Charles Aznavour / Je m’voyais déjà.
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Consagrado por CNN y Time como el cantante francés más importante del siglo XX, Charles Aznavour es despedido en su patria con los honores debidos a una creador que acompañó la vida sentimental de tres generaciones. Su obra solo es comparable con la de sus antecesores más legendarios, Edith Piaf, Maurice Chevalier, Charles Trenet.
En nombre de la nación, Emmanuel Macron, presidente de la República, le rindió homenaje en estos términos: “Profundamente francés, visceralmente apegado a sus raíces armenias, reconocido en el mundo entero. Sus obras maestras nos recuerdan la influencia universal de nuestra cultura”.
Cantante, compositor, actor, novelista, Shahnourh Varinag Aznavourian, su nombre de pila, en el armenio de su familia, nació el París por azar el 22 de mayo de 1924, cuando sus padres esperaban un visado para viajar a los EE. UU., donde esperaban poder instalarse.
Nacido de un padre gran cocinero (del Zar de Rusia, si hay que creer la leyenda) y de una madre comerciante, armenios, desterrados, huyendo del genocidio turco, comenzó su carrera artística muy niño, a los doce o trece años, cuando descubrió, siguiendo a su hermana, la obra de sus dos grandes maestros, Maurice Chevalier y Charles Trenet. Quiso el azar que el primer restaurante / taberna de su padre se instalase en un tugurio donde años más tarde se estrenaría “La cantante calva”, la obra de Ionesco que “funda” el “teatro del absurdo”, todavía en cartel, desde hace varias décadas.
Esa vocación infantil estuvo animada por una voluntad de hierro, en un París insensible durante mucho tiempo a sus creaciones.
Edith Piaf lo descubrió hacia 1946, invitándolo a acompañarla, no solo como cantante. “Fue una amistad cómplice, que nunca compartimos en el lecho”, declaró Aznavour, muy caballero. Esa relación iniciática marcó la vida y la obra del cantante.
A finales de los años 50 y primeros 60 del siglo pasado, Aznavour comenzó a crecer vertiginosamente. Siguió una obra excepcionalmente rica: más de 1.400 canciones propias, más de 60 películas, triunfos espectaculares en varios continentes. Y, sobre todo, una creación que se instaló muy pronto en la leyenda, no sin muchas reticencias del mundillo parisino, que tardó en reconocerlo como un grande entre los muy grandes de la canción francesa.
Piaf y Chevalier encarnaban un París mítico. Ellos eran intérpretes de música y canciones que escribían otros, con frecuencia. Charles Trenet construyó un universo propio, sensible a las leyendas doradas de una Francia olímpica. Emigrante pobre, sensible a las tragedias de los emigrantes que buscan pan y trabajo en tierra extranjera, Aznavour creó una obra mucho más compleja. Nadie como él ha cantado al francés y el parisino / parisina más humilde y solo. Nadie como Aznavour ha cantado la inmensa gloria del artista sin éxito, perdido en una ciudad nocturna hostil, despiadada y cruel.
Cuando Aznavour rinde homenaje a esos personajes de perdedores sin gloria también hace auto biografía, en cierta medida. Él mismo terminó triunfando con mucho trabajo, sudor y lágrimas. Pero muchas de sus obras maestras sufrieron del rechazo parisino, antes de triunfar en la escena mundial.
Niño, adolescente y hombre joven que busca su destino en un París nocturno y canalla, Aznavour no olvidó nunca sus orígenes armenios. La patria de sus ancestros tiene una parte sensible en su vida y en su obra. Hasta el fin, las heridas íntimas del niño nacido en el seno de una familia de desterrados dieron a su creación un timbre emocional muy vivo.
Mucho más allá de esos dramas íntimos, Aznavour cantó en varios idiomas (inglés, español, italiano, ruso, entre otros) todas las estaciones del amor, la pasión, la vida y la muerte, con un éxito excepcional, en los más grandes escenarios de Europa y los EE. UU. Maurice Chevalier, la encarnación histórica del cantante francés / parisino más puro, le rindió el más alto de los homenajes, en estos términos: “Aznavour canta el amor como nadie lo había hecho antes que él. Con un vocabulario nuevo, retomando los gestos físicos del amor. Charles fue el primero que osó cantar el amor, físico y espiritual, con el lenguaje más íntimo, como se hace, como se goza, como se sufre”.
Como actor, trabajó en más de medio centenar de películas, ocasionalmente eclipsadas por el éxito fulgurante de su carrera como cantante. “Je m’voyais déjà”, “For me formidable”, “Hier encore”, “La bohème”, “Emmenez-moi”, quizá sean algunos de sus títulos más legendarios. Aznavour vendió más de 180 millones de discos. Hace días, todavía preparaba una nueva gira internacional, antes de entrar definitivamente en la tierra prometida de las leyendas.
Gracias, estimado, por la hermosura de tu necrología de Charles Aznavour, pequeño gran hombre, gigante de la música y de la vida, abarcando su labor desde el sentir humano del pueblo, desde las letras y las melodías entrañables hasta aquellos momentos personales de íntima intimidad, alguno de los cuales llegó a desarrollarse en esos guateques que, muy probablemente, compartimos muchos de los seguidores de tu blog. Aznavour ha cumplido llegando a unos 94 años lúcidos y lucidos. Queda como heraldo de las artes, excelso y excelente personaje existencial. Gracias por compartirlo para todos, estimado.
Ricardo,
Ay… Sí, Aznavour era un grande entre los grandes, quizá un poco eclipsado por un rosario de menudencias que complicaban la visibilidad de sus cosas más profundas, que son muchas.
Encantado, oye,
Q.-
Qué hermoso que después de recorrer el Camino de la vida inspires tan bellas palabras.
Gracias, Charles Aznavour, gracias Quiño, gracias Don Ricardo.
Qué fina y generosa eres, Fina,
Biennnn..!
Avanti..!
Q.-