Malakoff, 22 agosto 2018. Foto JPQ.
Emmanuel Macron ha vuelto a tomar su bastón / bordón de peregrino diplomático europeo, cuando la dimisión intempestiva del más popular de sus ministros, Nicolas Hulot, confirma un otoño político caliente.
[ .. ]
Hulot era una de las personalidades más populares de Francia, cuando Emmanuel Macron todavía era un banquero de negocios sin aspiraciones políticas conocidas.
Hulot rechazó los ofrecimientos del cargo ministerial que ya le ofrecieron Nicolas Sarkozy, el 2007, y François Hollande, el 2012. Antiguo animador de emisiones de tv, millonario en euros, aficionado a los coches de lujo, militante ecologista independiente, desde hace tres décadas, Hulot aceptó el puesto de ministro de Estado y la Transición ecológica que le ofreció Emmanuel Macron, hace quince meses.
Quince meses de proyectos fallidos, tensión, renuncias, desencuentros, sucesivas amenazas de dimisión siempre aplazadas, hasta la mañana del martes, cuando Hulot anunció su dimisión, en términos melodramáticos, sin haber prevenido al presidente ni a nadie.
Mientras, en París, prensa escrita, radio, tv y clase política, gesticulaban llamativamente sobre la crisis abierta por Hulot, Emmanuel Macron reaccionaba, olímpico, desde Dinamarca, donde se encontraba en viaje oficial: “Respeto la decisión de un hombre libre. Si él lo desea, me gustaría contar con él, esté donde esté”.
Lenguaje “celestial” que contrasta con la gravedad de la crisis presentada por Le Monde como un “golpe muy duro”, “una crisis mayor”, cuando todos los indicadores diplomáticos, políticos y sociales anuncian posibles tormentas por venir.
Un día antes de la dimisión de Hulot, Macron había recordado a los 250 embajadores de Francia, en cinco continentes, sus prioridades diplomáticas: “reforzar la seguridad de Europa”, cuando “no es posible” seguir confiando en el tradicional “paraguas” militar norteamericano; “nueva crisis humanitaria en Siria”; incertidumbre del futuro de Libia…
Prioridades muy alejadas del proyecto de “refundación” de la Unión Europea (UE) avanzado el mes de septiembre pasado, que no ha terminado de encontrar apoyos imprescindibles. La dimisión de su ministro “estrella”, sin aviso previo, cogió a Macron en Copenhague, primera escala de una gira europea que debe continuar en Finlandia, etapas de una “larga marcha” que continuará en Luxemburgo y Salzburgo.
La dimisión de su ministro más europeo y cosmopolita “pilló” a Macron buscando con cierta ansiedad aliados sólidos para afrontar las próximas elecciones europeas. Sin embargo, Le Monde le recordaba, en portada, que sus ambiciones europeas están seriamente amenazadas, por la hostilidad de toda Europa del Este, sus enfrentamientos personales con los gobernantes italianos, y la fragilidad impotente de otros aliados tradicionales, como Alemania y España.
Las dudas europeas y la crisis de gobierno coinciden con otros indicadores…
Según los últimos sondeos, el 66 % de los franceses desconfían del presidente de la República, que ha perdido 5 puntos de estima desde el pasado mes de julio. Tras el escándalo del “gorila” presidencial, la dimisión de Hulot contribuye a “coagular” un rosario de reservas contra el jefe del Estado.
Según un sondeo del matutino conservador Le Figaro, el 72 % de los franceses no confían en Macron para resolver los problemas y proyectos más inmediatos: reforma de las pensiones, reforma de los hospitales, pacto nacional con las empresas, plan contra la pobreza, reforma constitucional, leyes sobre bioética, “reorganización” del Islam de Francia.
La reforma de las pensiones comenzará por recortar el poder adquisitivo de una franja muy amplia de jubilados y pensionistas, que amenazan con volver a ponerse en pie de guerra.
La reforma de los hospitales pudiera estar acompañada de supresiones de empleos. Los sindicatos amenazan con “responder”. Los proyectos gubernamentales de reducción de la plantilla estatal de funcionarios son otro motivo de tensión.
La crisis del “gorila” presidencial forzó el aplazamiento de la reforma constitucional, antes de ser discutida en la Asamblea Nacional. El proyecto sigue empantanado y sujeto a debates inflamables.
El plan nacional con las empresas (menos impuestos) y el plan nacional contra la pobreza (menos empleos subvencionados) suscitan reservas entre los patronos (que no se fían), entre los sindicatos y entre las asociaciones humanitarias que siguen presentando a Macron como “presidente de los ricos”.
Ante tales nubarrones, Macron puede contar con la ventaja excepcional de un paisaje político balcanizado: la derecha tradicional está dividida, huérfana de Nicolas Sarkozy; el PS está por los suelos, caído de hinojos en una crisis histórica; extrema izquierda y extrema derecha populistas, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, prolongan su gesticulación vociferante, sin ser una amenaza creíble para nadie.
Viejos y jubilatas: “¡Macron, NO toques mi pensión..!”.
Deja una respuesta