Homenaje a Robert Frank… El Frank de París, by Robert Frank; no el Frank de The Americans, que es otra cosa, menos intimista y más épica.
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Cae la noche, Dark Lady… en Saint-Germain.
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Homenaje a Robert Frank… El Frank de París, by Robert Frank; no el Frank de The Americans, que es otra cosa, menos intimista y más épica.
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Cae la noche, Dark Lady… en Saint-Germain.
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Hopperiana belleza.
Ahhh, qué ilusión, Laura,
Q.-
Tu y vosotros, última generación perdida de los libros, que no olvidada sea; porque no queda tiempo, ¿habrá de ser salvada en la memoria?, me pregunto; y la respuesta no me llega; y es la melancolía del alumno que aprende en tardes grises otoñales, y su saber no llega a parte alguna. Viéneme a cuento esto al advertir la portada de Raíces. Yo me acordé en Bilbao de todo esto, a pesar de que el clima: el cielo azul, calmado el viento, grata temperatura en el ambiente, era contrario a esa idea del Bocho que tenemos: ráfagas frías de llovizna, celajes permanentes de crepúsculo, desconchados suburbios industriales. Y no era así, y en el metro me fui hasta sus playas, recorrí las arenas de Plencia, subí a Archanda en el funi, bajé a pata desde la Virgen de Begoña hasta ese Casco Viejo tan compacto y entrañable, pero en que, rara vez, escuchas el euskera, apenas lo oyes en Guernica, ¿qué pasa ahí? Volveré pronto para pisar esas riberas urbanas del Nervión que se extienden a lo largo de 20 ó 25 kilómetros; un paisaje, para mí, de Verhaeren, asfalto frío inacabable, ciudad con pretensiones, sumida entre montañas, sajada a trozos por los ríos. Un saludo, saludo.
Bellos rastros de tus días y venidas, Ricardo, con tu precisión entomológica por los detalles del paisaje y los vericuetos del alma, que son la tierra virgen donde tu prosa rotura su devenir, iluminándolo todo, a tu paso,
Q.-
Sigue cernida la nube tóxica sobre Madrid. Vista desde lejos, ya ni el lucero del alba se destaca. Volvemos a la normalidad (o a la norma), lo digo por el asunto de Cataluña, del que tu tan precisamente nos continúas informando, atento siempre a los sesgos producidos, a lo que siente y expresa el pueblo, a lo que se ve (quedan tus fotos para eso; suponen una historia d ela vida; así las considero y las estimo). Me preparo mañana de domingo paseando a primeras horas por ese barrio antiguo de Alcalá de Henares que merece la pena visitar en soledad; le hace perder lo multitudinario, sobre todo las fotos ante la espuria casa de Cervantes. Al final, cuando ya arrecia la marea humana, abarrota los soportales, lancina las calzadas y vocea llamándose entre ella, me refugio en el Gato Verde, actual café de falso revejido, donde solo echo en falta la presencia de un felino, un gato azul pudiera ser, paseando entre las mesas, a manera de entrañable dueño guardián.
Ricardo,
Si… la polución forma parte de la historia del arte y la visión, desde que los impresionistas comenzaron a pintar el puente de Londres con una luz tocada por la humareda tóxica de la época. Hay mucha fotografía contando el mismo proceso en Los Ángeles… por el contrario, quizá esté por contar la historia de la metamorfosis del cielo madrileño. Antonio López lo subrayó hace años… en vano. Ese cielo añil y rosa de algunos crepúsculos y amaneceres es algo muy bello.
…
Tomo nota del Gato Verde… a ver si puedo recalar algún día.
Avanti..!
Q.-
Junto al Museo Arqueológico y el Palacio del Obispo lo tienes, enfrente de la Magistral, en el cantón de la calle Mayor. A veces, lo atiende una mesera a lo Romero de Torres. Muy cerca, la casa del Toro Bravo, personaje emblemático alcalaíno, rebotado de Mallorca desde los setenta, pintor impenitente que trabaja bajo la luz de una vieja bombilla colgante Osram, y ha llenado su estudio (o casa) con cientos de cuadros que abarrotan techos y paredes; ahora, ya senecto y en extremo parlanchín, asegura haber descubierto un camino a la vida eviterna. Me recuerda a los históricos clochard del París de Edith Piaf y el existencialismo sartriano; aunque, claro, pasado en este caso por las Cuevas de Sésamo y el latiguillo de orate de un Valle Inclán rebajado a Solana.
Uauuuuuuuu, Ricardo, qué de promesas por descubrir…
Tomo buena nota. Ya tengo ganas de poder descubrir ese Gato Verde al que confieres la inmortalidad de tu palabra. Amen,
Q.-
Gracias, estimado, lo que sucede es que… me parece que ya declino hacia la horizontal reposada del polvo, y me acucia un tonto cansera, y no sé si voy a acabar el novelón (lo digo por el tamaño; si lo edito bien que vendrá a los papeleros de camión solemne, estilo baldaquino), pues mientras lo concluyo (cerca debo de estar; me esfuerzo y diré: cerca debo) lo siento reticente, prolijo, a veces inane, absurda nenia personal de maldito casero que cree en disparates como la Gata Bastet o el Poder accesible. Un saludo. A ver si te veo en el Gato Verde y platicando con el Toro Bravo (si es que aún está enhiesto), que te venderá su opúsculo de inmortalidad y existencia satisfactoria, mirándote ingenuamente como si fueras un chaval que viene de lejos admirarle y le ruega que te descubra lo que quiera y te merezcas de la Gaya Ciencia.
Ricardo,
Perspectivas muy atractivas, qué te voy a decir.
A ver si mis incontables jefes me dan cita y me invitan a tomar un avión para darme una vuelta por los Mandriles, que tu pintas de manera tan envidiable, sugestiva, atractiva y toda la pesca, oye,
Q.-
Ya sabes que vivo cerca del aeropuerto. De cada 10 días, 9 estoy en casa. Hay un cuarto vacío y siempre dispuesto. Lo tienes en cualquier momento. De todas formas, ya sabes que mi interpretación de la realidad pertenece a un mundo mágico que pretendo plantado asimismo en la tierra y perdurable, en que no sea solo ni albacea ni nada, crezca la compañía, no se base en rechazo personal de lo cotidiano y en el repliegue a los cuarteles de invierno, en el fondo, refugio apenas solidario y de indocta zarzuela.
Ricardo,
Tomo buena nota de tu ofrecimiento. A ver si hay suerte.
…
Todos vivimos en mundo más o menos mágicos… pero todos están en este mundanal ruido, que cada cual intenta conllevar como Dios le da a entender. Dios está ocupadísimo, con tantos líos,
Q.-
Mañana de Brihuega, estimado, fría y soleada, amiga por haberla buscado como hiciera CJC. Larga calle que atraviesa la pequeña ciudad, a la derecha, un cinto de murallas bien cuidadas, terminando en una cuesta pina que concluye junto al santuario de la patrona, la casa de Manu Leguineche y una plaza de toros que, mucho me temo, se ha levantado usando parte de las piedras viejas, casas ajardinadas al borde de taludes, una vista de la pequeña vega en que algunos invernaderos se hacen evidentes; al fondo, la fábrica de tapices diecioochesca con un jardín francés, aún enhiesto, casonas palaciegas, iglesias tardorrománicas y góticas, el recuerdo de dos batallas: la del Archiduque, en el setecientos, sangrienta y enconada, concediendo el triunfo al primer Borbón; la del 37 , conocida en todo el mundo como de Guadalajara, muy publicitada, con arduo enfrentamiento entre internacionales a favor de la República y de Franco (CTV y garibaldinos, otras naciones diversas); sin embargo, aún queda mucho de la vieja Brihuega, y entras en automóvil por la puerta de la fortaleza, atraviesas calles estrechas y enrevesadas, subes a pequeñas atalayas… Hay, también, un romántico (así lo llamamos ahora, ¿podrá ser para espantar a la muerte) cementerio décimonónico, cargado de epitafios sentidos aunque expresados en mal verso, entrañables recuerdos de los niños fallecidos a causa del cólera del 85, piedras que se confunden con las ruinas del alcázar bajo medieval que asimismo acoge al cementerio nuevo; a quien no he visto ahora es a un espurio guía anciano (y bastante) que solía agarrarse a las mozas de buen ver y pretendía que le acompañasen a la cripta. De Solana, claro, de esa Españeta que no cesa, un ucrónico chafarrinón que ya casi parece llegada de «la fantasma», a modo de Santa Compaña de Carnaval.
Ricardo,
Brihuega… si… la luz de tus palabras devuelve su nobleza y estilo noble a calles, lugares, pueblos, víctimas del «ucrónico chafarrinón» del que hablas con pulcritud. Si… hubo otras Españas que intentaban limpiar y devolver su nobleza a las viejas piedras profanadas. En el fondo, quizá sea la tarea más alta, la de preservar y salvar lo que salvarse pueda, caminando, mirando, tocando y vistiendo con la palabra todas las cosas vivas y muertas, que seguirán vivas por los siglos de los siglos, a través de la palabra, si,
Q.-
Y, ¿qué puedo hacer para salvar, a modo de albacea silencioso y recoleto, los restos de un pasado social, artístico e histórico asimismo, que ahora se descompone más deprisa que jamás, se pierde a zancadas, se hunde en la indiferencia de los muchos, de los mismos paisanos que lo habitan, queda a manera de retal decimonónico que ya los noventayochistas rechazarían? Me quedan, estimado, las imágenes y las palabras de lo que veo y quienes me hablan; pero ya periclitan; mientras no llegue la acedia todo irá marchando, como dicen los mozos de El Brillante, de Atocha, cuando ese parroquiano a quien siempre motejan de «joven», sea senecto o valetudinario, acaba de hacer su pedido. «Va quedando también entre las cosas del pretérito, casi ya se empareja con Larra, Mesonero y Pedro de Répide». Ten en cuenta que los del pasado milenio acabaremos siendo contemporáneos de Almanzor, Don Juan Manuel, Garcilaso, Feijoo, Espronceda, Líster; y los de este -tu y yo, entre otros millones-…¡no se sabe!, quizás de máquinas demasiado humanizadas.
Ricardo,
«¿Qué puedo hacer…?» Lo que haces, muy bien. Escribir, soñar, caminar, mirar, seguir caminando, hilando palabras y frases, que es la mejor manera de preservar la identidad y la inmortalidad de todas los seres y las cosas vivas, que incluso las cosas cobran vida cuando están tocadas por la gracia de la palabra,
Q.-
Me quedan también, los gatos, grupales y únicos, hijos de esa diosa Bastet que ahora parece rebrotar como eón debido a que tiene suficiente número de fieles; y asimismo, tus fotos y tus textos, son la espera y la esperanza.
Ricardo,
Ay, estamos en un plan… pues, nada, a escribir, cuidar gatos, tirarse a la calle, seguir mirando, escribiendo, fotografiando…
Avanti..!
Q.-
En mi caso, estimado, a modo de maldito de guardarropía, que maneja un guiñol pueblerino donde también le exhiben en compaña de los títeres de cachiporra. Convoca al personal de villorrios y aldehuelas recitando romances de ciego copiados de los textos de El Caso. (Su creador, Eugenio Suárez, murió, no ha mucho, ya bien nonagenario, en Asturias, casi arruinado pero, asimismo -decía-, casi feliz). Más me valdría ser el tío que anuncia las cuchillas eviternas o los inefables crecepelos, y utiliza una larga labia indocta y desaforada, pero siempre se lleva algunos cuartos, nunca las perras chicas. Saludos, amigo, que me voy a leer tus últimos textos, que de ellos extraigo lo más de la información de la res publica, que parece que vivo junto al emperador de Austria-Hungría, el Sultán otomano o el Zar de las rusias, y no me entero, si no, de lo que vale un peine (Desde esa inopia, ¿cómo voy a venderlo a los paisanos? Anocheceré ronco de afonía, y nadie me lo compra)
Ricardo,
Anda, anda… seguro que tienes una clientela de lo más selecta, como corresponde a tu alcurnia y al tono docto pero lírico de tus adjetivos, hilvanados con el estilo noble castellano, si,
Q-
Solateras que vive uno, a cuestas con las traducciones -y que no falten; cada vez son menos: ha llegado la escritura automática-, resignado -un algo estoico- a mi escritura de salón y, de cuando en cuando, a visitar amigos o recorrer el alfoz capitalino, no alejándome sino pocas leguas, que la noche llega y dicen que en lo oscuro viene el coco.
Ricardo,
Pues me parece un ritmo envidiable… que resumes con luminosa pulcritud. En mi caso, todo va, desde siempre, una miqueta atropellado, corriendo, corriendo, corriendo… incapaz de sentar cabeza, ay,
Q.-
La carrera, ya sabes, favorece al organismo, siempre, claro, que uno sepa adónde se dirige y si existe meta. Aunque, como dijo el poeta: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar»; y es que las sendas escogidas, las más de las veces no han sido cartografiadas, son arduas y fragosas, terminan en adarves que te arrastran a ese juego de la oca en que caes en la carta de la muerte y…¡vuelta a empezar! Y la vida se va escurriendo poco a poco, y uno no la aprovecha como quiere, hace lo que le dejan, y al final confunde la acracia que le llama con el fascio que te limita y te entenebrece; y el temor le hace creer en las frases de aquella canción de la falange inicial: «…Y perseguido por izquierdas y derechas…», cuyos autores no sabían bien lo que hicieron ya que estaban acoplando ¡nada menos! que las estrofas del «Horst Wessel». ¿Te acuerdas de la cama en que escribía Marcel Proust luchando contra la muerte para concluir la obra personal ingente e imperecedera? Le dio tiempo a hacerla ¡Menos mal!…Estimado, son puras reflexiones matutinas, quiero que sean de ánimo para tus trayectos.