Rue de Transvaal, 29 mayo 2018. Foto JPQ.
En mi caso…
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… la escritura de un blog -este cuaderno de notas, escritas y fotográficas- recurre con frecuencia a varias técnicas:
-La escritura convencional del diario tradicional -no siempre íntimo ni manuscrito.
-Las técnicas del montaje cinematográfico -“cinta de imágenes”, decía Orson Welles-, utilizando las imágenes, con frecuencia, como fotogramas de un relato visual: cada imagen remite a otra imagen, esperando que la secuencia final sea algo así como una “película”, una relato visual de otro tipo.
Cuando fotografío una escena callejera, un rincón de una ciudad (París, con frecuencia), cada imagen forma parte de un relato que puede ser un “documento” (fechado) o una “fábula”, escrita y / o fotografiada siguiendo las normas convencionales del relato periodístico, documental o “artístico”.
-El montaje aleatorio… el montaje clásico del relato visual / cinematográfico, teorizado por Eisenstein, permite crear obras “definitivas”. Realizado el montaje “final”, la obra está “terminada”.
A través del buscador (Google, en mi caso), cada imagen, cada texto, cada entrada, puede remitir a otras imágenes, otros textos, otras entradas: esa “cinta de imágenes” (OW) comienza por tener el sentido de un relato, escrito (España / Cataluña) o visual (París, cuando llega la primavera), que puede evolucionar a través de la obra en marcha, la sucesión de acontecimientos, relatos o imágenes, “dialogando” siempre con otras imágenes, relatos o acontecimientos.
“Basta de palabras, un gesto…”
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Belleville / Belleville-Ménilmontant, es uno de los más grandes países parisinos, en el sentido que Daniel Halévy, amigo y condiscípulo de Proust, da a esas palabras en una obra memorable y clásica, Pays parisiens (1929).
Identidad muy profunda, forjada a través de sucesivas “olas migratorias” (“nacionales”, judías, magrebíes, asiáticas, africanas… judíos alemanes, anarquistas españoles, resistentes argelinos, tunecinos, marroquíes, vietnamitas, griegos y armenios, etcétera), las metamorfosis urbanas del antiguo pueblo “integrado” administrativamente a la metrópoli, y la gentrificación inexorable.
La canción y la música popular (Édith Piaf, Maurice Chevalier, Fréhel, Django Reinhardt, Serge Reggiani, Eddy Mitchell), la fotografía (Robert Doisneau, Willy Ronis), la literatura (Balzac, Roman Gary, Georges Perec, Daniel Pennac, Clément Lépidis), el cine (Casque d’or, Jules et Jim, Le Ballon rouge, Dernier domicile connu, Comme les autres, Shanghai-Belleville, Dieu est grand, je suis toute petite, Femme fatale, Un p’tit gars de Ménilmontant, L’Écume des jours, La Balance, La Marcheuse, Le Flic de Belleville), contribuyeron a instalar la cambiante identidad histórica del país de Belleville en un corpus de indispensables leyendas.
Una novela “surrealista” ¿surrealista? surrealista de Baroja transcurre en un legendario hotel de Belleville, matriz de una fábula mítica sobre el destino del barrio, París y Europa: Aleixandre, Cela, Ridruejo y Valente sobre el Baroja surrealista de Quiñonero.
«Cuaderno de notas, escritas y fotográficas»
Formar parte de un relato escrito y fotográfico.
Belleville.
Bellavista, es un espejismo. Un barrio último de Sevilla. Sitio marginal surcado por la carretera que toma desembocadura en la bahía de Cádiz. Un río que recibe afluentes de Los Palacios, Las Cabezas, donde Riego, Jerez. A Bellavista llegaron en los 50 y 60 muchos emigrantes del sur de España, de Extremadura. Fue tierra de promisión, amanecer a la esperanza.
Hoy Bellavista ha cambiado su paisaje de los últimos decenios, ya es Sevilla. Los grises han dado paso a rotondas, carne de viveros, hospitales y edificios de viviendas de parejas jóvenes. Ya está emparentada con la pata del Cid, prolongación de La Palmera, dicen con orgullo sus nuevos inquilinos, habitantes de una urbanización de árboles y pistas de padel que tiene un nombre con pretensiones, Jardines de Hércules.
Siglo XIII, año del Señor de 1248, un Rey castellano divisa desde una loma una ciudad única, de belleza extrema. Se encomienda a su Dios, y a la Madre de su Señor. Váleme, Señora.
Hace poco detuve mi camino, de hospital a hospital, y me adentré en el barrio de Bellavista. Visité la ermita de la Virgen de Valme, que mandara edificar Fernando III, el Santo, primo hermano de San Luis, Rey de Francia, por el auxilio de la Madre de Dios en su conquista de Sevilla. A lo lejos, en la loma donde se erige, se contempla la belleza de Sevilla.
Belleville. Bellavista. Cuando llega la primavera.
Pablo,
Suena muy bien todo eso que cuentas… dan ganas de conocer / descubrir tu Bellavista… es el mejor indicador, cuando el lector siente ganas de leer ese libro, descubrir esa ciudad, ese paisaje, ese rincón…
P’alante..!!!
Q.-