Jonathan Pryce / Don Quijote, en The Man Who Killed Don Quixote (2018), de Terry Gilliam.
En verdad, el Don Quijote de Cervantes -se olvida con frecuencia- no es solo un “personaje”, un “arquetipo”… quizá sea una figura, la arquitectura espiritual (literaria), de lo bueno, lo bello y lo justo, donde el Fedón platónico funda la inmortalidad del alma, al filo de la muerte de Sócrates.
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Desde sus orígenes, el cine ha intentando con fortuna diversa, construir los conceptos y arquitectura visual de esa figura, originalmente literaria, a través de los recursos técnicos y estéticos de la fotografía y el montaje cinematográfico.
Goya es una de las matrices visuales de tal proyecto.
El Quijote de Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet tuvo la virtud de ser un pionero.
El Quijote de Georg Wilhelm Pabst fue determinante en la carrera de Luis García Berlanga.
El Quijote de Grigori Kózintsev contó con la colaboración del escultor Alberto Sánchez.
El Quijote de Arthur Hiller comenzó siendo una comedia musical. Los Quijotes musicales y teatrales merecen un vasto capítulo por explorar, a través de la historia de la ópera, el ballet, la música clásica y popular, claro está.
El Quijote de Manuel Gutiérrez Aragón tuvo como guionista a Camilo José Cela. Albert Serra se aproximó a las figuras de Don Quijote y Sancho en su Honor de cavalleria, donde quizá no esté ausente la huella del Tirant lo Blanc de Joanot Martorell.
El Quijote de Orson Welles es uno y varios. Jesús Franco montó la versión más conocida de buena parte del trabajo filmado por Welles. Quizá sea posible imaginar otras versiones del trabajo original.
En esa estela, muy provisional e incompleta, el Don Quijote de Terry Gilliam, The Man Who Killed Don Quixote, está llamado a ocupar un puesto significativo, importante: aporta una novedad espectacular al mito fundacional, que no “descubriré”, para no “revelar” el fin muy bello de esa fábula visual.
Terry Gilliam es muy fiel a la cuestión esencial, la inmortalidad del alma, a través de la conciencia cívica e intima de lo bueno, lo bello, lo justo y… el amor.
En la Comedia dantesca, el amor es la fuerza motriz del universo. En el Quijote de Cervantes esa fuerza está amenazada por las fuerzas endemoniadas y desalmadas que aspiran a dominar el mundo de los mortales, imponiendo su tiranía, no siempre sonámbula. Entre todos los Quijotes cinematográficos, el de Wells -siguiendo las huellas del Quijote goyesco- quizá sea el único (¿?) que aborda esa cuestión, primordial. El Quijote de Terry Gilliam corrió el mismo riesgo que el de Welles.
Finalmente, The Man Who Killed Don Quixote ha conseguido salvar todos los obstáculos de una épica concepción y realización. Y es una realidad visible, en el cine de la esquina, si hay suerte. El film de Terry Gilliam quizá sea “caótico”, “imprevisible”, “manicomial”, etcétera: efectivamente, es la obra de un gran creador que aporta una variante muy feliz y con mucho futuro a los mitos fundacionales, del Fedón a Orson Welles, pasando por Cervantes.
Cada tema con su loco:
Los templarios, Calvino y el caballero inexistente de Quiñonero.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero 4.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero 3.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero 2.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero.
El caballero, la muñeca y el tesoro.
Imprescindibles para sobrevivir.
Cine.
Armando says
¡Por fin!
JP Quiñonero says
Armando,
Sí… en esto del cine, siempre es un poco complicado lo del «gusto» personal… digamos que… a la vista de las cosas leídas en la canallesca, me pareció justo dar otro punto de vista… guste o no guste, el Don Quijote de Terry Gilliam creo que merece un gran respeto, qué quieres,
Q.-
ricardo lanza says
Regresaré al Quijote, no en balde ahora en algo me le parezco, no apostaría por lo bueno o por lo malo: mucho tengo de su figura y del talante de orate con que le visten. Es la ventaja de, al leerlo, poder entrar en una página cualquiera: siempre el lenguaje te ilumina. Ya que estamos con Cataluña, buscaré el encuentro con Roque Guinart (Rocaguinarda, real bandido catalán de la época, muerto, al parecer, en Nápoles, ¡sirviendo a Felipe III!, creo; dicen que, entonces, Cataluña era la región española más azotada por el bandidaje; quedan ejemplos: Juan de Serrallonga, Perot lo lladre, etc). Un saludo, estimado.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Ala… sí, el bandolerismo catalán del Barroco y un poco más tiene una gran historia, really.
Rocinante siempre nos lleva a algún puerto donde compartir maravillas, cómo olvidarlo.
En este caso, el Quijote de Terry Gilliam tiene su encanto y un final sorprendente, que no contaré para no desvelar misterios,
Q.-
Fina says
Quiño,
Sólo dime una cosa, no pretendo que desveles los misterios de la película, aunque ya me gustaría…
¿Ese final es alentador?
Habra que ir a verla…
Bon dia!
JP Quiñonero says
Fina,
Es Muy Alentador… Muy Inesperado, también… Amor y Alegría, pero en plan «subversivo»…
Q.-
Fina says
Gracias, Quiño,
Veremos cuando tengo la oportunidad de verla.
La verdad es que no me gusta salir del cine con el alma en pena.
Bona nit!
ricardo lanza says
Y nadie hizo una película sobre esos bandidos del barroco y la ilustración, siendo, quizá, los catalanes los más auténticos, quienes escapan del cliché de la Carmen y el Tempranillo. Toda una leyenda y una realidad la del bandidaje europeo que, como dijo uno de ellos, terminaron abruptamente el telégrafo y el ferrocarril, hace ya casi siglo y medio, acá, tras el fin de la última carlistada, siendo sus brotes postrimeros célebres el Pernales y el Vivillo. No hablo del Maquis rural español, convertido en bandidaje social obligatorio, que hay si que falta un film que definiera su origen, su drama, el carácter de irreversibilidad para muchos de los implicados, afligidos todos ellos. Perdona, estimado, que regrese a lo que, ahora, puede ser discernir el sexo de los ángeles mientras el enemigo acecha a las puertas y tal vez las derribe.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Bueno… recuerdo con cariño y mucha simpatía una peli de Carlos Saura, Llanto por un bandido… que algo tenía de peli del Oeste, por momentos, con toques épicos y líricos muy potables, y Buñuel oficiando de verdugo, y, al fin, una soleá de genio, glosando la muerte de José María El Tempranillo, «el pueblo es grande y lo adora…»
Q.-