Quai de Montebello, 7 mayo 2020. Foto JPQ.
Encrucijada y desafío histórico, simbólico.
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Emmanuel Macron, presidente de la República, y el cardenal arzobispo de París, monseñor Michel Aupetit, se dicen firmes y confiados: “Notre Dame celebrará un Te Deum el 16 de abril del 2024”.
Las máximas jerarquías religiosas y políticas del Estado estiman que se trata de un símbolo esencial para la reconstrucción nacional de Francia y la refundación diplomática de Europa.
Tras el pavoroso incendio del 15 y el 16 de abril del 2019, los trabajos de reconstrucción de la catedral han sufrido tres grandes parones: durante varias semanas, la primavera / verano del año pasado, como consecuencia de los riesgos de contaminación atmosférica; durante varios días, el invierno pasado, como consecuencia de una tormenta; y desde el 16 de marzo pasado hasta el lunes 4 de este mes de mayo, para respetar el confinamiento nacional tras la propagación de la pandemia del coronavirus.
Días antes que se iniciase el lento proceso del desconfinamiento, desde del lunes 11 de mayo, sacerdotes, arquitectos, ingenieros y trabajadores han vuelto a Notre Dame, en situación oficial de edificio histórico amenazado, siempre, para reanudar los trabajos de la lenta reconstrucción.
¿Podrá cumplirse el plazo anunciado por Emmanuel Macron, de una reconstrucción feliz, para el 16 de abril de 2024..?
El general Jean-Louis Georgelin, presidente del Ente público responsable de la reconstrucción de Notre Dame, no lo duda: “Supongamos que se pierdan dos meses largos. En un proceso que debe prolongarse durante 68 meses: un reto que podemos asumir. La resurrección de Notre Dame será una realidad el 2004, cumpliendo la promesa del jefe del Estado”.
Al borde del abismo, Notre Dame ha seguido siempre viva. A los pocos días del incendio, el Viernes Santos del 2019, monseñor Michel Aupetit, el cardenal arzobispo de París, ofició una misa entre los escombros. En lo más profundo del confinamiento, el Viernes Santo del mes de abril pasado, monseñor Aupetit volvió a oficiar una misa, acompañado de una docena de sacerdotes. “Se trata de una cuestión de principios, de fe. Nuestra catedral sigue siendo nuestra casa, nuestra morada espiritual”.
Entre el 16 de marzo y el 4 de mayo, los trabajos no cesaron completamente. Desde el Elíseo, los esposos Macron siguieron alimentando el “fuego” de los donantes nacionales e internacionales. Desde la residencia privada del cardenal arzobispo de París se siguió en contacto con el Vaticano. Desde los despachos administrativos y virtuales del Ente público, el general Georgelin y el arquitecto en jefe de los trabajos, Philippe Villeneuve, siguieron “madurando” las distintas fases de la reconstrucción. Desde el 4 de mayo, los primeros obreros volvieron a los trabajos en curso.
Antes del confinamiento en los distintos tajos de la catedral, amenazada, siempre, trabajaban varias cuadrillas de operarios, unos 70 obreros y una veintena de robots, utilizados para retirar los escombros. Desde primeros de mayo, una docena de obreros de varias empresas francesas y europeas han vuelto al trabajo, dentro de la catedral. El resto de los equipos volverá progresivamente al trabajo.
Antes de comenzar la reconstrucción propiamente dicha (tarea que no podrá comenzar, previsiblemente, hasta el 2021), los distintos equipos vuelven trabajar en delicadas tareas de urgencia previa.
Los curiosos que no han dejado de visitar los alrededores de Notre Dame, ni siquiera durante el confinamiento, pueden contemplar, siempre, la ya legendaria grúa amarilla que se cierne sobre la catedral, proyectando su esbelta figura metálica: es la herramienta esencial para continuar la limpieza y retirada de escombros, destrozos, de la inmensa bóveda amenazada. Se trata de un trabajo de “hormigas” (humanas y automatizadas). Los primeros trabajos se “limitaron” a proteger la estructura, siempre frágil. Protegido el edificio, prosigue una limpieza que puede prolongarse semanas y meses.
La grúa amarilla que “protege” Notre Dame con sus tentáculos también tiene una misión capital: verificar, limpiar, sanear y proteger el tejado, la cubierta siempre amenazada de la catedral. Cuando esta primera etapa termine, a lo largo del verano, si no se produce antes una nueva catástrofe, los arquitectos que trabajan en el histórico proceso de la reconstrucción han concebido una suerte de “paraguas” gigante, que deberá proteger las obras a partir del otoño / invierno que viene.
Uno de los grandes trabajos, por venir, será la construcción / reconstrucción de la legendaria aguja de Notre Dame, obra de un arquitecto mítico, Eugène Viollet-le-Duc, director de la restauración de la catedral en el siglo XIX, al gusto neogótico de su tiempo. Las estatuas de los apóstoles que acompañan esa obra escaparon al incendio que pudo destruir la catedral.
La reconstrucción “moderna”, “contemporánea”, o “idéntica” a la aguja neogótica del XIX ha sido objeto de incontables debates, enfrentando a los partidarios de la “modernidad” y los partidarios del “respeto de la tradición”. Emmanuel Macron sugirió una reconstrucción “tradicional”, acompañada de un “detalle” contemporáneo.
Quizá sean mayoritarios los partidarios de proceder a una reconstrucción tradicional de Notre Dame, utilizando técnicas y materiales de nuestro tiempo. Pero respetando la armonía canónica de un edificio que también es una de las matrices religiosas, culturales y arquitectónicas de Francia y de nuestra civilización.
Tal es el desafío final. Ante la doble encrucijada de las crisis europeas y la restauración de Notre Dame, Emmanuel Macron insistió, en su día, en un esfuerzo colectivo, nacional, francés, indisociable de los desafíos comunes a toda Europa, más allá de las fronteras de la Unión Europea (UE) y la zona euro.
Salvar y reconstruir Notre Dame es un trabajo nacional, francés, pero su sentido último se confunde con el destino mismo de la civilización europea y sus raíces espirituales. Prolongada durante varios siglos, la construcción de Notre Dame fue un proceso de gloria fundacional: la Europa de las catedrales, cuando la religión y la lengua latina echaron los cimientos de una casa común de los pueblos europeos.
La crisis de la pandemia del coronavirus se ha transformado en un desafío histórico para la construcción política de Europa, tras el incendio fáustico de Notre Dame. La “refundación” de Europa, en la terminología de Emmanuel Macron, exigirá esfuerzo, sudor y lágrimas a los pueblos europeos. Tarea esencial que se confunde, cronológicamente, con el proceso en curso de la reconstrucción de Notre Dame.
Europa en tiempos del coronavirus.
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