Lhardy, 18 diciembre 2018. Foto JPQ.
En cierta medida, la historia de Madrid y las Españas pudiera escribirse a través de la historia de sus tascas, tabernas, cafés, restaurantes.
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A dos pasos de la madrileña Puerta del Sol, en la Carrera de San Jerónimo, Lhardy y La Fontana de Oro ocupan un puesto emblemático. A través de Galdós y Julio Camba, pasando por Ramón Gómez de la Serna, Azorín, Víctor de la Serna y Max Aub, entre tantos otros, el restaurante aristocrático y el café popular forman parte significativa de la geografía celeste de la ciudad, tan esencial para intentar comprender el arte español de la conspiración, la intriga y el motín con el que culminan las revueltas callejeras, del levantamiento del general Riego al Movimiento 15-M, pasando por la restauración de los Cien Mil Hijos de San Luis, al grito de “¡Viva la Religión y la Inquisición!”, tan actual, siempre.
Galdós escribe en La Fontana de Oro (1870)
“En la Fontana es preciso demarcar dos recintos, dos hemisferios: el correspondiente al café, y el correspondiente a la política. En el primer recinto había unas cuantas mesas destinadas al servicio. Más al fondo, y formando un ángulo, estaba el local en que se celebraban las sesiones. Al principio el orador se ponía en pie sobre una mesa, y hablaba; después el dueño del café se vio en la necesidad de construir una tribuna. El gentío que allí concurría era tan considerable, que fue preciso arreglar el local, poniendo bancos ad hoc; después, a consecuencia de los altercados que este club tuvo con el Grande Oriente, se demarcaron las filiaciones políticas; los exaltados se encastillaron en la Fontana, y expulsaron a los que no lo eran. Por último, se determinó que las sesiones fueran secretas, y entonces se trasladó el club al piso principal. Los que abajo hacían el gasto tomando café o chocolate, sentían en los momentos agitados de la polémica un estruendo espantoso en las regiones superiores, de tal modo, que algunos, temiendo que se les viniera encima el techo con toda la mole patriótica que sustentaba, tomaron las de Villadiego, abandonando la costumbre inveterada de concurrir al café…”.
Madrid, una noche de invierno… chica y chicos madrileños, calle Preciados.
El madrileño también tiene muchos rostros, cómo dudarlo:
Madrid, una mañana de invierno… Pareja castiza, en la calle Preciados → Madrid, una mañana de invierno Madrileños de adopción → Madrid, una mañana de invierno… Madrileños de adopción, andaluces → Madrileños modernísimos.
Madrid, una noche de invierno… jóvenes madrileñas castizas, en la Plaza Mayor.
Madrid… ¿existe la mujer madrileña? → Madrid, una mañana de invierno… Estudiante de magisterio → Madrid, una mañana de invierno… Madrileña castiza.
Madrid, una noche de invierno… madrileña de adopción (Ávila) en la Plaza del Callao.
Madrid, una noche de invierno… Gran Vía peatonal.
Cambia el mundo, cambia España, cambia Madrid, incluso cambia la Gran Vía… con el paso del tiempo, muchos personajes apenas cambian de fisonomía, como los genios del lugar.
La prueba: Madrid, una mañana de invierno… “Pisa fuerte, morena, que paga el ayuntamiento” → Madrid… Gran Vía peatonal.
Madrid, una noche de invierno… Gran Vía.
Madrid, la Gran Vía… vista por Català-Roca y Quiñonero 2 → Madrid, la Gran Vía… vista por Català-Roca y Quiñonero.
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Madrid, una noche de invierno… calle de Alcalá.
Madrid… madrileña por la esquina de la florista de Los nardos.
Madrid, una noche de invierno… Círculo de Bellas Artes.
Madrid, la Gran Vía… vista por Català-Roca y Quiñonero 2 → Madrid, la Gran Vía… vista por Català-Roca y Quiñonero.
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Madrid, una noche de invierno… Cibeles.
Madrid, una mañana de invierno… Recuerdo de Robert Frank, Londres, ca. 1949 – 1953.
Fina says
Quiño,
Mi querida y admirada amiga Isabel, madrileña de pies a cabeza, me dijo que en Lhardy se comía el mejor cocido de Madrid. En mi próximo viaje a la capital tengo que probarlo.
¡Dios!, ¡cuántas asignaturas pendientes, todavía…!
JP Quiñonero says
Fina,
Esa es la leyenda, sí…
Me siento incapaz de «dictar sentencia» al respeto. Hay mucha gente que sigue pensando algo parecido, con matices.
A título personal, recuerdo con cariño otro cocido memorable, el de La Bola, un restaurante que frecuento Bergamín, y el de La Gran Tasca, que tiene muchos adeptos.
En otro terreno, el restaurante que yo visito un par de veces al año es La Ancha de la calle Zorrilla,
Q.-
Fina says
¡Vaya, Quiño!
¡Cómo me voy a poner!
Ahora tendré que conocer también estos tres restaurantes que mencionas para saber cuál de ellos me gusta más…
Espero que bailando mucho lo pueda compensar… 🙂
JP Quiñonero says
Ya nos contarás, Fina,
Q.-