Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre, 10 junio 2020. Foto JPQ.
Se propaga y crece un tumor canceroso entre las fuerzas de seguridad del Estado: el incremento llamativo de los suicidios, entre los 150.000 policías nacionales, “solo” es un síntoma, trágico, de una angustia colectiva muy profunda.
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Perrine Sallé, portavoz oficial de la asociación “Mujeres de fuerzas del orden en cólera” (MFOC), nos describe esa tragedia a un pequeño grupo de periodistas que cubrimos una manifestación de protesta de policías: “Las esposas, compañeras, hijas de policías y gendarmes somos insultadas, nuestros domicilios son pintarrajeados, incluso nuestros hijos son amenazados. En el caso de los policías suicidas, las familias son las primeras víctimas”.
“Las familias de muchos policías estamos en primera línea de crisis”, continúa Perrine Sallé, agregando: “En mi caso, por ejemplo, he pedido a mi compañero que no vuelva a casa con el arma de servicio. Pura y sencillamente, tengo miedo que un día mi amor y mi apoyo no sean suficientes y que, en algún momento, tenga la tentación de pasar al acto”.
70 policías se suicidaron el año pasado. Más de un suicida por semana. La crisis nacional de la franquicia de los “chalecos amarillos” creó tensiones y angustia entre las fuerzas del orden. Intentando “responder” a esa incertidumbre íntima nació la asociación “SOS Policías en peligro” (SOS PeP), consagrada como un “servicio público” de “apoyo mutuo” entre colegas.
Christophe **, vicepresidente de la asociación, prefiere guardar un cierto anonimato, pero comenta el aumento de las tentaciones suicidas, en el seno de la policía nacional, en estos términos: “Entre colegas, entendemos mejor nuestros problemas íntimos. Existe un servicio de ayuda psicológica, pero está desbordado. Por otra parte, la tensión angustiosa que viven muchos colegas, armados, día a día, no siempre es fácil de comprender fuera del cuerpo. Un buen día, una joven colega se sinceró conmigo, y me dijo, “Christophe, dime algo que justifique mi trabajo”. Le dije que pensara en las víctimas y familiares a los que ella ayudó. Al día siguiente, me llamó por teléfono y me dijo: “Christophe, usaste las palabras justas. Estaba a punto de colgarme en un árbol”.
Se trata de un problema de inmenso calado, “enterrado” en la tumba del silencio, durante muchos años. Philippe **, policía en una comisaría de los suburbios parisinos, la “banlieue” de París, declara a la cadena BFMTV: “En veinte años de carrera he conocido diecisiete suicidios. Es muy duro, demasiado…”.
La pandemia y las manifestaciones racistas y anti racistas de las últimas semanas han agravado la crisis. Tras el confinamiento, también se han multiplicado las manifestaciones de protesta: decenas, centenas y millares de policías se han manifestado en lugares emblemáticos, ante el Arco del Triunfo, ante el ministerio del Interior, ante la Basílica de Montmartre, ante la sala de conciertos “Bataclan” (escenario de la legendaria matanza del mes de noviembre del 2015), pidiendo justicia, comprensión, tratamiento digno y apoyo, no solo “psicológico”.
En silencio, grupos de policías, en uniforme, se han tirado a la calle para protestar, paseando ataúdes marcados con las cifras de suicidas del año pasado. Aquí allá, policías y gendarmes, uniformados, ponen en el suelo sus esposas y parte de sus “herramientas” de trabajo, pidiendo ser “escuchados” por su ministro de tutela, Christophe Castaner, que ha recibido a varios sindicatos, sin conseguir calmar la cólera y la angustia.
La penúltima sucesión de suicidios ocurrió este mismo mes de junio, confirmando una crisis, angustiosa que viene de muy lejos. Jean-Michel Fauverge, antiguo responsable de una unidad anti terrorista de élite, declaró con ese motivo en una rueda de prensa: “En uniforme, o en casa, los policías son hombres y mujeres que sufren, padres y madres de familia. Los suicidios entre policías aumentaron un 79 % el año pasado. La pandemia ha agravado la crisis”.
¿Cómo combatir el tumor canceroso del suicidio, enquistado en el corazón policial del Estado? El ministerio del Interior ha prometido incrementar los presupuestos consagrados a “ayuda psicológica” y “mejorar” las condiciones de trabajo. “SOS Policías en peligro” (SOS PeP) y “Mujeres de fuerzas del orden en cólera” (MFOC) también piden “más comprensión y reconocimiento”.
Macron, suicidio de policías, chalecos amarillos, angustia social.
Fina says
Quiño,
Artículos como este, además de informarnos, despiertan la comprensión y el reconocimiento hacia el cuerpo policial.
Gracias.
JP Quiñonero says
Fina,
La crisis de angustia social todavía es más grave entre los agricultores…
Agricultores franceses, una especie amenazada.
Q.-
Jose says
La anomia inunda todo lo que era cuerpo social. El cemento de la sociedad es arena
A un recuerdo que en el cementerio a los suicidas lo enterraban fuera del campo santo. Cuando no hay salida y todo se cierra la unica salida esta por arriba. En las fabricas en los ejercitos en las escuelas… todo es cuestionado en una epoca que importan más las cosas que las personas. Los terroristas suicidas abrieron un poder con el que no se contaba el monopolio de la muerte por el Estado se ha democratizado. Hoy todos o la mayoria puede acceder las armas. No puede nadie obligar a vivir a quien ha decidido irse solo o acompañado. Una policia que no tiene una ciudad a quien defender ni la autoridad para hacerlo ni un apoyo politico. Perdida frente a todo tipo de delincuentes por un lado y ciudadanos como ellos que piden mejorar su situacion puede entrar como en otras profesiones en una angustia vital de no poder superar su situacion. Somos empresarios de nosotros mismo eso dicen los medios habremos entrado en bancarrota psicologica.
JP Quiñonero says
Jose,
Qué decir…
Que todos estamos un poco por los suelos. O un mucho. Y todo puede complicarse para los más frágiles y dependientes, que no son pocos y crecen mucho, ay,
Q.-
Fina says
Josep,
Si llega el día que aprendamos a dar más valor a las personas que a las cosas, creo que ya no habrá tanta angustia social ni tantos suicidios…
Claro que si no se tienen los garbanzos asegurados, no se puede filosofar ni valorar nada con acierto.