Barcelona, Paseo de Colón, Barcelona’s Head de Roy Lichtenstein, 12 agosto 2017. Foto JPQ.
Antón Costas me descubre un texto indispensable de Jordi Nadal, en el que se plantea quizá por vez primera una cuestión capital de la historia, el presente y futuro económico de Cataluña y España.
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Jordi Nadal:
“La propensión al trabajo de los catalanes, que ha hecho la fortuna del país desde finales del siglo XVII hasta 1936 por lo menos, no es un rasgo congénito con el que ya nacemos, sino el fruto de un cambio de actitud, de mentalidad, causado a su vez por los desengaños y frustraciones de nuestra historia política. A mediados del Seiscientos, la guerra de Separación, o de los Segadors, en que estuvimos a punto de convertirnos en república independiente bajo los auspicios de Francia, se saldó de la peor manera con el asalto de Barcelona, la capital, por las tropas castellanas, en 1653, y el remate, tarde, de la Paz de los Pirineos, que nos impuso la cesión, a nuestros supuestos protectores, del Rosselló y parte de la Cerdanya. A comienzos del Setecientos, la guerra de Sucesión a la corona española, en la que Catalunya jugó la baza perdedora, austriacista, tuvo como colofón la Nueva Planta borbónica, que suprimió las instituciones y el derecho público autóctonos, trajo el arrasamiento del barrio de la Ribera, el más emblemático de Barcelona, así como el traslado, por más de una centuria, de la universidad a Cervera, en las quimbambas. Estos desastres imprimieron un giro de 180 grados a nuestra manera de ser y de hacer, y, con ello, a nuestra historia.”
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“La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el libro de Max Weber erigido en piedra miliar de la sociología moderna, aportó, un siglo atrás, la clave más convincente del fenómeno: “Las minorías nacionales o religiosas que se contraponen, en calidad de oprimidas, a otros grupos opresores por su exclusión espontánea o forzosa de los puestos políticamente influyentes, suelen lanzarse decididas a la actividad industrial, que permite a sus miembros más dotados satisfacer una ambición que no pueden colmar sirviendo al Estado”. La aceleración y la innovación económicas como alternativa a la sumisión política.”
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“En un vuelco sin precedentes, los jóvenes catalanes de hoy prefieren emplearse en la Administración pública, que ofrece seguridad y poca exigencia, antes que buscar su oportunidad en la empresa privada. Aversión al riesgo y al sacrificio, seguridad y responsabilidad limitada por encima de todo. Antaño, la condición de funcionario era denostada sin más (¿cobrar del Presupuesto? ¡Un desdoro!); actualmente, la misma condición es vista como una bicoca por la mayoría. Tal inversión de valores, iniciada con anterioridad a la crisis, augura poco bueno.”
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“El régimen autonómico, con la Generalitat al frente (podría decirse algo parecido de las diputaciones y los ayuntamientos), está haciendo una contribución decisiva al desaguisado. Montada sobre la prisa y servida tanto en la base como en los escalones más altos por un personal escogido con criterios prevalentemente partidistas, improvisado (con las excepciones de rigor), la Administración catalana presenta, desde su origen, las mismas lacras que la Administración pública española (pesadez, lentitud, errores recurrentes, ineficiencia…), cuando se trataba precisamente de enmendarla y mejorarla. En contrapartida, el sector privado tiene dificultades crecientes para encontrar profesionales y especialistas debidamente preparados y motivados. La función pública le está disputando, con ventaja, parte del capital humano disponible.”
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“Visto el panorama, la pregunta surge inevitable: los catalanes ¿somos prisioneros de la disyuntiva prosperidad económica a cambio de decapitación política (la fórmula del siglo XVIII en adelante) o declive económico, al menos relativo, con pérdida de espíritu empresarial, a cambio de autogobierno (la fórmula de hoy)?» … Jordi Nadal, El Periódico, 14 junio 2009, “Los catalanes, de las piedras ya no sacamos panes”.
Antón Costas glosa con precisión pedagógica el análisis de Jordi Nadal y saca estas conclusiones propias:
“¿Se trata de una fatalidad inevitable? «Rechacemos el dilema», señala el profesor Nadal. Para él, «ambición material y satisfacción política no deben verse como términos incompatibles sino complementarios». Pero para ello, sigue, «necesitamos una autonomía atenta, eso sí, no sólo a la proximidad geográfica del poder político, sino, además, a un uso adecuado de sus resortes». En esta complementariedad está, a mi juicio, la clave. Se trata de aprovechar la autonomía que retornó con la Constitución de 1978 para construir un autogobierno y una administración pública eficiente y meritocrática, al servicio del progreso social y del crecimiento económico, no de fines partidistas. Deseo que todos hayamos aprendido esta lección…”. Antón Costas, La Vanguardia, 29 noviembre 2017, Autogobierno y decadencia económica.
Las negritas son mías.
Análisis que, modestamente, “confirman” una de mis tesis:
España / Cataluña… con el Proceso / Procés y sus secuelas triunfa la economía de la incultura.
España / Cataluña… y las futuras finanzas del País Vasco, Andalucia, Cataluña y…
España / Cataluña… orígenes y salida de la crisis: el modelo Quiñonero.
Quiñonero: “España no aguantará sin un diálogo cultural de fondo”.
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