Caldetes, 20 agosto 2016. Foto JPQ.
Profesora e investigadora en la Universidad de Murcia, Carmen María Pujante Segura ha consagrado a mi novela Anales del alba un estudio que me emociona mucho:
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“Se puede leer Anales del alba, pues, como norma y excepción desde la historia y la teoría literarias [ .. ] Excepcional es la obra Anales del alba [ .. ] La estructura de Anales del alba es la de un tríptico (número «muy narrativo» al representar el planteamiento, el nudo y el desenlace), formado por tres partes o capítulos que superan ligeramente la veintena de páginas y que a su vez se dividen en secciones que ocupan un solo párrafo o incluso estrofa: «De lo divino», «De la guerra civil» y «De la tiranía» [ .. ] Concluyendo, el texto de Anales del alba no podría o no debería ser más largo como relato, por la concentración poética, por la condensación y las (auto)recurrencias motívicas y estilísticas, por los vaivenes temporales y espaciales (que bien podrían estar evocando el espíritu de flâneur con el que se autorretrata Juan Pedro Quiñonero). Épico y elegíaco, lírico y apocalíptico, terrenal y divino, tiránico y alegórico, este relato alberga todos los anales escritos y la desmemoria, todos los relatos orales y el silencio, todos los amaneceres y el ocaso, todas las ciudades o épocas y ninguna, todos los nombres y ninguno para esa voz que narra. La del final podría evocar a todas las madres del mundo, pero también a la suya. Ese exilio podría evocar todos los exilios del mundo, pero también el suyo desde el pueblo murciano de su infancia. Igual que hay una excepción a la norma, existe una excepción a la mortalidad: la palabra eterna…” Carmen María Pujante Segura, ACTIO NOVA: REVISTA DE TEORÍA DE LA LITERATURA Y LITERATURA COMPARADA, no 2, pp. 65-85, JUAN PEDRO QUIÑONERO, UN ESCRITOR DE NOVELA CORTA: NORMA Y EXCEPCIÓN.
Me emociona, decía, sí.
Anales del alba quizá sea indisociable de otra novela, El caballero, la muñeca y el tesoro, que escribí pensando en Il cavaliere inesistente (1959) de Italo Calvino, que Juan Ángel Juristo comentó con mucha generosidad: El caballero, la muñeca y el tesoro… el caballero inexistente de Quiñonero.
ricardo lanza says
A mi también, estimado; y eso que nada leo últimamente. Todavía sigo teniendo deudas contigo. Prometí hacerme con De la inexistencia de España cuando volviese a Salamanca y mercase el volumen cabe la librería de la entrada de la catedral. (No dejes de ver aquello, caminan los recuerdos a poco que lo sientas, quedan los manes de tanto alumno ilustre, de los de a pie que allí estudiaron y continúan haciéndolo; todo aquel mar de la sapiencia parece envolverte entre sus ondas cuando subes por Tentenecio, rúas la Calle Mayor, haces las estaciones de vinos y viandas en la Plaza, recorres el abanico de iglesias, conventos y palacios acumulado en lo que bien podemos llamar ciudad del colegial cuya atalaya tienes en la torre catedralicia o en aquella de los jesuitas. Ganas de regresar para traer aquí tu libro; también de plantarme por Murcia y Cartagena por recordar El Cantón y suponer que escucho el Cante de las Minas, homenaje a las sombras laborando bajo tierra, perdiendo antes la vida y la salud en aras del capital de siempre, dos mil años esclavos, lo recuerdo. Saludos literarios, estimado, pero que en la existencia se halle su raíz.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Bueno… las cosas de la eternidad siempre pueden esperar, claro.
Juan Ramón y Rosa Chacel, en el destierro, venían a decir que llevaban a España en sus maletas de cartón. Era la España peregrina…
… en mi caso, he pasado mucho más tiempo en el destierro que en la Murcia pobre de mi infancia; pero la llevo siempre conmigo, sí,
Q.-
ricardo lanza says
Casi se me han olvidado las murcias y los alicantes de mi infancia; puede que solo en parte los reconociese. No sé ya si volveré, pues, de hacerlo, merecería dedicase unos días a paseos y recuerdos, a esas memorias de mineral y de arena que retengo, al calor, a los goces de la playa, a lo insólito de aquellas construcciones que empezaban a salpicar la lengua del Mar Menor y acabaron rellenándola. Poco nos queda ya de la Murcia del tranvía (los creo desaparecidos a finales ¡de los veinte! Miró, me pregunto, ¿llegaría a subirse a alguno? Puede que lo hiciera al de Cartagena-La Unión, y, durante la larga ruta, escribiere apuntes y bosquejos para sus liliales libros). Miró y los tranvías. Nunca se me había ocurrido. Y eso que en Alicante los había de extensas singladuras: Muchamiel-Santa Faz, San Vicente, Benalúa… Lo imagino, tan dulce de expresión y de elegante facha, cargado de papeles y de lápices, anotando esa prosa que más verso nos parece, sentado en un ferrocarril urbano, oteando el paisaje de las calles mientras que a la mente llegan las hermosas imágenes que nos deja. Lástima que tu mismo, estimado, no puedas subirte a esos tranvías, porque ya se esfumaron, y los modernos en nada se parecen.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Es muy bello tu retrato de Gabriel Miró, tan olvidado, sospecho.
A decir verdad, no siento ninguna nostalgia por mi tierra natal, que forma parte esencial de mí mismo, claro. Pero algo recibí, de aquella tierra, de mis padres, de mi familia, que perdura conmigo. En ocasiones, cuando recalo por aquellos pagos, todo ha cambiado y, sin embargo, todo sigue exactamente «igual», inspirándome una profunda melancolía. Melancolía tan presente en Miró, por otra parte, que tiene un cuento que se llama Don Ángel… un ángel que pide a Dios que le permita vivir y morir entre los mortales…
Q.-
ricardo lanza says
Sí… sus cuentos, aún más olvidados que sus novelas; y mágicos, dueños de un toque de ténebre y sensual, quizás gestado en lo que en su interior fuera el mismo. Pienso en sus decepciones -las que hubiere, y tal vez fuesen muchas-, en el amor que merecía y escasos en donarlo fueron sus coetáneos, en su vida callada, tal vez ansiando en un deseo que no reconociera como suyo. No le tenemos ya, estimado, no veo hijuelas ni devotos casi; me parece esfumándose en el inmenso pero aislado panteón de las letras, ignorando su nombre los demás, pasajero silente de un anónimo tranvía que sube a Santa Bárbara, y desde sus peñascos se difunde en cromático estallido a modo de grandiosa mascletá que el Postiguet apaga. Lejano y solo que le veo, estimado, apenas albergado en las memorias…¡Y yo, con estos pelos, y la casa sin barrer!; y mientras hiriendo el tañir de las campanas de la vida! Si, al menos, doy algunos ánimos, un poco servirá.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Sí, está bien vista la cuestión de los cuentos de Gabriel Miró.
Quizá tengan muchas cosas en común con los cuentos de Yourcenar… prosa poética, música callada, muy sensual, de un lirismo contenido pero muy hondo…
Avanti..!
Q.-
Fina says
Quiño,
¡Qué bonito «estudio» te ha dedicado Carmen María Pujante Segura!
Y el final apoteósico:
» Igual que hay una excepción a la norma, existe una excepción a la mortalidad: la palabra eterna…»
¡Felicitaciones! Tendré que leer este relato.
Oye, cómo me gusta eso que dices de Gabriel Miró:
«…prosa poética, música callada, muy sensual, de un lirismo contenido pero muy hondo…»
Quiño, tengo una amiga muy querida, se llama Nieves y le hablé de tu blog. Puede que un día de estos nos haga una visita, espero que no tengas ningún inconveniente.
Bona nit!
JP Quiñonero says
Fina,
Sí… Carmen es muy generosa & cariñosa con mi libro… libro que, honradamente, ¡también me gusta mucho..!
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Gabriel Miró, ah…
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Pues nada, aquí me / nos encontrará tu amiga Nieves, encantado / s de la vida.
Avanti..!
Q.-
Fina says
Admirado Don Ricardo,
¿Algunos ánimos. dice Ud. ? ¡Si sólo fuera eso…!
No tiene precio «pasear» en su compañía y escuchar su «Logos».
Para mí, es un placer y un enriquecimiento leer los comentarios que aquí se encuentran.
¡Muchísimas gracias!