Rue du Faubourg du Temple / antigua Cour des États-Réunis – Cour de Bretagne – Cour des Bretons, 29 mayo 2020. Foto JPQ.
La pandemia del coronavirus ha agravado todos los muy diversos racismos franceses, a los que el movimiento internacional Black Lives Matter (BLM) ha dado una visibilidad dramática, inesperada, relanzando movimientos locales muy duros cuya “vocación” anti policial no siempre oculta sus flecos agresivamente racistas.
[ .. ]
La organización Liga de Defensa Negra Africana (LDNA), auto proclamada “anti racista”, ha organizado varias manifestaciones de protesta contra las violencias policiales de carácter racista (contra negros de nacionalidad francesa), pero también ha “invitado” a sus militantes y simpatizantes a multiplicar sus “acciones” contra los franceses de familia asiática, propietarios o trabajadores en comercios “étnicos” (asiáticos).
Desde mediados de abril, durante lo más alto de la crisis sanitaria nacional, la LDNA ha multiplicado sus acciones enarbolando esta proclama racista contra los franceses de origen chino o los chinos instalados en Francia: “#ChinaGoHome”.
Los estallidos de racismo anti chino y anti asiático comenzaron en Francia entre febrero y marzo pasado, cuando un influyente diario de provincias, “La Courrier Picard”, editado en Amiens, la ciudad natal de Emmanuel Macron, publicó en su portada este titular: “Alerta amarilla”. Ese titular se transformó en “grito de guerra” contra las comunidades asiáticas, en París y varias capitales de provincias.
La reaparición de un racismo anti asiático (chino, vietnamita, camboyano) también ha sido percibida como una novedad inquietante en Alemania y el Reino Unido.
En Munich, la influyente Süddetusche Zeitung ha escrito: “Ha aparecido en Francia una histeria racista, anti asiática, por primera vez”. En Londres, la BBC ha comentado: “Las personas de origen asiático residentes en Francia se han manifestado, a través de las redes sociales, para denunciar la discriminación y racismo de las que son víctimas, a diario”.
En París, Le Monde recuerda que el nuevo racismo anti asiático comenzó a manifestarse, en toda Francia, a finales del mes de enero pasado, con la multiplicación de “gestos”, “acciones” y “protestas” de esta índole: pintadas racistas ante los establecimientos asiáticos, del tipo “guarda tu virus, sucio chino”; agresiones verbales en los transportes públicos; gestos racistas en los inmuebles; violencias anónimas contra tiendas y restaurantes cerrados y acosados.
Tras el comienzo del desconfinamiento, en curso, las manifestaciones estrictamente francesas, contra las violencias policiales, han sido muy mayoritariamente “multiculturales” (negros y blancos) y han tenido flecos de racismo velado, con llamamientos apenas disimulados a la violencia callejera: “¡No habrá paz mientras haya injusticia!”.
La aparición del movimiento “Chalecos negros” subraya la dimensión étnica de una organización consagrada a la defensa de los inmigrantes en situación irregular. Organización “solo” para inmigrantes negros: inmigrantes musulmanes (sirios, magrebíes), laicos o católicos (Europa del Este) no tienen cabida en sus acciones.
La aparición de un racismo negro, en Francia (anti chinos, anti musulmanes, anti blancos), coincide con un incremento espectacular de las tensiones racistas de todo tipo. Según las cifras oficiales del ministerio del Interior, durante el 2019 se produjo un incremento del 132 % de las acciones racistas, de esta naturaleza: manifestaciones de odio racista, acciones racistas, antisemitas, anti cristianas y anti musulmanas. Incremento que incluye desde la proliferación de insultos callejeros a la profanación de cementerios (cristianos, judíos y musulmanes).
En esa estela, la aparición de un racismo anti chino, anti asiático, “consecuencia” de la propagación del Covid-19, es una novedad significativa, emergente, en una Francia cuyos diversos racismos tienen profundas raíces históricas.
“Nuevos racismos” que Rachida Dati, ex ministra de Justicia de Nicolas Sarkozy, francesa de padres emigrantes magrebíes, analiza de este modo: “No existe racismo de Estado, entre nosotros. Pero el racismo existe y es muy profundo, en Francia. Tras la epidemia del Covid-19 estamos asistiendo a un nuevo racismo, un racismo social, del que son víctimas hombres y mujeres muy humildes, que están sufriendo la crisis en su carne”.
Según el último informe (2019) del Comité Nacional Consultivo de los Derechos del Hombre (CNCDH), el 35 % de los franceses se dicen ellos mismos racistas, un 29 % se consideran “un poco” racistas y otro 9 % “más bien racistas”. El 87 % de los franceses estiman que los gitanos son “un grupo étnico” aparte. Musulmanes, magrebíes, asiáticos, judíos y negros (de nacionalidad francesa, todos) son “gente aparte” para una mayoría o una minoría significativa de franceses, del 23 al 56 %.
Según otro estudio publicado por una sociedad de análisis estadísticos, Statista, la sociedad francesa está hoy profundamente dividida en cuestiones de racismo: un 57,8 % de los franceses se dirían “no racistas. Sin embargo, otro 41,3 % se considera “más bien racista”, “un poco racista” o “no demasiado racista”. División profunda y sintomática, agravada con la crisis sanitaria, social, económica y política del coronavirus, que ha propiciado la emergencia de “nuevos racismos”.
El CNCDH publicó a finales de mayo un informe denunciando un “estado de urgencia”, no solo sanitaria, pidiendo al Gobierno que “favorezca” de alguna manera la “diversidad” en las escuelas y guarderías, temiendo que muy diversos racismos, directos o indirectos, agraven la crisis nacional, desde la infancia.
El estallido “incontrolado” de la crisis sanitaria, en febrero, el confinamiento inconcluso, desde mediados de marzo, han atizado reacciones inflamables en la “banlieue”, los suburbios de París y las grandes ciudades, donde el multiculturalismo ha provocado un “repliegue” de muy distintas comunidades étnicas y culturales.
El movimiento internacional Black Lives Matter (BLM) ha tenido en Francia una reacción “mimética” con profundas raíces locales: el multiculturalismo más conflictivo. El libro político más influyente del año pasado se llama “El archipiélago francés”. Su autor, el sociólogo Jérôme Fourquet, estima que Francia está convirtiéndose en un “archipiélago de comunidades que no siempre se entienden entre ellas”. El Covid-19 ha proliferado en ese “archipiélago” propagando nuevas tensiones de miedo, angustia, incertidumbre, con inquietantes llamaradas racistas de muy diversa tendencia.
París mestizo, work in progress.
José says
Del archipielago frances al oasis catalan
Tienen en comun un archipielago racista y un oasis etnico familiar. El racismo es porofobia y colonialismo supremacista. El siglo XIX economico se baso en negocios de todo tipo pero muchas fortunas europeas tienen su origen en el trafico de esclavos. Ciudades con prohombres esclavistas en estatuas en muchas plazas. No mencionemos America cuyos padres de la patria tenian esclavos hoy se les llama los muy pobres sin papeles ayudan a la fuerza a crear riqueza y a mantener oasis en la mayoria de los paises. Las jerarquias perversas continuan con todo tipo de supremacias pues el poder y la riqueza tiene sus estrategias y leyes unas veces apoyado por dioses otras por ideas otras por irracionalidades de todo tipo pero siempre con violencia fisica o abstracta mental. Almas libres sobre no almas sometidas. Una especie encerrada en un bucle sin salida.
JP Quiñonero says
José,
Bastante OK en todo, claro, comenzando por la inesperada comparación del archipiélago francés y el oasis catalán… quizá sea prudente que no hagas la comparación en Barna… ese tipo de cosas son recibidas de muy mala manera, ay.
Bueno.
¿Bucle sin salida..?
Salidas… vendrán… no está claro si serán salidas para bien o para mal… vaya usted a saber…
Q.-
PS. Cataluña en crisis… ¿Existe todavía una sociedad catalana..?