Ruinas (1973).
Suma y sigue.
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Tras leer con muchos de retraso su ensayo Para una sintaxis de la desesperación: La novela experimental española, Óscar Barrero Pérez, Anales de la literatura española contemporánea (1991, vol. 16, nº 3, págs. 225 / 254), le escribí al profesor Óscar Barrero Pérez:
Coincido contigo… la relación existencialismo / locuras experimentales quizá sea esencial: en el caso de Antolín, las influencias capitales fueron los beat y Burroughs; en el mío, las locuras de Tel Quel y Beckett; Burroughs viene después. A mi modo de ver, lo esencial de tu texto comienza con el título «Para una sintaxis de la desesperación». Del comienzo al fin (de El mercurio de Guelbenzu a mis Escritos de VN) pasando por las angustias kafkianas de Leyva, la angustia / desesperación desembocaba en la violencia verbal contra la retórica y las formas. Era una revuelta nihilista / anarquista. «Queremos destruirlo todo, para crear un mundo nuevo», había dicho Durruti años antes. En El mercurio, esa angustia enlaza con tribulaciones íntimas que venían de Cortazar. En el mío, VN era un «colofón»: reunir todos los papeles que podían salvarse (¿?) y publicarlos en forma de escritos de un suicida, siguiendo los modelos que iban de Jacques Vaché a Nabokov. Era una forma de pasar página, tomar otros rumbos en busca de otras aventuras…
Óscar Barrero Pérez me responde:
Cuando en clase explico algo de la aventura narrativa experimental de la segunda mitad de los años sesenta y primera parte de los setenta del pasado siglo digo que fue (o debió de ser) una aventura tan fascinante como breve en el tiempo, como breves son todos los procesos de ruptura. Se apuntaron a ella, con más o menos convicción, incluso los mayores: Torrente, Cela, hasta Delibes (este, no sé si a manera de parodia o en serio). Sin embargo, en términos generales, cualquier ruptura acostumbra a ser (y quizá debe ser) cosa de jóvenes. Así fue entonces. El realismo tuvo, tiene y tendrá seguros asideros. El experimentalismo, cualesquiera que sean sus características, lo tiene mucho más difícil. Pienso, de todas formas, que es necesario para airear el ambiente. Particularmente, el exceso de realidad me asfixia, me dificulta la respiración de lector, aunque no por ello desprecie las dosis justas y necesarias de realismo. Sucede que leo periódicos, veo informativos en televisión, escucho noticias en la radio y consulto internet todos los días: demasiada realidad para las pocas horas que el día nos permite estar despiertos.
Trabajé con mucho interés y cariño, como has escrito, en aquel artículo de hace muchos años, al que te refieres afectuosamente: yo era joven aunque en absoluto revolucionario pero no he cambiado sustancialmente. Siempre me ha interesado descubrir aquello que no ha preocupado en exceso a otros estudiosos. Quizá por mi convicción de que mis limitaciones me impiden escribir sobre, por ejemplo, Cervantes, nada que no hayan escrito, y muy bien, otros muchos. Esto fue distinto. No
se había escrito nada sobre el tema y por entonces yo estaba muy interesado en el existencialismo. A decir verdad, no he dejado de estarlo.
Me había doctorado muy pocos días atrás cuando volví al tajo, y se me ocurrió trabajar sobre la novela experimental de los años sesenta y setenta. Leí los libros en la Biblioteca Nacional porque no los tenía en casa. Después me hice con algunos de ellos, entre ellos los tuyos. El resultado fue uno de los artículos de los que más satisfecho me siento. Aprendí mucho y conocí obras de autores a quienes no había leído hasta entonces. Este trabajo de “Anales de la Literatura Española Contemporánea” no ha tenido, pese al prestigio de la publicación, demasiado eco; esa es la verdad. Quizá por las características del tema. Puede defenderse que mi idea del experimentalismo es demasiado restrictiva. Tal vez: las novelas surrealistas de Gonzalo Suárez, por poner un ejemplo, también son experimentales. Pero lo que a mí me interesaba de las vuestras era su trasfondo existencial y el apoyo lingüístico en que se basaba este. El eco de la escritura de Samuel Beckett era en mi escritura tan resonante como en la vuestra y eso explica lo que escribí y, de paso, lo que escribisteis vosotros; sobre todo, tú.
José Luis Molina, a quien tanto debo, Quiñonero: pensamiento, literatura, imagen, me / nos sugirió retomar ese diálogo en este cuaderno de notas, matizando la locura original: Quiñonero y la novela experimental española.
Nada mejor que conocer de primera mano cualquier opinión sobre el escrito de JPQ de aquella fecha. Si el profesor Barrero no me envía su escrito, hubiera pasado desapercibido, cuando es seriamente importante. He rebuscado desde tiempo ha cualquier escrito sobre JPQ y este, tan serio, tan importante, no por el elogio sino por la interpretación de la época, no lo conocía. Si las cosas suceden así, obligan a una rememoración en la que el crítico puede confrontar su opinión con el autor. Hay coincidencia y matizaciones que a nosotros, los lectores, nos sirven. Restaurar aquella época es muy complejo. Lo importante son los escritos. Enhorabuena a ambos.
Querido JL,
Qué generoso eres, ayayay.
Dicho eso, corrido un tupido velo, me atreveré a estar OK en un punto: «Restaurar aquella época es muy complejo». Tu trabajo y el trabajo de Óscar Barrero ayudan a comprender aquellas locuras, que eran locuras bien intencionadas, que, tras las ruinas del mundo con el que deseábamos romper, aspiraban a sembrar un mundo nuevo, por venir…
Q.-
Para interpretar convenientemente aquellas fechas duras casi amargas y para interpretar convenientemente aquellos escritos que quizá ahora se valoran más o de otra manera, puesto que las valoración de entonces no nos sirve, dicho sea sin ira, no sirve sólo hacer una análisis literario. Es más conveniente situarse en la Sociocrítica y tratar de comprender las razones últimas de un comportamiento que, casi siempre, estaba basado en la frustración política, incluso aunque no se supiera. Era ambiental, estaba allí y llegaba, ¡asómbrense!, hasta el Guadalentín. No se puede separar literatura y vida, se trate de la época que se trate. Escribir de aquella manera, escribir aquellos escritos, era respirar de otro modo menos oprobioso intelectualmente hablando. Aquella iba contracorriente, si no contra el poder que sólo permitía aquellos balbuceos. Aunque no servíamos para nada, ni nunca íbamos a llegar a nada, todavía andamos por aquí. Y somos críticos con aquella época en la que hacíamos lo que podíamos. Aquellas primeras novelas de JPQ sólo necesitan lectores lúcidos, tranquilos, serenos y pacientes, pues, la verdad, son complejas de leer. Mas, ahora, con las interpretaciones de autor y críticos, es más fácil entender aquel descenso a los infiernos como purificación literaria.
JLM
Querido JM,
Ayayaya… si no fueses tú y no fuese yo, casi me atrevería a decir OK.
…
«Escribir de aquella manera, escribir aquellos escritos, era respirar de otro modo menos oprobioso intelectualmente hablando. Aquella iba contracorriente, si no contra el poder que sólo permitía aquellos balbuceos…» Algo así, una aspiración la revuelta, contra casi todo… si tuviese que poderme pedante lo diría con palabras del AGC de aquellos años: «… contra el Estado de Cosas Dominantes…» Qué tiempos aquellos…
Q.-