que la recuperación de nuestras instituciones se hizo con acento castellano: Volèn l’ehtatú..” Vidrio roto.
Se trata de un enfrentamiento cultural, muy anterior a la política, que es un reflejo parcial y rudimentario de esas señas de identidad enfrentadas. Todos los estudios y sondeos de opinión confirman el previsible inmovilismo / estancamiento de fondo tras las elecciones del 21-D. ¿Cómo podría ser de otro modo, si los catalanes tienen señas de identidad tan fragmentadas y antagónicas, desde hace siglos?
España / Cataluña… orígenes y salida de la crisis: el modelo Quiñonero.
Quiñonero: “España no aguantará sin un diálogo cultural de fondo”.
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